La historia de Roberto Büschthing, el matagalpino preso por llevar agua a las madres

Este año volvió del exilio en Costa Rica porque ya no podía mantenerse en ese país. No pudo regresar a Matagalpa porque las amenazas seguían vigentes y decidió quedarse en Managua. El activismo político fue su única salida.

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  • November 18, 2019
  • 07:00 AM

Este año volvió del exilio en Costa Rica porque ya no podía mantenerse en ese país. No pudo regresar a Matagalpa porque las amenazas seguían vigentes y decidió quedarse en Managua. El activismo político fue su única salida.

El 30 de junio de este año Roberto Büschthing, de 21 años, regresó de un exilio de 10 meses y 26 días en Costa Rica. Desde su regreso no había podido llegar libremente y en plena luz del día a su natal Matagalpa para ver a su madre. Se quedó en Managua en una “casa de seguridad”, durmiendo en el piso, comiendo lo que pudiera, sin poder volver a la universidad y tampoco trabajar.   

El activismo político contra el régimen de Daniel Ortega se había convertido en la única salida para mantenerse ocupado. “No tenía más opciones”, reconoció a Despacho 505 en una entrevista para el reportaje “Era la casa o la calle, volvimos del exilio por necesidad”.  

El joven es miembro de la Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia y de la Unidad Nacional Azul y Blanco.

“¿Qué pasa si dejo mi activismo?”, se preguntó. “Me quedo con el color, las amenazas y con todo. Me pueden echar preso o me pueden matar más rápido”, se respondió.   

Hoy, Roberto Büschthing es parte del grupo de 16 jóvenes presentados por la Policía Orteguista como delincuentes y terroristas, detenidos por haber intentado llevar agua a diez mujeres familiares de presos políticos, que se mantienen en huelga de hambre en la parroquia San Miguel Arcángel de Masaya. 

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El delito, según la Policía Orteguista, es atentar contra la seguridad pública de la sociedad nicaragüense.  Según la institución, los detenidos llevaban 12 artefactos explosivos, una escopeta, tres revólveres, cuatro armas de fuego artesanales calibre 12, todas con las series borradas.  

Sin embargo, videos del momento de la detención difundidos en redes sociales demuestran que no iban armados y lo único que llevaban a Masaya era agua para las madres de presos políticos en huelga de hambre.   

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ASÍ SE INVOLUCRÓ EN LA LUCHA CÍVICA DE ABRIL  

En Matagalpa es reconocido por su activa participación y organización de las protestas contra el régimen. Desde su facultad, siendo estudiante de segundo año de Economía, se organizó junto a sus compañeros para protestar contra la imposición de las reformas al Seguro Social en abril de 2018, que días después se transformaron en un clamor nacional que pedía la salida de Daniel Ortega del poder.   

Ser un líder universitario le trajo consecuencias. El 28 de julio de 2018, en una de las protestas estudiantiles más grandes que vivió Matagalpa, Büschthing estuvo a punto de morir. Iba al frente de la manifestación deteniendo el tráfico, despejando vías y previendo la llegada de paramilitares.    

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Finalmente, llegaron. Lo encañonaron con armas AK 47 y le dijeron: “Hasta aquí llegaste chavalo hijo de puta”.   “Esas palabras no se me van olvidar nunca, sentí que hasta ahí iba llegar mi vida”, recuerda. Se quedó con la bandera de Nicaragua en alto y sus amigos o “compañeros de lucha”, como les llama, intervinieron en grupo para evitar que lo mataran.    

EL EXILIO   

El 4 de agosto del año pasado salió de Nicaragua. Cruzó la frontera sur de manera ilegal a través de un “punto ciego”. Solo llevaba una mochila con dos pantalones y tres camisetas. Al llegar a Costa Rica vivió en un refugio compartiendo con más de 60 personas en un mismo lugar. Había un comedor donde solo les daban un tiempo de comida, generalmente la cena.    

En ese refugio estuvo tres semanas. Después se fue a una casa por tres semanas más. Luego se mudó a un pequeño apartamento con un grupo de amigos donde estuvo cuatro meses. El lugar estaba diseñado para dos personas, pero llegaron a vivir doce. Todos exiliados de Matagalpa. La comida llegaba a la casa a través de donaciones.    

Finalmente, en enero, antes de su retorno a Nicaragua, se trasladó a otra casa con un grupo de 12 personas.    

LA NECESIDAD LO TRAJO DE REGRESO  

Al llegar a Costa Rica, Büschthing solicitó refugio y pasaron nueve meses para que le dieran un permiso de trabajo, pero con el documento no llegaba el contrato. En un mercado laboral saturado, no logró conseguir un empleo. La desesperación, el hambre y la frustración lo obligaron a regresar a Nicaragua, aunque estaba claro que no tenía garantías de seguridad.    

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“Ya no aguantaba estar en Costa Rica. Me tocaba prestar 500 colones (unos 29 córdobas) para poderme movilizar a reuniones de la diáspora. El 31 de junio decidí volver también de manera ilegal”, relata.    

Desde el 30 de junio cuando volvió al país solo había ido a Matagalpa en tres ocasiones. Llegaba de noche y salía de madrugada. No podía tener vida social, movilizarse libremente ni tampoco ver a sus amigos. La amenaza de los paramilitares, que hasta ahora se mantiene, es que si lo ven en Matagalpa lo van a matar.    

Ahora este joven está a la espera de un juicio porque según la Policía Orteguista, representa un atentado contra la seguridad de la sociedad nicaragüense.  

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