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El dolor de la familia de Julito, el niño matagalpino devorado por un cocodrilo en un río de Costa Rica

Los padres del niño esperan angustiados que Medicina Forense confirme que son de su hijo los restos hallados en el estómago del cocodrilo que fue sacrificado.

El niño Julio Otero. FOTO DE ARCHIVO

La pesadumbre empezaba a apaciguarse en el hogar de Margine Fernández Flores y Julio Rubén Otero, cuando, 27 días después de haber perdido a su hijo de 8 años de edad les llegaron a avisar que un hombre desconocido había encontrado y matado a un cocodrilo grande en el río Matina, en la provincia de Limón, Costa Rica.

“Hay un animal muerto y se ve demasiado grande, puede ser ese el animal que le quitó la vida a su hijo. Vaya a verlo”, le dijeron a Julio.

La noticia del hallazgo cayó como ácido en una herida aún abierta, porque, desde el pasado 30 de octubre ya no se le puede llamar vida a lo que ocurre entre las paredes de la casa de los Otero Fernández.

Son una pareja de matagalpinos que llegó a Costa Rica hace cuatro años en busca de oportunidades económicas, pero ahora conviven día y noche con el dolor de que un cocodrilo les mató al cuarto de sus cinco hijos, el niño Julio Otero Fernández.

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Margine Fernández Flores y Julio Rubén Otero, padres del niño Julito. FOTO DE CORTESÍA

«Hubiera luchado hasta la muerte con ese cocodrilo»

El 30 de octubre era domingo, hacía mucho sol, había un calor intolerable, y Margine, una hermana de ella, y los hijos de ambas, se fueron a refrescar al río Matina en la provincia de Limón.

Cerca de las cuatro de la tarde estaban todos ya a la orilla del río, en lo seco, recién bañados. Margine estaba cerca de su hijo cuando de sorpresa el animal salió del agua.

“Estábamos todos sentados en la arena y casi nos cayó encima. Vi cuando atacó al niño y me lo metió al río. Yo me quedé gritando. Estaba sola con mi hermana y los niños, no hallaba qué hacer. El animal volvió a salir con el niño, pero hasta como hora y media después, al otro lado del río”, relata Margine a DESPACHO 505.

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El cocodrilo cazado en el río Matina. FOTO TOMADA DE INTERNET

Julio, el papá, trabaja en una bananera y ese día no quiso ir a bañarse. “No sentí ir yo. Quién sabe qué sería. Como que todo estaba escrito ya”, comenta el progenitor, de 46 años de edad.

“Si yo hubiera estado ahí, hubiera luchado hasta la hora de mi muerte con ese animal. Desgraciadamente no estaba ahí yo”, dice.

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Era la primera vez que el cocodrilo atacaba en esa zona del río, pues, explica Julio Otero, nunca habían escuchado de su presencia en la zona.

«Lo voy a llevar en mi corazón todos los días de mi vida»

Desde entonces la vida no es la misma en el hogar de los Otero Fernández. Los otros hijos de la pareja, de 16, 15, 11 y 3 años de edad, sufren igual. El más pequeño pregunta por su hermano desaparecido todos los días.

“Siempre lo voy a llevar en mi mente y en mi corazón todos los días de mi vida”, dice Julio sobre su pequeño, a quien recuerda como un niño “juguetón”, “muy dinámico” en su escuela, en el poblado de Cuatro Millas, en el cantón Matina, provincia de Limón.

El pasado sábado 26 de noviembre, después de mediodía, Julio fue al río para verificar la noticia de que habían matado al cocodrilo. Lo que halló fue a un animal descuartizado. “Ya se le habían llevado la cabeza y la cola. Parece que lo cortaron con una motosierra”, explica.

Angustia por confirmación forense

En una bolsa de plástico, los vecinos del lugar metieron dos huesos largos y un manojo de cabellos humanos que fueron encontrados en el estómago del cocodrilo. Nadie supo quién le dio muerte a la bestia de casi cinco metros de largo. La persona que lo hizo avisó que lo había matado y luego desapareció sin identificarse, explica el medio local.

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Se presume que los restos encontrados dentro del animal son humanos y podrían ser los del niño Julito Otero Fernández. La policía costarricense se llevó los dos huesos y los cabellos a Medicina Forense para que sean investigados.

Este lunes 28 de noviembre, en la casa de los Otero Fernández había angustia y zozobra.

“Me tiene muy nervioso que aún no me han llamado. Necesitamos comprobar que esos restos son los de mi niño, para que lo llevemos a enterrar a Nicaragua. A nuestro hijo no lo abandonamos. No lo dejamos aquí. Tengo fe en Dios que se confirme que es mi niño”, concluyó el angustiado padre.

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