La comunidad nicaragüense en Guatemala elaboró una alfombra pasionaria dedicada a monseñor Rolando Álvarez que fue colocada en la entrada a la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe de la capital guatemalteca, desde donde demandaron libertad para el obispo preso político de la dictadura de Daniel Ortega.
Las alfombras pasionarias son típicas de Semana Santa y la tradición se originó en el barrio Sutiaba de León. En Nicaragua no se podría colocar una alfombra con la imagen de monseñor Rolando Álvarez porque sería motivo de cárcel para la dictadura, dijeron nicaragüenses en Guatemala.
De hecho, las grandes procesiones tradicionales de Semana Santa están prohibidas por la dictadura. Las actividades en la mayoría de las parroquias del país han sido limitadas a realizarse en el interior de los templos.
En los últimos dos años, estas actividades se habían limitado por orientaciones de la Conferencia Episcopal en el contexto de la pandemia del coronavirus. Pero este 2023 la Iglesia sortea la peor persecución. Desde la víspera de la Semana Santa, una de las principales festividades del catolicismo, las parroquias de diferentes partes del país han anunciado la suspensión de procesiones “por razones ajenas a nuestra voluntad”. Es la frase que más se repite.
En realidad, es la voluntad de Daniel Ortega y Rosario Murillo que han obligado a la Iglesia a vivir una Semana Santa de las puertas hacia adentro. Para esto, han utilizado a la Policía Orteguista que ha orientado a sacerdotes realizar viacrucis y actividades dentro de los templos “por motivos de seguridad”.
El régimen censura las procesiones porque teme que el pueblo católico exprese solidaridad, muestras de apoyo o demande la liberación de monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, y de todos los presos políticos en Nicaragua, han explicado analistas y opositores.
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MONSEÑOR ÁLVAREZ PRESO EN LA MODELO
El 10 de febrero pasado, monseñor Álvarez, de 56 años, fue condenado a 26 años y cuatro meses de prisión, despojado de su nacionalidad, y suspendidos sus derechos ciudadanos de por vida, por delitos considerados “traición a la patria”.
La condena contra el alto jerarca fue dictada un día después de que rechazase subirse a un avión que lo iba a llevar, junto con otros 222 excarcelados políticos nicaragüenses, hacia Estados Unidos, lo que provocó la indignación del dictador Ortega, quien lo calificó de “soberbio”, “desquiciado” y “energúmeno”.
Un día después del discurso de Ortega, y pese a que el juicio estaba programado para el 15 de febrero, una jueza declaró al obispo traidor a la patria y autor de cuatro delitos en perjuicio de la sociedad y el Estado de Nicaragua.
