Sobrevivir al infierno de la soledad en las celdas de tortura de la dictadura en Nicaragua

Miguel Mendoza inventó una competencia de matar zancudos que nunca ganó, pero que le ayudaba a dormir; Kevin Solís conversaba solo y Max Jerez se aferró a la esperanza de salir libre. Estos son sus relatos

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  • February 20, 2023
  • 11:28 AM

Los primeros días en cautiverio político fueron los peores, confiesa el cronista deportivo Miguel Mendoza. Lo metieron en una celda sin ventilación ni inodoro. No tenía con quién hablar ni nada para leer. Era un lugar asfixiante en el que apenas podía dar cinco pasos. Llegó a sentir tanta desesperación que durante un tiempo se bañaba hasta ocho veces al día, cuenta.

Sobrevivir a la soledad fue una de las pruebas más duras que enfrentaron los presos políticos que pasaron por las celdas de la Dirección de Auxilio Judicial dice el líder estudiantil Max Jerez, quien descontó 597 días en ese lugar al que todos llaman El Chipote y sobre el pesan abundantes denuncias por prácticas de tortura.

A Kevin Solís le tocó purgar prisión política en el Centro Penitenciario Nacional ‘Jorge Navarro’, el penal de máxima seguridad llamado popularmente La Modelo, y en su memoria está fresco el recuerdo del horror que sufrió durante tres años confinado en la celda de castigo apodada el El Infiernillo.

Miguel Mendoza, Kevin Solís y Max Jerez comparten con DESPACHO 505 sus primeras memorias sobre su paso por los calabozos de la dictadura, de los cuales salieron el pasado 9 de febrero de 2023, como parte de un operativo de destierro a Estados Unidos de 222 presos políticos.

MATAR ZANCUDOS COMO DEPORTE

El cronista deportivo Miguel Mendoza, parte de los 222 desterrados políticos de la dictadura de Daniel Ortega. Foto: Cortesía

Las paredes de la celda que compartieron Miguel Mendoza, Pedro Mena, Irving Larios y Juan Lorenzo Holmann durante sus últimos meses como presos políticos quedó convertida en un "cementerio". Desde que aterrizó en Estados Unidos, el cronista deportivo ha escarbado en sus recuerdos de lo vivido en la cárcel, pero es hasta ahora que se le viene como una película las competencias de matar zancudos que comenzó con el líder de campesino.

Mendoza y Mena todas las noches se desafiaban. La competencia siempre la ganaba el originario de la comunidad La Fonseca de Nueva Guinea, quien llegó a La Modelo el 5 de junio del 2021, unos 11 días antes que el cronista deportivo.

“Nos divertíamos matando zancudos. ¡Era un zancudero! Nos echábamos a quién mataba más y él siempre me ganaba: si él mataba 45 yo mataba 40”, cuenta entre risas.

Dice que sus otros compañeros de celda les decían que se estaban volviendo locos, pero era método efectivo que descubrieron para “pasar un par de horas en la noche” y que a él le ayuda a no martirizarse pensandó en cómo su familia estaba resolviendo los problemas del día a día, en lo que pasaba afuera de esos barrotes. “Eso es lo más difícil, tratar de averiguar y que no te lleven noticias de tu gente”, dice.

Cree que la decisión de que saldría con vida de la cárcel fue lo que lo motivaba todos los días a ponerse en pie y no dejarse vencer por la tortura del confinamiento, principalmente los primeros cinco meses que permaneció completamente aislado.

La primera visita la recibió 72 días después de su encarcelamiento, luego los encuentros eran cada 42 días y la idea de un próximo encuentro lo mantuvo motivado. "Comenzaba a practicar juegos mentales, terminaba la visita y comenzaba a pensar en las preguntas que le haría a su esposa y las memorizaba", relata.

Unos cinco meses después, cuando lo pusieron como compañero de celda de Walder Antonio Ruiz es que comenzó a crear una rutina de ejercicios que le comenzó a ayudar a liberar el estrés de laprinción, primero inició con sentadillas, luego le agregó las abdominales, y asegura haber salido siendo un experto.

Miguel recuerda que luego se llevaron a Ruiz y en enero del 2022 le pusieron como compañero a Juan Lorenzo Holmann a quien le gusta mucho caminar. “Solo uno podía caminar”, y ellos se organizaban por turnos para conseguirlo.

Para Miguel hubiera sido “tremendo” tener un libro y no se diga de un tablero, pero nunca les permiteron ni siquiera la Biblia.

KEVIN SOLÍS: "UN DÍA A LA VEZ"

Kevin Solís estuvo permaneció tres años encarcelado en una celda de castigo de la cárcel La Modelo. Foto: Cortesía

Kevin Solís nunca tuvo con quién hablar. Pasó tres largos años encerrado en la celda de máxima seguridad de La Modelo que apodan El Infiernillo, donde no entra ni un rayo de luz solar y la temperatura alcanza los cuarenta grados .

Él fue confinado en una celda en la que pasaba en penumbras. Tenía una puerta de metal totalmente sellada y era tan pequeña que “si extendía los brazos pegaba a la pared”, detalla.

En ese lugar su día comenzaba a las 4 de la mañana con el pitido del timbre para la revisión diaria, luego pasaba permanentemente vigilado por medio de cámaras. “Fue difícil sobrevivir”, admite Solís al relatar que sus carceleros no le permitían ni leer ni hacer ejercicios.

“La Biblia me la confiscaron, porque decían que la palabra de Dios dice que se tiene que respetar a las autoridades y que yo me negaba a esa regla”, cuenta el joven que fue capturado el 6 de febrero del 2020, en las cercanías de la Universidad Centroamericana (UCA), en Managua.

“Trataba de tener conversación conmigo mismo, me traté de encontrar, oraba mucho para que el Señor me diera la fuerza de soportar ese lugar. Era un día a la vez”, dice.

Incluso las visitas mensuales era una tortura pare él, ya que nunca pudo recibir un abrazo o si quiera rozar la mano de sus familiares. Siempre los veía separado por un vidrio y escuchaba sus voces a través de un teléfono. Los alimentos que le llevaban se los daban al final del día cuando estaban a punto de dañarse.

Esta era la segunda vez que Kevin Solís estaba preso, la primera fue el 20 de septiembre de 2018, cuando fue procesado y condenado a 23 meses de prisión por los delitos de “entorpecimiento de servicios públicos, y portación y uso ilegal de armas de fuego”. Fue excarcelado el 4 de abril de 2019 mediante régimen de convivencia familiar.

MAX JEREZ SE ENFERMÓ POR LA FALTA DE MOVIMIENTO

Mientras que el líder estudiantil Max Jerez durante más de tres meses, pasó solo en una celda de castigo, su único contacto era con sus carceleros cuando le llegaban a dejar la comida o lo trasladaban a los interrogatorios cuenta el líder estudiantil que fue capturado el 6 de julio del 2021.

Al inicio el líder estudiantil vivió momentos de incertidumbre, desconocía que había pasado con las personas que estaban con él al momento de la captura, qué pasaba afuera.

“El aislamiento estaba provocado para crearte una ansiedad, para provocar un daño psicológico para tenerte en una situación de fatiga, por eso era una medida que laceraba la esencia de la humanidad de las personas”, comparte Max, quien dice que continuará con su activismo para libertad y los derechos humanos en Nicaragua.

En esa celda no había mucho que hacer, acostarse o sentarse eran las dos posiciones en las que pasaba Max, ya que solo podía dar entre tres y cuatro pasos. La falta de actividad física le provocó al joven una afectación en los miembros inferiores producto de una afectación del sistema nervioso.

“En un momento estuve tomando medicación ansiolítica porque las condiciones eran muy duras y todo eso fue muy difícil.   No había nada que hacer allí dentro solo existir, escuchar tus propios sonidos, tus propios pensamientos. Fue muy difícil estar solo”, reflexiona el líder estudiantil.

Luego lo trasladaron a otra celda con otros presos políticos, allí solo podía hablar en voz baja con sus compañeros de encierro, los contactos o gestos no estaban permitidos.

“No había derecho a leer, no había derecho a escribir ni a ningún tipo de esparcimiento”, señala Jerez quien recuerda que el día comenzaba en las primeras horas de la madrugada con la limpieza de la celda, aunque en los últimos días de encierro esa rutina cambió.

Recuerda que a pesar de esas duras condiciones en que los mantuvieron no vio a ninguno de los presos políticos abatidos o derrotado. Los mensajes que recibían cuando permitían las visitas de los familiares, “nos motivaba mucho nos daban sentimiento de esperanza y fortaleza”.

Cuando los sacaban al área de sol, no era un espacio abierto sino una celda de cuatro paredes sin techo, pero con rejas, unos aprovechaban y hacían caminatas se ponían a caminar. A esa área se salía con los compañeros de celda si los tenías sino solo, no eran un espacio para compartir.

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