La Iglesia Divina Misericordia, seis años después del ataque: misas bajo vigilancia, tensión y homilías "suaves"
En la Iglesia Divina Misericordia, en Managua, "se respira miedo". Los vigilan y graban todo el tiempo y las marcas de balas en las paredes son un recordatorio para los fieles de lo que es capaz el régimen Ortega-Murillo: "Es peligroso hablar"
- Managua, Nicaragua
- July 13, 2024
- 06:29 AM
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Un tenso silencio reina en los pasillos de la Iglesia Divina Misericordia. Las misas son rápidas y las homilías son cuidadosamente preparadas para no aludir a nada relacionado con los problemas que se profundizan en Nicaragua tras seis años de crisis. En las paredes del templo, aún son visibles los impactos de las balas del ataque ocurrido el 13 de abril de 2018, cuando el templo sirvió de refugio a jóvenes que hasta entonces estuvieron atrincherados en Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua), situada detrás de esa iglesia.
Los feligreses aún resienten la ausencia del padre Raúl Antonio Zamora Guerra. “Nos hace mucha falta nuestro párroco. Siempre nos daba una palabra de esperanza y de fe. Siempre estuvo al lado de la iglesia y tenía claro el versículo: “el buen pastor da la vida por sus ovejas”. Siempre fue cercano a sus feligreses”, cuenta con voz baja una visitante asidua del templo.
El día del operativo armado en la Divina Misericordia, el religioso junto al padre Erick Alvarado, al ver el uso desproporcionado de la fuerza, tomó la camioneta del templo y en medio de las balas salió a rescatar a universitarios que habían quedado atrapados en las barricadas, un acto heróico por el que muchos le recuerdan con alta estima, pero que la dictadura le cobró enviándolo a prisión.
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El 29 de diciembre de 2023 a altas horas de la noche, la dictadura secuestró al padre Raúl Zamora cuando se encontraba en la casa cural. Su detención arbitraria fue parte de una redada contra sacerdotes como parte del recrudecimiento de la represión de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo a la Iglesia católica. Ese 29 de diciembre, también fueron llevados a la cárcel y mantenidos como desaparecidos los sacerdotes Silvio Fonseca, párraco de la iglesia Santa Faz y vicario de Familia, Niñez y Juventud de la arquidiócesis de Managua; y el padre Mykel Monterrey párroco de la iglsia Nuestra Señora de Candelaria, también de la capital.
Días antes había sido apresados Monseñor Carlos Avilés, el sacerdote Héctor Treminio de la iglesia Santo Cristo de Esquipulas, el padre Fernando Calero de la parroquia Nuestra Señora de Fátima de Rancho Grande, Matagalpa; y monseñor Marcos Díaz vicario de la iglesia Santo Tomás Apóstol de Corinto, Chinandega.
El 15 de enero de 2024, junto a los obispos Rolando Álvares e Isidoro Mora y a otros 15 sacerdotes que en 2018 jugaron un papel importante en la defensa del pueblo, el padre Raúl Zamora fue desterrado a Roma.
Desde que ocurrió el ataque y tras la detención y destierro de su guía religioso, los fieles evitan participar masivamente de cualquier actividad religiosa en la Divina Misericordia. Dicen que han identificado a personas ajenas al templo que llegan a vigilarlos.
Reina el mido y para protegerse todos evitan hacer comentarios sobre las preocupaciones por la situación del país para evitar terminar en la cárcel o en el destierro. “Es muy peligroso hablar”, dice la madre de una persona cercana a ese templo.
“Mire, las celebraciones litúrgicas ya no son iguales. Vengo poco al templo, me limito a venir a las misas porque desde que nos atacaron el templo, vienen miembros de los CPC (Consejos del Poder Ciudadano) a grabar las homilías y a tomar fotos a quienes participan de las procesiones intramuros. Yo solo me limito a participar en las misas”, compartió otro feligrés minutos antes de ingresar a la capilla del Santísimo a orar.
Dieciséis horas de ataque
Los pobladores cercanos al templo, ubicado en el residencial Villa Fontana, recuerdan las 18 horas de ataques contínuos que vivieron el 13 de julio de hace seis años. “Eso fue horrible, primero se escuchaban disparos, pero al pasar los minutos y a medida que iban tomándose la universidad, se escuchaban ráfagas de cerca”, comparte uno de los vecinos que ese día temió por su vida.
En transmisiones de redes sociales quedó en evidenfcia que los paramilitares portaban un sofisticado equipo de guerra. Meses después, en febrero de 2019, los videos permitieron al equipo de Bellingcat, un sitio especializado en investigaciones sobre zonas de guerra, identificar la portación de al menos cinco tipos de armamento: escopetas lanzagranadas M-79, ametralladoras PKM, rifiles AK, pistolas automáticas y fusiles de largo alcance.
“No había ni entrada ni salida a Villa Fontana, los paramilitares y la Policía habían cerrado el paso. Estábamos secuestrados y solo nos tocó pedirle a Dios que enviara sus milicias celestiales para que protegiera al padre Zamora y a los muchachos que en ese momento protestaban”, rememora el poblador.
Los jóvenes lograron refugiarse dentro del templo para salvaguardar la vida. La Iglesia recibió decenas de impactos de balas que cobraron la vida de Gerald Vásquez y Francisco Flores. Ambos murieron pasadas las cuatro de la mañana.
Tras varias horas de negociación entre la Conferencia Episcopal de Nicaragua y el régimen, los jóvenes lograron salir y fueron llevados en un autobús a catedral de Managua, en donde fueron recibidos por familiares.
Las balas alcanzaron el Sagrario (lugar donde se reservan las hostias consagradas) y el insigne cuadro de Jesús de la Divina Misericordia. Este último recibió una perforación de bala cerca del corazón, donde brotan los destellos de la sangre y agua de Cristo.
Antesala del odio a la Iglesia
En julio del año pasado, Monseñor Silvio José Báez, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, escribió en su cuenta de X (antes Twitter), que el ataque a la Iglesia Divina Misericordia había sido un preámbulo de la persecución religiosa que años después se intensificaría en Nicaragua.
“El ataque a la parroquia Divina Misericordia es un icono que anticipó lo que vendría después hasta hoy: irracionalidad sanguinaria de la dictadura sandinista; odio hacia la Iglesia Católica; más sangre inocente y más víctimas del terror de un régimen criminal”, señaló en Twitter el influyente obispo, a quien el papa Francisco ordenó dejar Nicaragua en 2019 por “motivos de seguridad”.
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En su publicación, monseñor Silvio Báez, recordó que la noche del ataque “cuando las fuerzas criminales de la dictadura sandinista atacaban la parroquia Divina Misericordia”, elevó una oración y expresó su cercanía con los sacerdotes que se encontraban atrapados dentro del templo.