Monseñor Báez: “Somos amenazados y perseguidos por las fuerzas oscuras hostiles al evangelio, pero somos los testigos de Jesús”
Recuerda que la Iglesia tiene una misión y deben cumplirla, porque es parte del plan de Dios. Sus palabras se dan en momentos de persecución contra la sacerdotes por parte del régimen.
- May 29, 2022
- 10:02 AM
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Monseñor Silvio Báez, obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, dijo en su homilía de esta mañana que los sacerdotes, discípulos de Jesús en este tiempo, “somos amenazados y perseguidos por las fuerzas oscuras hostiles al evangelio, pero somos los testigos de Jesús”, por lo que llamó a los creyentes a ser valientes.
La reflexión del día correspondió al pasaje bíblico en el que Jesús les anunció que padecería, que resucitaría, y que sus discípulos debían cumplir con el plan de Dios de predicar su palabra cuando él ya no estuviera "porque habría de ascender al Padre".
Dijo que la iglesia celebraba la fiesta de la Ascensión del Señor, "celebramos que Jesús Resucitado ha entrado para siempre en el mundo de Dios, lleno de gloria y de poder, dando inicio así a la misión de la Iglesia, llamada a continuar su obra en el mundo”, dijo Báez.
"PERSEGUIDOS, PERO SOMOS TESTIGOS DE JESUS"
Recordó, que es partir de esa ascenso que inicia una nueva etapa para el proyecto de Dios. “Se trataba de ir adelante sin la presencia física de Jesús”, comentó. "Jesús –señala el religioso - les dice a sus seguidores claramente: Ustedes son testigos de todo esto”.
“No les pide que sean maestros que enseñen doctrinas complicadas, ni profesionales de la religión dedicados a realizar ritos misteriosos, ni tampoco dueños de una institución sagrada dominando por encima de los demás. (…) Debemos ser testigos valientes del amor y del perdón, de la justicia y de la esperanza”, dijo Báez.
Recordó que la iglesia es testigo de Jesús, aún “con debilidades y limitaciones, con miedos y caídas” como ocurrió con los discípulos “pero somos testigos de Jesús”. “Caminamos entre el consuelo de Dios y las incomprensiones del mundo, muchas veces nos sentimos incapaces y nos parece que la misión recibida de Jesús es imposible de cumplir, pero somos sus testigos. “Somos amenazados y perseguidos por las fuerzas oscuras hostiles al evangelio, pero somos los testigos de Jesús”, explicó.
El obispo Báez recordó que Jesús ya no está físicamente presente, le ha dejado a la iglesia el espacio, para que "seamos protagonistas", dijo. Señaló que la presencia de Jesús "no quiere limitar nuestra libertad. De ahora en adelante la Iglesia deberá llevar adelante la obra de Jesús. El anuncio del evangelio ha sido confiado a nuestro corazón, a nuestra mente, a nuestras manos”, recordó.
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CONTRA LA FALSA NORMALIDAD
El religioso dijo que a es a la iglesia a la que toca entonces “defender la vida humana e introducir esperanza en nuestro mundo herido. Como ha expresado recientemente la Conferencia Episcopal de Estados Unidos en relación con los niños asesinados en Texas, nos toca a nosotros, implorar a nuestros funcionarios electos que nos ayuden a tomar medidas”, para detener la “epidemia de maldad y de violencia”, refirió.
“Nos toca a nosotros –agregó-- también luchar contra la falsa normalidad que quieren imponer sobre los pueblos oprimidos los poderes despóticos. Nos toca a nosotros acercarnos a los pobres y a las víctimas llevándoles el consuelo de Dios y asegurándoles el triunfo de la justicia. Todo esto es misión nuestra”, reflexionó.
“No esperemos que Dios lo haga todo, no basta rezar. Aún con nuestros miedos y nuestra pobreza, debemos arriesgarnos. Somos los testigos del amor y de la vida nueva del Señor Resucitado”, llamó el religioso.
Dijo Báez que “Jesús ha querido llenar con su presencia la vida y la misión de la Iglesia. En las noches de la misión, Jesús brilla como luz apacible que ilumina y consuela a la Iglesia; en la debilidad y la persecución, él la fortalece con su amor para que no desfallezca”, añadió.
Al finalizar llamó a los presentes a recordar que ahora Jesús “vive glorificado a la diestra del Padre, pero vive también en la historia, en la Iglesia y en el corazón de cada uno de nosotros, atrayendo todo hacia la Jerusalén del cielo". Recordó que en ese lugar "ya no habrá muerte ni llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo habrá pasado”.