Cuando estaba en El Chipote, Ana Margarita Vijil se despertaba a las cuatro de la mañana antes del amanecer para tratar de buscar destellos de luz a través de las rendijas de su celda. No tenía acceso regular a sol. No podía hablar, ni escribir. No tenía visitas regulares y cuando se quejaba o desafiaba las órdenes de sus custodios, no le entregaban la comida o la bebida que religiosamente su familia le llevaba.  

“No fue chiche”, reconoce en esta entrevista con DESPACHO 505 a 77 días de haber sido excarcelada por la dictadura de Daniel Ortega y enviada al destierro a Estados Unidos. El convencimiento de saber que estaba haciendo lo correcto era la principal fuente de resistencia.  

Ahora, en Estados Unidos, el proceso de adaptación no ha sido fácil. Después de 606 días sin tocar un teléfono, sin leer ni escribir, ha tenido que emprender un proceso burocrático de regularización que no sabía ni cómo empezar.  

“No podía ni leer”, dice. Tras los barrotes lo único que a veces leía eran las etiquetas de los productos que le llegaban cuando no se las quitaban.  

Ana Margarita Vijil fue detenida en junio del 2021 y procesada por “traición a la patria”. Fue condena de 10 años de prisión. En esta entrevista con DESPACHO 505 recuerda sus días en prisión y analiza la decisión de Daniel Ortega de liberar a 222 presos políticos en febrero pasado.  

Para salir de la dictadura, asegura, la unidad de todas las fuerzas opositoras es importante y se ve más realizable independientemente del pensamiento ideológico porque “la cárcel nos ha unido mucho más”.  

Han pasado casi tres meses desde que fuiste excarcelada y desterrada por el régimen. ¿Cómo llevas ese proceso de adaptación a tu nueva vida en Estados Unidos? 

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Este ha sido un proceso que llegó con sorpresa porque un día me montaron en un avión después de 606 días sola en una celda, me sacan de mi país y todavía estoy en el proceso de adaptarme. Todavía estoy reconectando con mi mundo digital, viendo cuáles son mis cuentas de Facebook, Twitter, poniéndome al día con la familia, con los procesos de unidad y de lucha en contra de la dictadura. Eso han sido estos dos meses y medio: una puesta al día.  

¿En cuestión de hábitos qué es lo que más te ha costado? 

Algo que me costaba mucho en El Chipote es estar largo de mi mamá, no poder verla, abrazarla, aunque ahora es distinto porque hablo con ella varias veces al día. En El Chipote podía pasar meses sin saber de ella y esa es una gran diferencia, pero sigue costándome mucho decir que no estoy en Nicaragua. Esta es otra cultura, estoy súper agradecida con que nos hayan puesto un avión y nos hayan sacado de ahí, pero no es chiche. Venimos a un mundo nuevo donde se habla en otro idioma, tenemos que hacer un montón de papeleo que agobia.  

Al salir de la cárcel yo no podía ni leer, lo que leía eran las etiquetas de los productos que me llegaban cuando no las quitaban porque hasta del agua nos quitaban las etiquetas. Ahora para el permiso de trabajo es todo un proceso. Pero creo que la falta de mi familia es lo que más me duele. La incertidumbre del futuro, a veces, porque yo veo la vida como una aventura. No es fácil si, todavía no he conseguido trabajo y es necesario para poder tener ingresos, un lugar independiente donde vivir porque hemos estado gracias a la solidaridad inmensa de familiares, la diáspora y personas norteamericanas que nos han dado alojamiento a la mayoría, pero eso ya se va agotando.  

Los 222 presos políticos desterrados entraron a Estados Unidos bajo el programa “parole” que les garantiza dos años de residencia y permiso de trabajo. ¿Cómo va esa gestión, tienen alguna fecha estimada? 

Se ha acelerado para muchos de los 222, pero varía de estado a estado, a mí no me ha llegado. El primer paso es el trámite, después hay que buscar el trabajo. La diáspora está haciendo un esfuerzo y “lobby” para hacer un cambio de estatus de “parole” a refugio y eso podría aliviar la inmensa carga de los que están en peores condiciones, de los que no tienen familia, los que no conocen el idioma. Con ese cambio se podría tener acceso a algunas ayudas adicionales de vivienda, etc. Ojalá se pueda hacer ese cambio.  

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Pero bueno, yo estoy convencida de que esto es temporal, que nosotros vamos a regresar a Nicaragua, que esta es la etapa conclusiva de Daniel Ortega, que aquí estamos adaptándonos para luchar desde fuera por un periodo, pero que vamos a regresar.  

¿Cómo podrías describirnos un día tuyo en El Chipote? Eras una de las presas que estuvo siempre incomunicada. 

Me levantaba a las cuatro de la mañana, meditaba un rato, trataba de ver entre las rejas el patio de sol buscando el amanecer. La explosión del sonido de los pajaritos en la mañana era mi momento favorito del día.  

Después trataba de hacer un poco de ejercicio, meditaba, pensaba, le hacía señas a la Suyén (Barahona), después empezaban los interrogatorios. Me pasaba el día tratando de hacerle señas a la gente que pasaba porque mi celda era la primera del pasillo. Entonces, ahí pasaba todo el mundo cuando iban al interrogatorio y me facilitaba tratar de hacerles señas a los demás, aunque estuviera prohibido.  

Imaginaba mucho lo que quería hacer cuando saliera, el país que quería tener. Entré mucho en mi mundo interior, aprendí mucho de una parte más espiritual de mi ser y de mi entorno.  

La situación que describís es muy complicada porque no podías leer, no podías hablar, no podías interactuar con los demás. Además del ejercicio físico y mental, ¿cuál era la fuente de tanto aguante porque fueron casi dos años los que estuviste ahí sola? 

Creo que hubo herramientas que nos ayudaron. Para comenzar, el convencimiento de que estábamos haciendo lo correcto, eso ayuda. Saber que no estábamos solas, tener una misión de ver si te podías comunicar de alguna forma con otros, saber que la gente afuera estaba con nosotros. El saber que nosotros estábamos ahí servía para desenmascarar más al Daniel Ortega. Eso te da un sentido de misión y te ayuda a aguantar.  

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¿Cómo eran las navidades o los cumpleaños? 

Para los cumpleaños ajenos era tratar de enviar algún mensaje a los demás, tratar de hacer una seña, lograr cantar, aunque sea un pedacito. Para nosotros siempre fue bien importante saber cuándo iba a ser el cumpleaños de alguien para que esa persona no se sintiera sola. Yo nunca me sentí sola en ese sentido. Yo sentía la energía que llegaba de afuera. Llegué a los 44: “vamos firme”. Llegué a los 45: “vamos firme”. 

La dictadura te procesó por “traición a la patria”. ¿Cómo viviste esa etapa y qué irregularidades podés identificar? 

Para empezar, estuve incomunicada hasta el día 66 cuando me aplicaron los 90 días (de detención judicial) y no estuvo mi abogada. Yo le pregunté a la jueza quiénes eran los abogados de sala para escoger a mi abogado. Me dijo “no hay ningún abogado”. Eran las tres de la tarde. Me negué a firmar el acta y me declaré en indefensión. La siguiente audiencia la tuve el día 76. Fue un día horrible: a las dos de la mañana empezaron a gritar que nos levantáramos y ese día comenzaron las audiencias iniciales.  

Me llevaron a los juzgados a las tres de la mañana en un operativo que yo me sentía “La Reina del Sur”. Era una cantidad de vehículos para mi solita, un operativo escandaloso. De nuevo, al llegar al juzgado, no estaba mi abogada que ya estaba acreditaba y ni siquiera le avisaron. No me dieron permiso de hablar, pero yo hablé. Dije que era presa política y solicitaba que se cumpliera con lo que la ley establece. Pedí ver a mi familia, acceso a sol, lectura, que se respetaran los derechos de los procesados y de regreso me trataron bastante mal, pero siempre dije lo que tenía que decir.  

A mí me detuvieron el 13 junio de 2021 y yo pude ver a mi abogada por primera vez hasta el 6 de septiembre y me dejaron hablar con ella apenas tres minutos. Después, el juicio fue hasta el 2 de febrero y repetí que yo era presa política. Tal vez no sirvió de nada, pero me siento muy orgullosa de haberlo dicho. 

Entrando un poco al análisis político, ¿por qué crees que Ortega finalmente cede y decide sacarlos de la cárcel? 

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Creo que Daniel Ortega estaba dispuesto a pagar el costo político más alto para quedarse en el poder en el 2021 y que para eso tenía que cerrar todos los espacios antes de las elecciones. Una vez que pasado ese periodo necesitaba alivianar su carga y nosotros éramos su moneda de cambio. Pensó que al sacarnos iba poder quitarse la presión de encima. Lo que necesita ahorita Ortega es estabilidad, pero “le salió el tiro por la culata” porque no se aguanta solo con sacarnos de la cárcel, sino que nos saca de Nicaragua porque consideraba que éramos un peligro. Eso es un escándalo político internacional que no le convenía y además nos quita la nacionalidad. La comunidad internacional quedó más clara de los cambios que se requieren en Nicaragua.  

Pero no deja de ser una movida política porque pudo haberlos excarcelado como hizo en 2019 y dejarlos en Nicaragua. Esta vez los destierra, se los quita de encima y esto me lleva a la próxima pregunta: ¿cómo se hace oposición a un régimen desde el exilio? 

Ese es el gran reto. Él sabe que adentro somos un problema para él, pero afuera también lo vamos a ser. La dictadura vive su etapa conclusiva, pero nos toca fortalecer las redes dentro y fuera del país. Daniel Ortega no quisiera que hubiera resistencia nacional, pero sabe que la hay desde la gente que llega a una misa a solidarizarse con un padre hasta quien sale en una procesión en Semana Santa. Esa es una resistencia que no soportan porque saben que es un gran peligro.  

El reto desde el exilio es poder articularnos, fortalecer las redes, aumentar la presión y las voces de denuncia para abrir esos procesos democráticos.  

Todos coinciden en que es necesaria la unidad para poder hacer frente a la dictadura. Esto se ha intentado varias veces sin éxito. Ahora con los principales dirigentes opositores desde el exilio eso se ve más complicado. ¿Cómo lo percibís? 

Yo creo que es posible porque para mí lo más importantes es la unidad en la acción. Es una unidad que implica que cada nicaragüense, independiente de su ideología, está clarísimo que hay que sacar a Daniel Ortega por la vía cívica. Vamos a seguir presionando, pero no va a ser a través de una guerra. Tenemos que estar claros que toda voz es importante y que el enfoque es abrir el espacio democrático. Debe haber unas elecciones adelantadas y si presionamos de distintos lados, esa unidad es la más importante.  

Por supuesto que la otra unidad (de las fuerzas opositoras) es importante. Pero no es cierto que ha caído en saco roto, incluso la cárcel nos ha unido mucho más.  

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¿Hay alguna iniciativa en curso para presentarle a la gente una propuesta de oposición desde el exilio? 

Es que nunca se ha detenido. Eso es lo que se ha trabajado estos cinco años y se sigue trabajando. Hay ya mucho consenso sobre cuáles son los mínimos, cuál es la agenda, el programa que se requiere y hay mucha claridad sobre la línea en la que se tiene que seguir presionando. Se debe abrir el proceso de democratización y lo que necesitamos es dar el siguiente paso para que se vea algo mucho más articulado de los distintos sectores.  

¿Y qué papel juega Unamos en ese proceso? 

Unamos ha sido parte de casi todos los procesos de unidad que se han hecho en los últimos 20 años. Estamos convencidos de que nadie solito va a poder salir de Daniel Ortega. Estamos abriendo canales de comunicación dentro y fuera del país y vamos a continuar. 

Ana Margarita Vijil  

45 años 

Abogada y defensora de derechos humanos 

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Miembro de la junta directiva de Unamos