El Estado no sólo desatiende la obligación de protección hacia las mujeres sino que ha cerrado los espacios de la sociedad civil que las atendían en diversas áreas. Casi 110 organizaciones no gubernamentales han sido ilegalizadas, de las cuales 30 atendían a mujeres. La indefensión se profundiza en la Nicaragua rural.
MADRIZ, BLUEFIELDS Y MATAGALPA — Un día cualquiera de 1996, la campesina M. E. Cruz se dio cuenta de que tenía derecho a una parcela de tierra. Pensó en algún momento que solo su cónyuge, un campesino de 40 años, curtido en la guerra civil de la década de 1980, tenía ese derecho, y por lo tanto su papel estaba relegado a las labores domésticas y al cuidado de sus tres hijos pequeños. Pero ella lo supo porque un grupo de mujeres de la Asociación Colectivo de Mujeres de Matagalpa llegó a la comunidad remota del Norte del país a brindar capacitaciones sobre temas de empoderamiento y derechos femeninos.
Fue así que consiguió que una parcela fuese suya y con los años, convertida en lideresa tras un proceso de aprendizaje en derechos, fundó una cooperativa de mujeres que se encargaban de empoderar a otras en pro de la tenencia de tierra. Pero también informaba sobre los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres y violencia de género. “Sin el apoyo de la organización (Asociación Colectivo Mujeres de Matagalpa) no hubiera asumido que yo también tengo derechos”, dice la mujer sentada en una mecedora de su pequeña finca en la comunidad La Cumplida, a 47 kilómetros de la cabecera departamental de Matagalpa.
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Pero esa organización, que en la década de 1990 empoderó a decenas de mujeres de las montañas de la región Norte de Nicaragua, fue ilegalizada por el régimen de Daniel Ortega al cancelarle la personería jurídica el 26 de agosto de 2021, junto con otras 14 oenegés. Ese día M. E. Cruz sintió tristeza porque la conciencia por el empoderamiento de las mujeres había llegado a esa zona gracias a la labor de las organizaciones como el Colectivo de Mujeres de Matagalpa. “Yo pensé que con el cierre de la radio bastaría, pero este Gobierno no quiere que las mujeres nos empoderemos”, dice, mientras añora los años en que las campesinas hacían círculos para debatir sobre el ideario feminista.
Antes de 2021, el régimen de Daniel Ortega había despojado a esa organización de un proyecto de radio comunitaria llamado Radio Vos de Mujeres, un espacio dirigido a mujeres y con el que, entre otras cosas, se creaba conciencia sobre la violencia de género. En julio de 2015, el Instituto Nicaragüense de Telecomunicaciones (Telcor) cerró la pequeña estación radial y confiscó los aparatos de transmisión. “¿Sabe qué es lo doloroso?”, pregunta M. E. Cruz para luego responderse ella misma: “Lo doloroso es que todas las organizaciones nacimos con la Revolución sandinista”. La revolución que ella misma apoyó.
El cierre de esa organización el año pasado es parte de la estrategia de la dictadura de aniquilar los espacios de la sociedad civil disidentes, y que se fortaleció en los últimos meses con la cancelación masiva de las personerías jurídicas de 107 organizaciones de diferentes tipos, y de las que 58 son organizaciones no gubernamentales ubicadas en comunidades nicaragüenses. “La mayoría de las 107 organizaciones a nivel nacional son organizaciones de mujeres”, dice Violeta Delgado del Movimiento Autónomo de Mujeres (MAM). El régimen se valió de la Asamblea Nacional para arrasar con esas organizaciones de base, con la sanción de la Ley de Agentes Extranjeros. La norma, aprobada el 15 de octubre de 2020, controla los fondos que reciben las oenegés y las obliga a que se inscriban como “agentes extranjeros”.
Además, Ortega ha atacado a las organizaciones de la sociedad civil, tanto las nacionales como las internacionales, al señalarlas sin pruebas de lavadoras de dinero y golpistas. El cierre más reciente es el del Movimiento Autónomo de Mujeres Trabajadoras y Desempleadas María Elena Cuadra, liderado por la feminista Sandra Ramos, que brindaba talleres de formación, empleo, procesos de paz y emporamiento.
En Nicaragua, esas organizaciones no gubernamentales implementaban sus proyectos de desarrollo, prevención de la violencia de género y empoderamiento principalmente en regiones rurales donde la pobreza es profunda. El 7 de octubre de 2020, el Secretariado de Organizaciones No Gubernamentales en Nicaragua, una organización independiente y conformada por “32 organizaciones de cooperación solidaria para el desarrollo”, publicó una carta abierta en la que se dirigió a la Asamblea Nacional para hacerle ver que estas manejaban 25.5 millones de dólares anuales que benefician a más de 550,000 personas de las comunidades más remotas del país.
Muchas de estas organizaciones internacionales beneficiaban a colectivos territoriales que empoderaban a las mujeres de Nicaragua. Con el cierre masivo, ha quedado la incertidumbre y el temor que la violencia machista aumente. “Con estas organizaciones no solo defendíamos el derecho a la tierra, también defendíamos el derecho a decidir por nuestras vidas y cuerpos”, dice la campesina M. E. Cruz. Su sueño de empoderar y proteger a más mujeres quedó truncado.
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