Revertir la “deriva tectónica” de la oposición
En este escenario preelectoral y posterior a la oleada de protestas, será necesario fortalecer los esfuerzos de unidad entre los grupos ya creados.
- December 30, 2019
- 11:00 PM
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En este escenario preelectoral y posterior a la oleada de protestas, será necesario fortalecer los esfuerzos de unidad entre los grupos ya creados.
Las réplicas continuaron en 2019. El terremoto sociopolítico iniciado en abril de 2018 continuó liberando este año energía y descontento en las calles, auditorios y palestras de Nicaragua. Las 411 protestas registradas en 29 municipios durante estos doce meses patentizan que las demandas de abril no están resueltas y la crisis se prolonga en baja intensidad. Sin embargo, estos números y “sismos” reflejan, nuevamente, un llamativo elemento: el definitivo crecimiento institucional de la oposición ante un “empate de fuerzas” y ante cercanos escenarios electorales.
Como se ha dicho anteriormente, aunque la ola de protestas terminó en octubre de 2018 bajo altos niveles de represión, el fenómeno permitió el surgimiento de una nueva e incrementada oposición al presidente Daniel Ortega. Desde entonces hasta diciembre 2019, esta nueva oposición está evolucionando continuamente en medio del escenario político aún inestable. Las organizaciones que la conforman están creciendo, a pesar de numerosas amenazas autoritarias, y están trabajando por el logro de sus reclamos sobre democracia y justicia.
Sin embargo, a pesar de la consistente actividad de estas organizaciones manifestada en las continuas protestas, el cabildeo, y las reuniones o asambleas, ninguna tiene actualmente un canal abierto de comunicación con el Gobierno, lo que niega cualquier posibilidad de diálogo para resolver la crisis en curso. Es prácticamente un empate de fuerzas con el régimen autoritario.
El análisis sugiere que Nicaragua no tendrá otra oleada de protestas como la registrada en 2018. La incrementada actividad de noviembre bajo la influencia de los eventos intensos en Masaya y Catedral de Managua, es un ejemplo de esta tendencia hacia la desmovilización como resultado de la represión incrementada. El camino que resta: la institucionalización y la negociación.
Siguiendo la figura de abajo, podemos subrayar algunas características relacionadas con el comportamiento de esta nueva oposición, que se alza en el escenario político como una nueva y poderosa “placa tectónica” que sigue haciendo temblar al país, veinte meses después de abril. Algunos de estos grupos ya han sido descritos en otros artículos.
Aquí, se añaden dos elementos no mencionados anteriormente y a los que hay que prestar atención. Primero, el fondo gris. Ahí yace un extenso “grupo inexplorado” entre la oposición. Son civiles sin afiliación, de diferentes sectores sociales, especialidades, visiones políticas y religiosas, pero que se oponen al gobierno de Ortega. Estos crecieron considerablemente en medio de la ola de protestas y actualmente apoya a grupos institucionalizados, ONGs, algunos partidos políticos o incluso grupos anti-institucionales.
Pero, debido a las barreras que construyen grupos consolidados o debido a sus preferencias personales, todavía no están afiliados. Representan un enorme potencial de crecimiento entre las facciones organizadas considerando el futuro escenario electoral y sociopolítico.
Segundo, existe un nivel de interacción entre todos los grupos opositores. Por ejemplo, los grupos institucionalizados están estableciendo comunicaciones con algunos partidos políticos. Esto sucede con el fin de preparar condiciones para las próximas elecciones en 2021 y para formar coaliciones, mientras proponen reformas electorales.
¿A LA DERIVA?
La crisis económica derivada de la inestabilidad política, el estado policial, la fatiga entre los miembros de la oposición y la proximidad de las elecciones han impactado (e impactarán) el crecimiento de esta “placa tectónica”, vía obstáculo o catálisis. Como sugieren los estudiosos de movimientos sociales, la clave aquí será cómo estos grupos opositores interpretan esas amenazas, cómo proponen soluciones y cómo motivan a otros, como los que actualmente no están afiliados, para la acción.
Para evitar la deriva, es posible identificar algunas estrategias que el análisis sugiere. Primero, el crecimiento de los grupos de oposición a través del acercamiento a otras organizaciones, debe complementarse con estrategias de acercamiento hacia los ciudadanos no afiliados. Este esfuerzo incluye el trabajo territorial, reuniones con líderes comunitarios, capacitación y reclutamiento de actores clave, campañas publicitarias e incorporación de las bases en la toma de decisiones.
También es esencial, en este sentido, mantener una presencia en la calle en forma de protestas. Pero esta actividad no debe ser absolutizada como la única expresión de disenso entre la oposición.
En este escenario preelectoral y posterior a la oleada de protestas, será necesario fortalecer los esfuerzos de unidad entre los grupos ya creados. Este intento implica discusiones abiertas para agendas específicas sin socavar los esfuerzos conjuntos hacia la democratización y la justicia. Es decir, hay oportunidades para construir la unidad en la diversidad, lo que daría una enorme fuerza entre las organizaciones de la oposición en las futuras elecciones.
Se debe atender con cautela y creatividad el aumento de la crítica pública y la demanda de rendición de cuentas. En ausencia de resultados en los lentos procesos de negociación, que no necesariamente dependen de la oposición, sino de la voluntad del presidente Ortega, los opositores no afiliados, los partidos políticos, y especialmente los anti-institucionales, aumentarán sus críticas a los grupos institucionalizados. En una cultura política como la nicaragüense, esto puede crecer a medio plazo, destruyendo las posibilidades de unidad y preparación electoral.
Como ya sugieren algunas organizaciones institucionalizadas, el logro de las demandas de abril debe pasar por el vehículo electoral. En este sentido, es crucial establecer conexiones y contactos con fuerzas políticas que han sido menos controvertidas que otras tradicionales y antiguas.
Analistas de Nicaragua sugieren que la actual crisis sociopolítica ofrece enormes oportunidades para que el cambio institucional consolide la democracia. Es decir, es un momento privilegiado para que las fuerzas de oposición, esta poderosa placa tectónica revitalizada y aún viva en diciembre de 2019, no solo crezca en número, sino que proponga y aplique gradualmente reformas electorales, judiciales y constitucionales sostenibles que traigan la democracia y la justicia al país, revirtiendo el autoritarismo.