Mujeres desempleadas que resisten a la crisis económica

Las nicaragüenses lidian con los efectos de tres años consecutivos de recesión sin que el régimen de Daniel Ortea estimule la economía y proteja el empleo. La pandemia del Covid-19 generó un retroceso de más de una década en los niveles de participación laboral de las mujeres en América Latina. Estas son algunas de sus historias.

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  • April 24, 2021
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Mujeres desempleadas que resisten a la crisis económica

Las nicaragüenses lidian con los efectos de tres años consecutivos de recesión sin que el régimen de Ortega estimule la economía y proteja el empleo. La pandemia del Covid-19 generó un retroceso de más de una década en los niveles de participación laboral de las mujeres en América Latina. Estas son algunas de sus historias.

Por Nidia Ruiz | Marzo 24, 2021

Shariel Rodríguez trabajaba en el área administrativa de una iglesia evangélica en Jinotepe, Carazo, hasta inicios de 2020. Como centenas de nicaragüenses más, no imaginó que su vida cambiaría con la llegada de la pandemia en marzo. 

Tras el primer caso, la iglesia cerró sus prescindió de los servicios de Shariel. De ahí inició un episodio que jamás había experimentado, pues lo normal cuando alguien se queda desempleado es salir a las empresas a dejar currículo en buscar un puesto laboral, sin embargo la emergencia de coronavirus eso se volvió imposible.

Sin empleo su esposo tuvo que asumir que asumir el mayor peso de los gastos de la casa. Shariel con sus conocimientos en diseño ha conseguido ingresos esporádicos elaborando publicidad para negocios que han optado por poner en línea sus productos. También apoya a su marido quien decidió emprender un negocio. 

Pese a todo su economía se resquebrajó. Vino el alza de los productos de la canasta básica, que ahora alcanza los C$15,000. Sin empleo, siente que cayó en pobreza y limitó sus dieta a arroz y frijoles. 

El desempleo también tocó la puerta de “Kenia”, ella tenía cinco años de laborar como maestra de primaria en una escuela de la ciudad de Masaya. En junio del 2020 la despidieron.  “Para mí fue un golpe muy duro (quedarse desempleada), porque siempre uno cuenta con un trabajo por muchas dificultades que uno tiene y es el sustento de su hogar”, relata la mujer que prefiere omitir su nombre.

Al quedarse sin trabajo pensó en salir a vender alimentos y bebidas a la calle, pero se dio cuenta que no le iba a funcionar porque muchos pobladores se sometieron a una cuarentena voluntaria.  Así que para sobrevivir comenzó a sembrar granos y luego con la familia emprendió, hace unos seis meses, un negocio de venta de artesanías.

Mientras que en Matagalpa, Eveling González, de 48 años, abogada, se quedó sin trabajo porque la empresa de comunicaciones donde laboró por más de 18 años, recortó la plantilla laboral. Aunque haber tomado cursos para elaborar manualidades le ha ayudado a “defenderse”, las ventas no son tan buenas ya que los pobladores “prefieren comprar la comida”.

Así que se metió a la venta de ropa. “Bueno allí ando rebuscándomela”, refiere.

Las mujeres han asumido trabajos informales para sostener a sus hogares.

CIERRE DE NEGOCIOS

El turismo es uno de los sectores que más ha sentido el impacto de la pandemia y la Isla de Ometepe, es uno de los destinos turísticos en Nicaragua, que durante meses recibió a pocos visitantes, la mayoría nacionales.

Una pequeña empresaria de esta Isla, “Catalina”, tenía un restaurante y fue una de las primeras en sentir las consecuencias del Covid -19. En febrero del 2020, cuando a Nicaragua comenzaron a llegar noticias de la pandemia decidió cerrar su establecimiento porque sus principales clientes eran extranjeros y le dio miedo de contraer la nueva enfermedad.

“Cerramos pensando que eso iba a ser rápido, que iba ser una temporadita nada más, pero se ha expandido y yo no he podido abrir mi negocio”, expresa Catalina, de cuyo negocio dependía dos personas. Tras el cierre sus trabajadores emigraron a Costa Rica, donde no han podido encontrar trabajo, “así que donde quiera estamos fregaditos”. 

Catalina es madre de cuatro jóvenes, dos de ellas universitarias por lo que tuvo que buscar cómo solventar los gastos del hogar. Son tiempos “durísimos”, explica. 

“He tenido que trabajar hasta en el campo para poder subsistir”, narra, pero reconoce que no le ha ido bien en la siembra ya que los huracanes Eta e Iota, que azotaron Nicaragua en noviembre del 2020, les botaron la cosecha de frijoles. Antes había sembrado ajonjolí, pero los bajos precios no le dieron ni para sacar el dinero que invirtió. 

“He pensado en la idea de rentar el local, porque siempre estaba con la idea de querer empezar otra vez con el negocio, aunque fuera de otra manera con otro tipo de sector, pero se me ha hecho imposible”, expone Catalina. 

Su establecimiento comenzó primero en el 2009, como una venta de comida rápida, al año, la demanda se incrementó. La situación cambió en abril del 2018, con las protestas ciudadanas que fueron reprimidas por la dictadura. La crisis sociopolítica la obligó a cerrar en mayo de ese año y abrió hasta diciembre del 2019, con la esperanza de tener ingresos aprovechando la temporada de Navidad. 

La Comisión Económica para América Latina (Cepal) advirtió que la pandemia del generó un retroceso de más de una década en los niveles de participación laboral de las mujeres en la región. “La crisis por profundiza la desigualdad de género: las mujeres enfrentan una sobrecarga de trabajo no remunerado y de cuidados, pérdida de ingresos y empleos, están sobrerrepresentadas en la pobreza”, señala un informe del organismo de la ONU.

Ante eso, recomienda que la respuesta hacia la crisis requiere una perspectiva de género para lograr que las transformaciones hacia un desarrollo ambientalmente sostenible, que potencie la generación de empleo y la innovación tecnológica no deje atrás a las mujeres, siendo clave fomentar su inserción laboral en sectores de alta productividad y la educación. 

También hace hincapié que la menor participación de las mujeres en el mercado laboral y el desempleo son obstáculos persistentes para superar la desigualdad socioeconómica, y se profundizan frente a la pandemia. En Nicaragua, el régimen de Daniel Ortega no tomó ninguna medida para proteger el empleo.  

Según la Cepal, el 56,9% de las mujeres en América Latina y un 54,3% en el Caribe se encuentran ocupadas en sectores en los que se prevé un mayor efecto negativo en términos del empleo y los ingresos.

La Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), en su informe de coyuntura que presentó en diciembre del año pasado, dio a conocer que el desempleo abierto en Nicaragua en el 2020, representó el 20% de la población, es decir que unos 202 mil nicaragüenses están sin trabajo. Para este 2021, el Funides augura que el número de desempleados se reducirá a unos 172 mil.  

La economía de Nicaragua vivió en 2020 un tercer año de recesión. La pandemia ha agravado el desempleo en el país.

El economista Eduardo Solórzano explica que la pandemia afecta el intercambio comercial del mundo, producto de las restricciones que impuso el confinamiento de la población. El sector turismo, financiero y construcción son los más golpeados y se calcula que los bancos cerraron unas 30 ventanillas en diversos puntos del país.

“El Covid vino a ser como el paraguas que remató la actividad económica, Nicaragua ya tiene un crecimiento negativo producto también de las crisis anteriores”, valoró Solórzano. El especialista agrega que las empresas de zona franca también resultaron afectadas por la poca demanda de sus productos en los mercados norteamericanos.

Esa actividad es una de las que más empleo genera en el país. El desempleo ha obligado a las mujeres a pasar a la informalidad y por eso se ha normalizado más verlas en ventas de asados y frutas, que no garantizan ingresos estables, ni al salario mínimo. “Más del 70% de la Población Económicamente Activa (PEA) se ha tenido que dedicar al sector informal”, comenta el economista.

Mientras eso ocurre, el régimen de Daniel Ortega se negó a tomar medidas que protegieran el empleo y a las empresas. La crisis económica, derivada de la sociopolítica, y una reforma fiscal, han ahogado a las empresas grandes y pequeñas.

El economista Eduardo Solórzano debió implementar programas de ayuda a los desempleados por la pandemia como lo pusieron en marcha otras naciones. “No ha habido un bono que diga que todos aquellos que no han podido ir a trabajar o perdieron su empleo van a recibir 200 dólares como en El Salvador”, ejemplifica el economista.

Tampoco se han conocido programas de ayuda que bajen las tasas de interés de las empresas pequeñas y medianas que tienen financiamiento con bancos. Ni suspendió los pagos de servicios básicos como sí ocurrió en países de Centroamérica.

Una caída del PIB del 7,7% en América Latina y un aumento del desempleo de 10,4 puntos porcentuales (asumiendo las mismas tasas de participación de 2019), tendrían un efecto negativo sobre los ingresos de los hogares y se se considera la sobrerrepresentación de las mujeres en los hogares pobres, alrededor de 118 millones de mujeres latinoamericanas vivirán en situación de pobreza.

Al respecto, la Cepal recomienda que para una recuperación post-pandemia que no deje a nadie atrás es imprescindible fomentar la inclusión de las mujeres en los trabajos del futuro.

Una de las mujeres que tuvo mejor suerte es Katherin Toruño, dueña de una tienda de zapatos fundada en 2017. Su negocio sobrevivió a los momentos más duros de la represión de abril de 2018, pero la pandemia “fue un golpe más fuerte”, por tanto se vio a obligada a cerrar por unos cinco meses ante la caída de la demanda.

Toruño, cuyo establecimiento está en Managua, dejó de subcontratar los servicios de una costurera y de otra mujer que le ofrecía las impresiones para las bolsas de sus zapatos. La cuarentena la obligó a reinventarse y vio la oportunidad de sembrar cactus y suculentas para venderlas a través de las redes sociales.

“Me he reeducado, reprogramarme para comenzar con todo”, expuso Katherin.

A diferencia de esta mujer, Catalina, tiene la esperanza de tener nuevamente su negocio hotelero, pero considera que debe “reinventarse”, ya que los costos de los alimentos se han incrementado, un tanque de gas para cocinar, por ejemplo, cuesta unos 400 córdobas.

Katherine hace unos dos meses volvió a abrir las puertas de su negocio de la venta de zapatos ya que las academias de baile y los centros culturales reiniciaron operaciones.

Shariel Rodríguez, tiene la esperanza de poder conseguir un empleo este año, y ya se ha presentado a varias entrevistas de trabajo, pero la situación “se ve difícil porque no soy la única, cada vez que voy a una entrevista de trabajo veo a muchas personas en la misma situación”.

A Eveling González, la llamaron de la empresa donde laboraba y hay indicios de que el próximo mes la puedan volver a contratar. “Este 2021, pues me gustaría tener un trabajo fijo, es lo que anhela un nicaragüense”, expone González.

A Kenia, le ha ido bien en su puesto de venta de artesanías, “por la gracia de Dios y la aceptación de los clientes nos ha ido bastante bien”.

Al final, todas han resistido.

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