Daniel Ortega en una foto de archivo. EFE / D505

El 15 de marzo del 2019, frente a los portones de la cárcel de mujeres La Esperanza, Managua, un grupo de personas gritaban: “¡Libertad para los presos políticos!”. Se sabía que ese día el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo liberaría a un grupo de presos y presas políticas.

De ese penal de mujeres salió un microbús con las ventanillas cubiertas por cortinas. La gente corrió tras él, madres lloraban, padres gritaban y amigos saltaban tratando de ver hacia adentro del vehículo para asegurarse que eran presas políticas las que iban ahí. Fue en vano. No se veía nada.

Minutos más tarde, en otro vehículo fueron sacadas, camufladas, cuatro mujeres que llevaban meses tras las rejas, acusadas de delitos que nunca cometieron, pero que sí habían desafiado a la dictadura  en las calles de Nicaragua, exigiendo el fin de la tiranía.

En ese grupo de mujeres salió una joven de anteojos, alta, cabello largo rizado y de mirada seria, que había comandando varios puntos de resistencias durante los meses más cruentos de las protestas sociales. Era la estudiante universitaria Yaritza Rostrán Mairena, en ese momento de 24 años.

Pese al sufrimiento, por estar durante siete meses en la cárcel, donde fue sometida a humillaciones y torturas psicológicas, Yaritza adelantó su futura misión: “Queremos seguir luchando al lado del pueblo”.

Luego de salir de la cárcel, ya en su casa ante medios de comunicación dijo una frase que se convirtió en su lema de lucha: “Allá en las prisiones, nosotros seguimos anhelando que el pueblo no se rinda, que el pueblo siga la lucha…”

Yaritza Rostrán, estudiante universitaria en el exilio, dirigió varios puntos de resistencia durante las protestas de abril de 2018. Pide a la oposición conformar un solo frente de lucha. Foto: La Prensa

Un compromiso que, según afirma, no ha abandonado en nombre de los asesinados durante la represión, de los centenares presos políticos, heridos, exiliados y de todo el pueblo de Nicaragua. Yaritza sigue en la lucha.

Los datos actualizados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) indican que al menos 355 nicaragüenses murieron durante la represión a las protestas sociales entre el 18 de abril y el 31 de julio de 2019. Del total de víctimas morales, 15 serían mujeres, 340 hombres. Además, 27 se registran 23 policías fallecidos en ese contexto.

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Desde su exilio en Costa Rica, hasta donde tuvo que irse para ponerse a salvo de la represión orteguista, la universitaria recuerda los momentos más difíciles que le tocó vivir plantando cara a la dictadura, dirigiendo a “los chavalos” como prefiere decirle a sus colegas universitario con los que salió a las calles desde el mismo 18 de abril de 2018.

Los jóvenes con quienes se atrincheró en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) entre mayo y junio de 2018, los mismos que estuvieron con ella en la UNI y en la Upoli, y el día que les tocó afrontar, desarmados, la embestida de los policías y paramilitares en el sangriento ataque a la Iglesia Divina Misericordia donde fueron asesinados dos estudiantes.

Repite nuevamente su anhelo que es que el pueblo no deje de luchar, que no desfallezca, y que no pierda la esperanza.

Fue capturada por la Policía Orteguista el 25 de agosto del 2018 en León, siendo integrante del Movimiento 19 de Abril (M-19A) cuando participaba en una marcha con estudiantes de la UNAN de esa ciudad.

Yaritza, junto a Byron Corea, Chistofer Nahirobi Olivas, Victor Obando, Luis Hernández, y Juan Pablo Alvarado, fueron apresados por paramilitares y trasladados a El Chipote, donde los acusaron por supuesto secuestro simple y de obstaculización de los servicios públicos.

En el parte policial fueron presentados como una banda de “siete terroristas». El comisionado mayor Farle Roa Traña los acusó de «aterrorizar» a los militantes sandinistas con armas de fuego convencionales, armas hechizas, molotov y de haber incendiado el recinto del Centro Universitario de la Universidad Nacional (CUUN).

¿QUÉ HACEMOS, A 4 AÑOS DE LA REBELIÓN DE ABRIL?

Han pasado cuatro años desde la Rebelión de Abril en la que decenas de miles de nicaragüenses se lanzaron a las calles, primero a protestar en contra de las reformas a la Ley del Seguro Social, y luego a exigir el fin de la dictadura que estaban consolidando, a fuerza de represión, Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo.

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En estos 4 años de lucha, reflexiona Yaritza, es importante que las organizaciones opositoras lleguen a un acuerdo político concreto “para lograr una estrategia que genere una verdadera correlación de fuerzas favorables en contra del régimen”.

Señala que en los últimos meses se ha estado hablando de conformar una concertación política de oposición. “Debe haber esa concertación que no represente una nueva plataforma, sino un acuerdo político para formar un solo frente contra la dictadura”, afirma.

Cuenta que en sus planes de vida nunca había considerado ser líder estudiantil, ni dirigir a decenas de personas en un frente de resistencia. Su pasión y misión era culminar su carrera de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la que ya cursaba su quinto y último año en la UNAN-Managua, sin embargo, la atrapó el anhelo de ver a Nicaragua en libertad.

“Me expulsaron de la UNAN, al igual que a muchos estudiantes, por haber participado en las protestas”, dice, no como lamento pues sabe que es preferible verse expulsada de la universidad que haberse convertido en cómplice de la dictadura.

Yaritza apunta a la necesidad de seguir buscando justicia para las víctimas de la represión, para los encarcelados injustamente, para los familiares de los asesinados, para los heridos y los exiliados. Esa es una forma de “seguir desafiando a la dictadura”, sostiene.

“Las organizaciones opositoras deben sumarse para gestionar la búsqueda de justicia. Se debe insistir en generar un dictamen a nivel internacional contra el régimen para que se juzguen los crímenes de lesa humanidad. Eso sería un golpe fuerte contra la dictadura”, señala.

Asegura que van a enfocarse en conseguir ese dictamen de crímenes de lesa humanidad. “Hemos trabajado en la documentación de todos los casos para presentarlos ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), porque las instancias nacionales para conseguir justicia ya no son viables”.

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ALTO PRECIO NECESARIO

La joven universitaria, ahora de 28 años, considera que ella y todas las víctimas de las injusticias del régimen han pagado un “alto precio”, pero que era necesario.

“El abandono de nuestro país, de nuestras familias; nos ha tocado abandonar nuestras vidas, nuestras carreras profesionales, el exilio forzado. No es posible vivir en un país donde las instituciones nos tachan de delincuentes. La persecución policial, el daño sicológico por haber vivido prisión arbitraria, todos esos sufrimientos son parte de un alto precio necesario”, destaca.

Es firme creyente de que, a pesar de todas las dificultades, “no debemos desfallecer, porque en las cárceles los presos políticos dependen de lo que nosotros hagamos, de nuestras luchas. El pueblo está esperando que nosotros respondamos con altura, de acuerdo con las exigencia del momento”.

La nueva Nicaragua de la que habla Yaritza es un anhelo compartido y buscado por cientos de miles de nicaragüenses que de distintas formas ha aportado a ello, desde ancianitas, como la “abuelita vandálica” (Amada Tinoco) que se desprendió de su mercancía, el agua helada que vende para subsistir, y se las regaló a los protestantes, hasta niños como Alvaro Conrado, de 15 años, que fue asesinado por francotiradores de la dictadura el 20 de abril de 2018, en el tercer día de la insurrección cívica.

O aquellas 11 mujeres, madres, esposas, hermanas de presos políticos que se declararon en huelga de hambre el 14 de noviembre en la Iglesia San Miguel Arcángel de Masaya, para exigir la liberación de unos 150 reos de conciencia que permanecían en los calabozos de la dictadura.

Las mujeres entraron al templo y lanzaron el comunicado de que se declaraban en huelga de hambre hasta lograr la liberación de sus parientes. La dictadura, indolente y envalentonada de inmediato ordenó que les cortaran los servicios de agua y luz y mandó a policías y paramilitares a tender un cerco infranqueable, sitiaron el lugar y no permitieron que alguien se acercara y les proporcionará agua u otros artículos necesarios.

Ese mismo día por la noche, un grupo de 13 activistas opositores, movidos por la solidaridad con las huelguistas, se dirigieron hasta Masaya para llevarles agua y sueros a las mujeres pero los policías les cortaron el paso y los “secuestró”.

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Al día siguiente fueron presentados por la Policía Orteguista como una “banda de terroristas” y en el parte policial convirtieron las botellas de agua y los sobres de suero en “armas”, para acusarlos por los supuestos delitos de tenencia y tráfico de armas de fuego.

Según la dictadura, la jefa de esa banda “de aguadores” era la psicóloga, integrante del M-19A, Ivania Álvarez.

Estuvieron 40 días en las cárceles y fueron liberados el 30 de diciembre de ese año. Desde entonces, la jefa de los aguadores se convirtió en una de las caras visibles de la oposición, llegando a ser integrante del Consejo Político de la Coalición Nacional.

“Desde el 2018, los nicaragüenses hemos estado resistiendo la violencia estatal, policial, del Ejército, los paramilitares, además de las crisis de la pandemia, la migración, el desempleo. Los Nicaragüenses estamos pensando en sobrevivir, ese es el plan a corto y mediano plazo, resistir. Esa es la palabra, resistencia”, dice Álvarez ahora desde el exilio.

Resistir es seguir denunciando los abusos de la dictadura, dice la activista y dirigente de la Articulación de Movimientos Sociales (AMS), quien considera que una forma de lucha es también “apoyar a las víctimas y elevar la voz por los que no pueden hablar”.

Ivania Álvarez, de la AMS sostiene que se debe seguir denunciando todas las violaciones de derechos humanos. Foto: Confidencial.

Para Ivania, todos los nicaragüenses han pagado un costo cruel, no en el sentido de precio, “porque Nicaragua no nos debe nada”, sino en el sentido de lucha en la que han pasado carcel, exilio, tortura, como parte de un deber cívico para liberar al país y ofrecer un futuro mejor para las nuevas generaciones.

“Resistir y avanzar pero con seguridad, debe ser el lema constante», afirma, porque “las dictaduras no caen de un día”.

“No debemos dejar de denunciar ante el mundo lo que pasa en Nicaragua, pero hay que mantener seguridad. Debemos mantener encendida la luz de la esperanza, porque la dictadura va a caer, cómo han caído todas las dictaduras. La historia viene pintando luces de esperanza, vemos cómo se están quebrando y denunciando entre ellos mismos”, alienta Álvarez. 

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Lamenta la migración, el exilio, como uno de los factores que más golpea al país, con la consecuente separación familiar.

“Los que están en Nicaragua, los que están en la cárcel, los que estamos en el exilio, los que seguimos resistiendo, estamos preparando un mejor país”, dice la opositora para quién “abril tiene que dar esperanzas. Eso nos debe mover: La esperanza de abril a abril, que nos mueva la esperanza. La lucha sigue viva”.

La resistencia y denuncia contra la dictadura involucra la capacidad  de hacer oír las voces de las víctimas, poner en evidencia las violaciones de los derechos humanos y el enriquecimiento ilícito de los dictadores y su camarilla y por ello, los medios de comunicación y los periodistas independientes, aún bajo ataques directos, deben resistir. 

La dictadura conoce muy bien la importancia de los medios de comunicación y los periodistas independientes y por ello no disimula en sus ataques.

El  21 de diciembre de 2018, el canal 100% Noticias cortó su transmisión habitual para emitir una “última hora”. La jefa de prensa, Lucía Pineda Ubau, en vivo, desde la sala de prensa de ese medio logró informar: “Hay policías y paramilitares dentro de las instalaciones de 100% Noticias, se quieren llevar preso a nuestro director Miguel Mora…”.

No logró decir que ella misma a partir de ese momento, en sus 23 años de ejercicio periodístico, se convertiría en la única mujer periodista presa política de América.

Luego de pasar en la cárcel de mujeres La Esperanza por casi 6 meses, al igual que Migue Mora, fue liberada el 11 de junio y, como decenas de miles de nicaragüenses que participaron en la Rebelión Cívica del 18 de abril, tuvo que irse al exilio para ponerse a salvo de la represión. Miguel Mora hoy está preso de nuevo sometido a encierro por haber seguido desafiando a la dictadura. 

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Para Pineda Ubau, aún en medio de la persecución que mantiene el régimen contra la prensa independiente “nos toca seguir profesionalizando, denunciando, fortaleciendo nuestras plataformas digitales”.

“El canal 100% Noticias fue “confiscado” arbitrariamente pero sabemos que vamos a recuperar lo que nos han robado, vamos a regresar a Nicaragua porque esta dictadura cada día que pasa es un día menos en el poder”, dice la comunicadora.

Lucía Pineda Ubau, en las instalaciones del canal 100% Noticias, ocupadas y saqueadas por la Policía Orteguista. Foto: 100% Noticias.

Valora que para mantener viva la resistencia, la oposición “tienen que articularse entre ellos mismos”, para hacer un solo bloque.

“Los principales liderazgos están presos y creo que debe ser prioridad en todos los grupos que sigan presionando en conjunto y no por separado, por la libertad de los 181 presos políticos”, recomienda Pineda.

La periodista exiliada considera que es digno reconocer que los periodistas, medios independientes y la iglesia Católica son las dos instituciones que siguen “desafiando al régimen”, porque nadie ha dicho que se retira. 

“Nadie ha dicho que cerramos iglesias y medios. Más bien, esa voz fuerte de los obispos y los medios que damos cobertura a todos los sectores, ejercemos una forma de  “desafiar al régimen”, analiza la periodista.

Los niveles de represión contra la prensa independiente en Nicaragua han llegado al extremo de encarcelar periodistas. Miguel Mora y Miguel Mendoza están condenados a 13 y nueve años de cárcel respectivamente por, supuestamente, conspirar para cometer menoscabo a la soberanía nacional. 

“Pero aquí seguimos de pie, defendiendo la libertad de prensa y las libertades públicas. Seguimos junto a los obispos y sacerdotes dando la cara con nuestra labor, sin escondernos en perfiles falsos”, destaca Pineda Ubau.

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El periodosimo ha pagado un precio muy alto, valora Lucía, quien recuenta el asesinato de Ángel Gahona, la cárcel, el exilio y las confiscaciones de Confidencial, el canal 100% Noticias y el diario La Prensa.

“A los periodistas oficialistas, mi llamado es a que reflexionen. Con la dictadura ellos y sus familias no tienen futuro. Que revisen la historia, que se vean en ese espejo y vean el fin de esos que optaron por ser oficialistas. Que se pongan a cuentas con Dios pues muchos en su afán de ganar puntos caen en el fanatismo y creen que Ortega y Murillo son dioses inmortales y repiten sus mentiras”, criticó.