La dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha vuelto a someter a un encierro forzoso al obispo de la Diócesis de Matagalpa, monseñor Rolando Álvarez. Un grave paso en falso que denota su nivel de desesperación y debilidad, dicen a DESPACHO 505 analistas y opositores nicaragüenses.
La primera encerrona policial que sufrió el obispo fue en mayo pasado en la Parroquia Santo Cristo de Managua y ahora en la Curia Episcopal de Matagalpa, donde tiene «casa por cárcel» de facto.
Oficiando eucaristías sin feligreses, cantando con sus colaboradores más cercanos y rezando por Nicaragua, así ha pasado las últimas horas después de que la dictadura reforzó el cordón policial que lo tiene prácticamente secuestrado, violando su derecho a la libre movilización, consignado en el artículo 55 de la Constitución Política.
«La Constitución Política establece la libre circulación de los ciudadanos. Monseñor Rolando Álvarez tiene derecho constitucional de trasladarse de un lugar a otro; de Curia a Catedral o donde él quiera porque no se encuentra bajo ningún proceso legal», explica la investigadora Martha Molina.
«Lo que vemos es evidentemente un ataque más que se suma a la larga lista de ataques publicada en mayo reciente (190 desde 2018) y lo que indica es que Daniel Ortega y su consorte no darán tregua a la iglesia católica; creen que van doblegar a los curas y callar la palabra de Dios», señala la investigadora.
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ORTEGA TRATA COMO ENEMIGOS A LOS SACERDOTES
El exguerrillero sandinista Moisés Hassan dice que la dictadura se ha mostrado «débil y desesperada» con los asaltos a templos y radios católicas de Matagalpa. «Ortega está convencido que los sacerdotes son sus enemigos».
«Cree el dictador que si calla a los sacerdotes, callan al pueblo. Nada más equivocado, la gente ha salido a defender a sus sacerdotes», dice Hassan. El prelado con uno de los cargos más altos en la jerarquía católica y el máximo en la Diócesis de Matagalpa, vive su segundo confinamiento obligado por la acción de la Policía Orteguista, que lo ha convertido en blanco de su persecución, debido a que es una de las voces más diáfanas contra la dictadura.
La primera vez que monseñor Álvarez tuvo “iglesia por cárcel” fue en mayo pasado cuando durante cinco días permaneció asediado, primero en su casa familiar y luego en la parroquia Santo Cristo de Las Colinas, donde hizo ayuno, a espera de que la policía del régimen le permitiera salir.
El asedio inició cuando el obispo acudió a visitar a una sobrina y fue cercado por los oficiales de la dictadura, así que para resguardar a su familia, decidió salir hacia la iglesia de Las Colinas, donde el cordón policial incrementó considerablemente.
Finalmente, el 23 de mayo logró trasladarse a Matagalpa donde también fue asediado, sin embargo, el golpe más fuerte de la dictadura vendría al día siguiente, cuando ordenó sacar de la grilla de las empresas de televisión por cable al Canal Católico de Nicaragua, el cual está bajo su dirección.
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Posteriormente, el obispo siguió denunciando los atropellos del régimen y en esta semana volvió a ser víctima de la dictadura. La primera acción dirigida en su contra fue el cierre de 6 radioemisoras católicas pertenecientes a su diócesis.
La censura a estos medios de comunicación provocó que los feligreses de Sébaco apoyaran a su párroco, el padre Uriel Vallejos, quien fue asediado por la Policía, que buscaba confiscar los equipos del medio de comunicación Radio Católica de Sébaco.
OBISPO DE MATAGALPA ENCERRADO POR LA POLICÍA
Todas estas acciones contra medios de la Diócesis de Matagalpa no fueron más que el anuncio de que monseñor Rolando Álvarez seguía en la mira del régimen.
El segundo asedio y ahora encierro en su contra inició el pasado miércoles cuando los agentes de la dictadura sitiaron la calle de la Curia Episcopal y Cáritas, evitando que los ciudadanos circularan por la zona y evidentemente, obligando a que el prelado permanezca encerrado.
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En su segundo de encierro, este jueves, monseñor Álvarez salió a encarar a los policías que lo asediaban, con el Santísimo en manos oró por ellos y pidió que lo dejaran en paz.
Fuera del cerco policial un grupo de feligreses pedía el cese de los ataques a la iglesia Católica. El obispo convocó a una jornada de oración para las cuatro de la tarde de este jueves, pero en lugar de que permitieran el paso a los feligreses, el asedio policial se intensificó y no le permitieron salir.
«Monseñor Álvarez, miembro de la Conferencia Episcopal de Nicaragua es un obispo que goza de prestigio y credibilidad, además que el pueblo reconoce su voz como pastor y sabemos que nunca estará al lado del tirano. La presencia física de monseñor Álvarez infunde respeto y la gente de El Carmen le teme porque también hace exorcismo y habla con la verdad», señala la investigadora Martha Molina.
