El fiasco de la unidad de la oposición

Analistas políticos detallan los errores “fatales” que cometió la oposición en el proceso de unidad. Expertos coinciden en que debieron dejar las diferencias ideológicas para construir un frente común contra Ortega.

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  • November 06, 2021
  • 11:51 PM

La sangre que corrió desde abril de 2018, — 325 nicaragüenses fueron asesinados por fuerzas represivas del régimen — pudo ser suficiente compromiso y motivación para que los opositores a Daniel Ortega lograran la unidad buscada desde hace más de 20 años. Pero no lo fue. 

Ante ese “fiasco”, Ortega va a votaciones este 7 de noviembre, en las que consolidará el régimen dinástico de los Ortega - Murillo. ¿Pero tiene alguna responsabilidad la oposición nicaragüense? Cinco analistas consultados por DESPACHO 505 coinciden que sí. 

En palabras del sociólogo Óscar René Vargas se combinaron al menos cuatro elementos para que fracasara el proceso de unidad de la oposición nicaragüense: faltó una estrategia para derrocar a la dictadura orteguista, relucieron las ambiciones de poder, todos querían controlar el movimiento opositor y también hubo mucho sectarismo.


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La Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, nacida en el marco de las protestas de las ciudades, se dispersó en otra organización, la Unidad Nacional Azul y Blanco. Y estas dos fundaron otra, la Coalición Nacional. 

De ahí empieza un largo camino de intento de unidad que se hizo más empedrado a medida que se acercaban las elecciones, y aparecían los vehículos en las agrupaciones querían participar: el Partido Restauración Democrática (PRD) y Ciudadanos por la Libertad (CxL).

El académico Ernesto Medina, exmiembro de la Alianza Cívica, considera que los opositores no hicieron un buen análisis de la situación de Nicaragua, pero especialmente cometieron un error de cálculo al medir la magnitud de Daniel Ortega como contrincante.

Medina afirma que la oposición falló al ponerse a elaborar listas de candidatos y planes de gobierno cuando todavía no tenían amarrada la unidad opositora y tampoco se había discutido una reforma electoral correcta, que permitiera a las organizaciones que no eran partidos políticos participar en las elecciones.

Las consecuencias de esta falta de unidad en la oposición son letales para Nicaragua, explican diversos analistas. Le permitió a Ortega tratar de ganar tiempo y buscar la legitimidad a través de unas elecciones que son evidentemente una farsa, pero que de alguna manera los opositores avalaron cuando se pusieron a presentar precandidaturas.

Analistas como Medina, Moisés Hassan, Óscar René Vargas, el exjefe contra Enrique Zelaya y otros que pidieron el anonimato, coinciden en que la responsabilidad de que no se dio la unidad opositora recae sobre CxL y su presidenta Kitty Monterrey, quienes excluyeron a varios actores de la oposición, muchos de ellos por tener orígenes sandinistas.

También influyó el afán de protagonismo de algunos líderes y la salida de la Alianza Cívica de la Coalición Nacional.

La Alianza Cívica y la Unidad Nacional fundaron la Coalición Nacional. A mediados de 2021, la Alianza decidió abandonarla y plegarse a Ciudadanos por la Libertad. Cortesía / EFE

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Antes de abril de 2018, explica Ernesto Medina, parecía que en Nicaragua nada pasaba. Solo dos hechos pueden resaltarse como actos de oposición contra la ya formada y consolidada dictadura de Daniel Ortega: la protesta de los adultos mayores en 2013, conocida como #OcupaINSS y la lucha del movimiento campesino en contra de la ley canalera.

La falsa normalidad se resquebrajó en abril de 2018. Tras decenas de muertos en Nicaragua en el marco de las protestas ciudadanas, los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) anunciaron que el Gobierno  de Ortega buscaba un Diálogo Nacional.

Se instala la mesa y son llamados sectores académicos, miembros de la sociedad civil y empresarios. El grupo no tiene identidad aún, pero a partir de ahí comienzan a llamarse Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia.

El académico Ernesto Medina critica que en ese momento no se cuestionó la representatividad de las personas que conformaron la mesa del diálogo.

Cuando el diálogo no llegó a buen puerto, la Alianza Cívica quedó constituida como una fuerza con un comité ejecutivo que le dio verticalidad pero junto a ella comenzó a organizarse otro grupo: la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB). 

Eran un grupo de organizaciones que no habían formado parte de la mesa del diálogo pero se acercaron a la Alianza Cívica para coordinar mejor él mecanismo de participación de todos los sectores en la lucha contra la dictadura de Daniel Ortega.

La UNAB, en palabras de Medina, “fue un esfuerzo genuino en busca de la unidad en el que participaron la Alianza Cívica y más de 40 organizaciones, muchas de ellas surgidas al calor de las movilizaciones de abril”, entre las que destacan el Frente Amplio por la Democracia (FAD), la Articulación de Movimientos Sociales, Movimiento por Nicaragua, diversos movimientos 19 de Abril de departamentos y municipios, Movimiento Autónomo de Mujeres, la Mesa Nacional LGBTIQ+ Nicaragua, Movimiento Costeño Autoconvocado, Bloque del Norte, Red Local y Hagamos Democracia.

En un primer momento nadie le preguntaba al otro a qué partido pertenecía, lo importante, dice, era marchar juntos contra Ortega, pero llegó un momento en que se comenzó a mostrar preocupaciones por las ideologías de los miembros de la Alianza Cívica y de la UNAB.

Llegó un momento en que se decidió que tanto la Alianza Cívica como la UNAB se separaran, lo cual generó mucha confusión entre la población, resentimiento entre los miembros de los movimientos y una competencia porque cada organización se quería fortalecer en los territorios, con los mismos líderes locales.

Sin embargo, tanto la Alianza Cívica como la UNAB decidieron crear una alianza estratégica y de ahí nació lo que se conoció como la Coalición Nacional (CN).

La Alianza Cívica fue la primera que comenzó a reunirse con partidos políticos como el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), el Partido Conservador (PC), el Partido de la Restauración Democrática (PRD) y el partido regional Yatama de la Costa Caribe.

Esas conversaciones de la Alianza Cívica con partidos políticos causaron molestias entre algunos miembros de la UNAB. Pero llegó un momento, a mediados de 2019, cuando se comenzó a discutir si la Coalición Nacional sería inclusiva, incluyendo a partidos políticos, o si iba a cobijar a unos sí y a otros no.

Al final se decidieron por la inclusión y se anunció la creación de la Coalición Nacional, el 25 de febrero de 2020, fecha significativa porque fue el día en que Violeta Barrios de Chamorro venció a Daniel Ortega en las elecciones de 1990.

Este esfuerzo se vino abajo debido a la presencia de los partidos políticos, quienes — como eran los que  tenían casilla para participar en las elecciones — comenzaron a poner condiciones. Los miembros de la Alianza Cívica comenzaron a sentirse irrespetados y desplazados, recuerdan las fuentes cercanas. 

Hasta ese momento, no se había empezado la discusión con la búsqueda de unas verdaderas reformas electorales que permitieran la creación de nuevos partidos y que las elecciones se realizaran con los más altos estándares de calidad. Daniel Ortega aprovechó ese error y realizó en la Asamblea Nacional su propia reforma electoral, que fueron considerada como una burla.

De esa manera, en la Coalición Nacional se vieron obligados a buscar alianzas con los partidos políticos con personalidad jurídica.

Sin embargo, hubo crisis dentro de la Coalición. Los de la Alianza Cívica, al sentirse relegados, decidieron salir de la Coalición Nacional y posteriormente hicieron alianza con CxL, un partido que había rechazado integrarse a la Coalición.

La presidenta de CxL, Kitty Monterrey, continuó con su posición sectaria y comenzó a desconocer la existencia de la UNAB, de la Coalición Nacional y no permitió la inclusión de los opositores que alguna vez estuvieron en las filas del sandinismo, como los de Unamos (antes MRS).

Los partidos políticos se dieron cuenta que eran necesarios y comenzaron a imponer sus condiciones pero Ortega comenzó a encarcelar a los precandidatos presidenciales que suponían un peligro para él, empezando por Cristiana Chamorro, Juan Sebastián Chamorro, Arturo Cruz, Medardo Mairena, Félix Maradiaga, Miguel Mora y Noel Vidaurre.

Seguidamente, Ortega también eliminó las personerías jurídicas a partidos como el PRD y luego al propio CxL.

En las elecciones del próximo 7 de noviembre, Ortega se enfrentará a candidatos poco conocidos de partidos como el PLC, Camino Cristiano Nicaragüense (CCN), Alianza Liberal Nicaragüense (ALN), Alianza por la República (APRE) y Partido Liberal Independiente (PLI).

Un analista político que pidió el anonimato indicó que la unidad de la oposición en 2021 no se logró principalmente por la persistencia de CxL y de su presidenta de excluir por prejuicios ideológicos a sectores opositores democráticos que tenían toda la voluntad de formar una gran unidad.

“No quisieron entender que no se trataba de izquierda y derecha, sino de dictadura versus democracia. También influyó el afán de protagonismo de algunos líderes y la retirada de la Alianza Cívica de la Coalición Nacional”, indicó la fuente consultada DESPACHO 505 para este reportaje.

Otro error que le atribuyen a los opositores es que se pusieron a esperar que la solución a los problemas de Nicaragua se resolvieran desde afuera y no desde adentro, dice otro experto, en referencia a que esperaban que la comunidad internacional hiciera retroceder al dictador.

Los analistas señalan a Kitty Monterrey de haber sido un obstáculo en la unidad de la oposición. Cortesía / D505

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La falta de la unidad en la oposición en este año 2021 le trajo beneficios a Daniel Ortega, empezando porque le permitió elevar su nivel de represión.

Con la cancelación de las personerías jurídicas del PRD y CxL, Daniel Ortega dejó fuera del proceso electoral a las dos fuerzas opositoras más importantes y, a la vez que encarceló a dirigentes políticos, periodistas y líderes de opinión, el dictador dejó claro que en Nicaragua “las cosas se hacen a su manera”, explica el académico Ernesto Medina.

“El país que Ortega está configurando es uno donde nadie podrá ejercer su derecho a pensar diferente, a recibir apoyo financiero de nadie, a expresar ninguna opinión contraria al pensamiento oficial. Creo que nadie en su sano juicio quiere vivir en un país así”, indica Medina.

El sociólogo Óscar René Vargas señala que la estrategia de Daniel Ortega, desde abril de 2018, ha sido siempre la de ganar tiempo, y la falta de unidad opositora en este año 2021 también le está dando tiempo para buscar la legitimidad que tanto necesita, pero que le es difícil de alcanzar.

Los analistas coinciden en que difícilmente la comunidad internacional reconocerá como legítimas las votaciones de este año 2021 en Nicaragua, lo cual acarreará mayor aislamiento para el país y que Ortega se acerque aún más a países con cero credibilidad democrática como Rusia, China continental, Venezuela y Cuba.

También consideran que los actuales líderes opositores, especialmente los que dificultaron el proceso de unidad opositora, deberían de renunciar y darle paso a nuevos rostros en los liderazgos.

Pero el académico Ernesto Medina considera que a pesar de todo, esos líderes todavía le pueden servir a Nicaragua si recapacitan, especialmente quienes se dedicaron a promover candidaturas presidenciales y planes de gobierno y hoy están en las cárceles de las dictaduras.

Con las protestas de abril de 2018, surgieron nuevos líderes opositores, sin embargo, a juicio de los analistas políticos, fueron absorbidos por el viejo liderazgo, especialmente los que militan en partidos políticos.

El presidente de Hagamos Democracia, Luciano García,  cree que la oposición ha hecho lo que puede en medio del adverso panorama de represión, sin embargo afirma que debe haber un proceso de unidad para enfrentar a Ortega después del proceso de hoy. 

“En la medida que pase el tiempo se tiene que reconfigurar”, dice. Sin embargo, los líderes que están en el exilio siguen mostrando diferencias ideológicas irreconciliables. 

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