El Día de las Madres, entre el recuerdo de la masacre y anhelos de justicia
La dictadura orteguista ha sido la responsable de más de 47 muertes en Masaya, desde abril de 2018. Las madres cumples tres años celebrando en su día bajo luto constante y ansias de justicia. “Nos podrán ver sonreír, ver en las calles, pero el dolor que llevamos por dentro es muy grande”, dice una de ellas.
- May 30, 2021
- 04:12 AM
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Día de las Madres, entre el recuerdo de la masacre y anhelos de justicia
La dictadura orteguista ha sido la responsable de más de 47 muertes en Masaya, desde abril de 2018. Las madres cumplen tres años celebrando su día bajo luto constante y ansias de justicia. “Nos podrán ver sonreír, ver en las calles, pero el dolor que llevamos por dentro es muy grande”, dice una de ellas.
MASAYA — Tres días antes de ser asesinado Junior Gaitán López le regaló tres tacitas a su madre. Era el 30 de mayo de 2018 y en la casa de la familia en el barrio San Carlos de Masaya el ambiente era de fiesta. Fue el último Día de las Madres que Aura Lila López celebró junto a su “Pollito”, como le decían de cariño en el barrio.
Esas tacitas y un pequeño altar con fotografías y otros objetos que pertenecían al niño de 15 años son su tesoro. “Recuerdo que él me regaló las tres tacitas y me decía entre bromas que me las vendía a diez pesos, pero luego me dijo que era mentira. Aún conservo las tres tacitas que me regaló ese día sin saber que esa era la última vez que lo iba a tener, esa fue la última vez que me dijo que me amaba mucho”.
El 2 de junio Junior cumplirá tres años de haber sido asesinado de un balazo en el pecho por un policía que lo conocía y a quien le suplicó de rodillas que no lo matara. No tuvo compasión y lo ejecutó en el barrio San Miguel de Masaya, recrimina doña Aura Lila, de 48 años.
Junior es parte de la lista de los al menos 238 ciudadanos asesinados por la dictadura orteguista en la más brutal operación armada contra manifestantes civiles en el año 2018. Cuando doña Aura Lila comienza a recordar a su hijo, las lágrimas la desbordan. Cada detalle que relata sobre el día que mataron a su hijo es como una estocada a su corazón de madre.
Los últimos 30 de mayo han sido un martirio, confiesa. Siente que el corazón se le comprime de solo pensar que ese Día de las madres de 2018 fue el último que estaría “completa”, con sus hijos.
El primero de junio él estuvo en una barricada y nosotros (junto a su papá) lo fuimos a traer porque nunca lo dejábamos hasta medianoche, a él siempre lo cuidamos, y esa noche cuando lo fuimos a traer sus amigos me pidieron que lo dejáramos, pero les dije que no, porque nadie me iba responder. Entonces su papá y yo nos quedamos con Junior en la barricada de Los Membreño hasta las doce de la noche y luego me lo traje.
El dos de junio de 2018 Junior estaba sofocado por querer salir de su casa, pero el portón estaba enllavado. Ese día mataron a Donald López, asesinado por una mujer policía, y fue como un presagio, fue el día más terrible de mi vida que aún no logro superar. Mi niño quería ir a la barricada y le dije llorando
-Mirá mi amor, yo no te quiero dejar salir por eso, yo no quiero ser una madre más en llorar, porque a pesar que (los jóvenes asesinados) no son mis hijos yo los lloro, porque mirá cómo los están asesinando
-No mamita, a mí no me va a pasar nada, respondió y se fue sin saber que esa era la única vez que iba a escuchar su voz, que iba a ver su sonrisa
Ese día el almuerzo de Junior quedó servido en el comedor junto a un vaso de bebida gaseosa. El reloj marcó las cinco de la tarde y no se reportaba. Doña Aura Lila sentía una opresión en el pecho y un inusual dolor de cabeza. Recuerda que al entrar al cuarto vacío de su hijo se soltó en llanto y le pidió a Dios que no la “castigara con una desgracia”. Entonces se abrazó junto el su hijo menor buscando fuerzas.
“De repente mi sobrina le dijo a mi hija, que habían matado a Junior, entonces yo salí corriendo y preguntaba muy desesperada dónde me lo tenían, y me respondieron que en (la parroquia) San Miguel. Yo salí disparada (a prisa), narra.
Recuerda que un joven la trasladó a bordo de una motocicleta y se iba abriendo paso entre las barricadas que pobladores de Masaya habían levantado para defenderse de los ataques de policías y parapolicías. “Abran las barricadas que aquí va la mamá del muchacho que acaban de asesinar”, les gritaba hasta que llegaron a la parroquia San Miguel.
En el garaje de la iglesia había un tumulto, la mayoría eran personas que estaban en las barricadas, y entre empujones la madre del menor avanzaba, aún aguardaba la esperanza de que el jovencito tendido con un impacto de bala en el tórax no fuera su “Pollito”, pero lo reconoció inmediatamente.
“Tenía su carita tapada con un trapo y un disparo en el pecho. Yo solo esperaba que despertara, le pregunté al Padre (Edwin Román) ¿por qué?, y él me dijo que uno no sabe los propósitos que tiene Dios con él”, recuerda mientras las lágrimas ruedan por sus mejillas.
Desde ese día en la casa de los Gaitán López se apagó la alegría, nada volvió a ser igual, tampoco ella es la misma, confía.
A pesar del apoyo de su esposo, el amor de su familia y terapias sicológicas “en mi corazón siempre sigue el vacío de él”, confiesa.
“La sicóloga me dijo: `Usted no lo va a olvidar porque es su madre´, entonces desde los nueve días yo puse un altar con la foto de él y me dijeron que si me siento bien teniendo ese altar pues que lo tenga, lo que pasa es que yo siento que ese es su espacio, ese es su lugar en la casa y ahí lo quiero tener”.
En estos casi tres años de duelo ha rogado a Dios que le conceda abrazar a su hijo aunque fuese en sueños y cree que obtuvo ese favor el 7 de diciembre de 2019. Soñó con Junior, ella estaba en su cama y le dijo: `Tú eres mi mamita espectacular, yo te amo tanto´, la tomó de la mano y la abrazó. Entonces se despertó gritando a su esposo ¡Javier, aquí está Junior!
“Mi mensaje para todas las madres que han perdido a sus hijos en este contexto es que no olviden que tenemos el amor de nuestras familias, y principalmente el amor de Dios porque es el que nos ha ayudado a salir adelante, porque sin Él no somos nada. Y yo les digo a las madres que nos podrán ver sonreír, ver en las calles, pero el dolor que llevamos por dentro es muy grande”.
En la casa de Darwin Potosme José, de 34 años, se conserva una bandera de Nicaragua y unos trofeos ganados por el equipo que dirigía en la Liga del Salesiano de Masaya al que pertenecía. Su madre, reclinada en una silla mecedora de madera lo recuerda como un excelente artesano. Trabajaba el cuero y también se dedicaba a la pintura y la artesanía. Su sueño era abrir una tienda de calzado de cuero para damas, pero lo asesinaron.
El 19 de abril (de 2018 en Masaya) él venía de trabajar cuando se encontró con la marcha de los autoconvocados y en ese momento la Policía le tiró un balinazo y vino herido a la casa, entonces el tomó conciencia de que no era posible que la quitaran parte de la pensión a los jubilados, más que yo soy jubilada, entonces mi muchacho decidió meterse a la lucha. Nosotros apoyamos la lucha de cualquier manera, y mi hijo se integró de lleno. Recuerdo que él iba a apoyar a las barricadas que estaban en El Coyotepe, hasta la salida de Masaya.
El 17 de junio por la mañana, nos vienen a avisar que a Darwin lo habían matado, entonces me dijeron que lo llevaban para la Cruz Roja, pero en lo que voy para allá ya mi otro hijo venía con el cuerpo, yo lo reconocí por sus botas.
Cuando entraron a la casa con el cuerpo de mi hijo, un médico amigo me dijo que lo iba a preparar, y me dijo que lo viera, y me estremeció verlo con su cabeza desbaratada, eso fue impactante, entonces como yo soy enfermera, les dije que yo iba a preparar a mi hijo porque no lo iba a dejar así con parte de su cara desfigurada, y con mucho algodón le rellené su cabecita, y lo compuse hasta que su cara quedó mejor, como si estaba dormido, prácticamente le formé su cara, le mejoré lo más que pude su rostro, yo me puse muy fuerte porque mis dos hijas estaban desgarradas. Pensé que tenía que ponerme fuerte”
Algunas veces mientras camina sola por las calles de Masaya lo recuerda y la invaden las ganas de llorar. Cada quince días va dejar flores a la tumba de su hijo y con rosario en mano conversa con él.
Ese mismo dolor enfrenta doña Candelaria Díaz. En los últimos días ha pasado llorando al recordar a su hijo Carlo Manuel Díaz, asesinado el 30 de mayo de 2018.
A mí me decían que él andaba en la lucha, pero yo no me daba cuenta. Él trabajaba en una zona franca y no era vago, porque tenía dos niñas a quienes mantener. Esa noche era el Día de las madres, él me había felicitado por la mañana y me había dicho cuanto me amaba, ya en horas de la noche me hizo la última llamada para decirme que iba para su casa, pero en ese momento estaba la balacera contra las barricadas, luego me dijeron que mi hijo estaba con un disparo y tendido en la placita de Monimbó.
Yo lo iba a ver, pero al llegar por El Molino de Barrio me gritan que se lo iban a llevar en la ambulancia. Llegué al hospital porque tenía esperanza que podría estar vivo, pero no duramos ni cinco minutos cuando un doctor salió y me dijo que él había fallecido. Mi fortaleza ha sido solo Dios, y casualmente en estos días he estado muy deprimida porque era mi único hijo varón, porque solo tuve dos, varón y mujer y soy madre soltera, por eso llevan mi apellido. Él siempre estaba pendiente de mi porque yo soy (trabajadora) domestica y siempre preguntaba si ya había llegado a mi casa. Ahora me deprime estas cosas de los partidos políticos, lo que me hace pensar que nuestros hijos murieron por nada. ¿Dónde está el esfuerzo de ellos por ver un país libre? Eso no es duele en estos días a las madres.
Masaya ya no es la misma desde 2018. La Insurrección de Abril dejó heridas profundas en esta ciudad. La ciudad quedó devastada, y solo se percibe una tensa calma, mientras la población trata de asimilar que muchos de sus hijos están en un cementerio, exiliados o encarcelados. Aunque se trata de reactivar la economía, esta ciudad no duerme y de vez en cuando se escuchan algunas bombas que son detonadas por opositores al régimen como un símbolo de la resistencia cívica.
Desde la Ciudad de las Flores, el autoconvocado Yubrank Suazo, quien vivió en carne propia la embestida del régimen en esa ciudad al encarcelarlo el 10 de septiembre de 2018 en Chinandega, relata lo que ha vivido Masaya en estos últimos tres años.
"A tres años de los lamentables acontecimientos donde hubo casi una decena de jóvenes asesinados por grupos paramilitares y policías armados, - con orientaciones u órdenes del orteguismo con el fin de reprimir y acallar las voces de quienes exigían libertad y quienes todavía continúan hoy más que nunca exigiendo justicia por esa sangre derramada- esta tiende a ser una fecha de conmemoración y de continuar exigiendo que quienes cometieron los crímenes y quienes dieron las órdenes sean sentado en el banquillo de los acusados", manifiesta Suazo, excarcelado político del régimen.
Suazo considera que después del 2018, cuando estallaron las protestas antigubernamentales, la conmemoración del 30 de mayo, "que era una representación genuina del Día de las Madres", ese enfoque "se desvirtuó debido a la masacre que hubo en 2018".
"Esa misma realidad que vivieron una decena de madres en Managua es el mismo dolor que se repite en nuestra Masaya, esa Masaya aguerrida, altiva que ha dado muestras de una constante resistencia a pesar de que las circunstancias y la represión ha ido en un aumento alarmante", señala el excarcelado político.
El excarcelado de Masaya cree que aunque Masaya ha sido un bastión de lucha constante con el régimen, no es una realidad que solo viva en esa ciudad.
"Todos los nicaragüenses tienen una realidad de asedio y persecución. Eso no se vive únicamente en Masaya si no en la mayor parte de los municipios y particularmente en contra de todos aquellos que han sido referencia de esta lucha azul y blanco", dijo Suazo.