El dictador Daniel Ortega desechó la posibilidad de un diálogo con Estados Unidos. «Es imposible», dijo este martes desde Managua, durante su discurso por el 43 aniversario de la Revolución Popular Sandinista.
El acto fue celebrado en circuito cerrado en la Plaza de la Revolución y el público han sido simpatizantes escogidos de las estructuras partidarias, la mayoría integrantes de la denominada Juventud Sandinista que aplaudían y realizaban movimientos cordinados durante la maratónica sesión de más de tres horas que fue transmitida en cadena de radio y televisión.
De los casi cincuenta minutos que se ha tomado Daniel Ortega para su discurso, lo más relevante ha sido el descarte de un entendimiento con Estados Unidos, país que ha impuesto sanciones a su círculo por violaciones de derechos humanos y abusos de corrupción.
«¿Qué diálogo puede haber con el diablo? Nosotros quisiéramos tener buenas relaciones con Estados Unidos, pero es imposible. No hay diálogo, es imposible un diálogo», descartó.
Ortega respondió de esa forma a una inquietud del primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, único jefe de Gobierno que acudió a la fiesta sandinista, que en un discurso previo preguntó por qué no había una actitud de diálogo entre Nicaragua y Estados Unidos.
El líder sandinista parafraseó al guerrillero argentino-cubano Ernesto «Che» Guevara y aseguró que «al imperialismo no se le puede creer ni un tantito así, porque te acaba».
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«Con esto le respondo por qué no hay diálogo con los Estados Unidos», continuó Ortega. «Los diálogos son para ponerle la soga al cuello a uno y que uno mismo se ponga la soga al cuello», subrayó.
BUSCÓ LEVANTAMIENTO DE SANCIONES
El mes pasado, durante la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, California, el subsecretario de Estado de Estados Unidos para Asuntos del Hemisferio Occidental, Brian Nichols, confirmó a DESPACHO 505 el rompimiento de las conversaciones con la dictadura de Daniel Ortega, que se había acercado a Washington para negociar el levantamiento de sanciones a su círculo.
«Parece que el Gobierno de Daniel Ortega no tiene interés en conversar con nosotros«, dijo el funcionario.
En mayo, el New York Times informó que la dictadura había designado a Laureano Ortega Murillo para negociar con Estados Unidos el levantamiento de sanciones a su familia a cambio de la liberación de los presos políticos.
AISLADO
El dictador Daniel Ortega ingresó a la Plaza de la Revolución un poco después de la 6:00 de la tarde de este 19 de julio, acompañado por su esposa y vicepresidente Rosario Murillo y su hija Camila. Atrás quedaron los años en que al acto asistían jefes de Estado de la región y de fuera. El aislamiento fue evidente.
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Al igual que el año pasado, estuvo rodeado de miembros de la Juventud Sandinista quienes corearon vivas a la pareja dictatorial. En la tarima principal, acompañaron a Ortega los mandos de la Policía y del Ejército, así como los presidentes de los poderes Legislativo, Judicial y Electoral, a los que Murillo llamó como “autoridades indeclinables insobornables”. La mayoría, se encuentran sancionados por Estados Unidos.
MANDAN A DELEGACIONES
La ausencia de los llamados “invitados especiales” fue notoria. Los dictadores de Cuba y Venezuela, Miguel Díaz -Canel y Nicolás Maduro respectivamente, optaron por mandar a sus representantes. El país suramericano delegó al canciller Carlos Farias para que representara a Maduro.
En el caso de Cuba, Díaz-Canel designó a Manuel Marrero, su primer ministro y a la vicecanciller Josefina Vidal para que respaldara a Ortega. Otro de los invitados “destacados” fue el Primer Ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, a quien el dictador le impuso la Orden Augusto Sandino, en su máximo grado, Batalla de San Jacinto.
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Por Honduras estuvo el vicecanciller Gerardo Torres, en representación de la presidenta Xiomara Castro. De Rusia y la República Popular de China, estaban los embajadores acreditados en el país.
