AUTOINVESTIDURA 2022

ORTEGA,
PRESIDENTE ILEGÍTIMO

Toma un ilegítimo cuarto mandato con 170 presos políticos, más de 325 manifestantes muertos a los que la justicia no ha llegado, miles de exiliados y una economía en decadencia. Su esposa Rosario Murillo le acompañará en la Presidencia por cinco años más.

El Daniel Ortega que hoy se ciñe la banda presidencial no es el mismo que lo hizo en 1984, ni el que tuvo que esperar hasta 2007 para poder tenerla de nuevo, menos el de 2012 que feliz lograba su primera reelección continua y guarda abismal distancia del de 2017. Este Ortega, asume un mandato considerado ilegítimo, con 170 presos políticos y el reclamo de justicia por la muerte de más de 300 opositores durante la Insurección de Abril de 2018.

Para Rosario Murillo, es la muestra de haber vencido “un demonio”. Para sus opositores, el acto de un “brutal farsante”. Y para analistas independientes, una especie de ejecución en plaza abierta de la vida republicana de Nicaragua. “Nadie que tenga una mínima pizca de democracia en su cuerpo puede sostener que lo que ha pasado en Nicaragua, es legítimo”, comenta Santiago Cantón de Diálogo Interamericano.

“Lo que vamos a ver es una farsa de los asesinos de El Carmen”, dice por su lado Roy Molina de la Alianza Democrática Nicaragüense, ADN, y quien ha anunciado que organizaciones como a las que él pertenece, se movilizarán en varios estados de Estados Unidos para repudiar lo que él llama “el asalto al poder” de parte del dictador y su esposa. “Los nicaragüenses tenemos claro que eso (las elecciones) fue un robo, un asalto al poder, un zarpazo a la democracia”, dice el activista.

Murillo, quien gobernará con Ortega un segundo periodo continuo, cree también que el acto, es el triunfo de ellos, los orteguistas, sobre “el conflicto, la separación y la discordia”, aunque tiene claro que la crisis política y social que vive el país desde el estallido de las protestas de abril de 2018, no parece llegar a un fin. Al contrario, el pronóstico de voces políticas autorizadas, asegura que empeorará cuando Ortega amanezca atornillado más al poder el 11 de enero próximo.

ORTEGA CONVERTIDO EN REY

“Este es un poder distinto, nuevo, original y revolucionario, que no tiene ninguna liga con el pasado”. Las palabras resonaron en cadena nacional de radio y televisión que siguieron el paso a paso de toma de posesión de un Ortega de bigote denso, flaco y anteojos gruesos, que escogió la vestimenta militar sobre la que el fallecido Carlos Núñez, entonces presidente de la Asamblea Nacional, le impuso la banda de presidente. Era un 10 de enero de 1985. 

“Se pensó en una ruptura con la vieja forma de poder”, recuerda el exguerrillero sandinista Moisés Hassan 37 años después.  Hassan ve que Ortega asume su cuarto mandato con los mismos vicios que creían haber enterrado aquel día. “Hoy hay un rechazo enorme porque asumirá como lo hicieron dictadores de otros tiempos, con elecciones amañadas, fraudulentas”, dice. 

Después de ese día, Ortega no volvería más a una toma de silla presidencial vestido de verde olivo, por lo que se creía había cambiado, que el autoritarismo se quedó en las bolsas del uniforme de los años 80.  Cuando en 2007 volvió al poder gracias a pactos y componendas con quienes en política adversaba y que alguna vez llamó “contras o somocistas”, vestía de blanco pulcro y las gafas “culo de botella” desaparecieron como los colores rojinegros de su partido, devenidos ahora a color fucsia, verde y amarillos pastel.

“Pero entonces había ganado elecciones que siempre tenían imperfecciones, pero no como para tirar a la basura sus resultados como ocurrió después para lograr su continuidad en el poder”, señala un analista político que pide reservas a su identidad.

El analista también menciona que en 2007 Ortega recibió un país con “una institucionalidad  aceptable”. “Digámoslo así, porque pues siempre había problemas, pero se podría ver independencia en algunos poderes del Estado, no el control absoluto e insano que ahora el dictador tiene”, advierte. “Ahora asume este mandato como convertido en rey, un emperador que domina todo; jueces y magistrados, Policía, Ejército, diputados y claro quién debe elegirlo a él cada cinco años”, critica.

EL PATRIARCA DE UNA DINASTÍA

Hassan es de los que cree que Ortega no perdió tiempo y una vez que llegó al poder en 2007 empezó a soñar con perpetuarse en el poder. Una sentencia de la Corte Suprema que llevó a una reforma del artículo 147 de la Constitución Política nicaragüense, le permitió eso y según Hassan, “más”. “Si podría reelegirse, podría hacer lo que quisiera y lo hizo. Nombró a su esposa, Rosario Murillo como su vicepresidenta y les dio cargos ministeriales a sus hijos. Una nueva dinastía surgía”, señala.  

“Es desde ese momento que Ortega ya se convierte en ilegítimo, porque consigue ser candidato para reelegirse con una sentencia”, señala Cantón por su lado, quien recordó que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) estableció en agosto del año pasado que la reelección no es un derecho humano, contrario a lo que Ortega argumentó ante los magistrados que lo habilitaron para reelegirse contra lo que decía la Constitución. 

El 17 de enero de 2019, Rafael Solís, el exmagistrado sandinista que renunció por no estar de acuerdo con la masacre de abril de 2018, se declaró arrepentido por haber elaborado la sentencia que le dio a Ortega la posibilidad de reelegirse hasta la muerte. Pero fue tarde, el daño ya estaba hecho y no solo el país paga por ello, el mismo Solís tuvo que huir y ahora vive en el exilio.    

Solís, padrino de bodas de Ortega y Murillo, tenía claro que sus ahijados no le darían ninguna oportunidad a la democracia y para mantenerse en el poder, estaban dispuestos a todo. El 31 de marzo de ese mismo año, por ejemplo, dos meses después de declararse arrepentido, el exmagistrado pronosticó que la pareja de gobernantes no adelantaría las elecciones tal y como les era demandado, tras unas declaraciones que al respecto dio el canciller Denis Moncada. Y las elecciones nunca se adelantaron.        

“Ahora a Nicaragua la gobierna una familia, el papá es el presidente, la mamá la vice y los hijos son ministros nombrados hasta de boca para hacer lo que ellos, Daniel y Rosario delegen”, dice el analista político. “Vemos a los hijos Ortega-Murillo que empiezan tomar posiciones, mandos pues, es como si yo tuviera una finca y pongo a mis hijos a administrarla, Daniel Ortega maneja al país como su finca”, le agrega Hassan. 

Ortega volvió al poder en 2007 tras negociar ventajas con sus opositores. Después se volvió contra ellos con tal de retener la silla presidencial. Cortesía / D505
Ortega volvió al poder en 2007 tras negociar ventajas con sus opositores. Después se volvió contra ellos con tal de retener la silla presidencial. Cortesía / D505
No le bastó pisar la Constitución y establecer la indeseada continuidad en el poder, nombró a su esposa su segunda, e hizo surgir una dinastía: Ortega gobierna con su familia. Cortesía / D505

CARCELERO DE CONCIENCIAS

Rosario Murillo estira la mano izquierda y le pasa la mano a la banda presidencial ceñida a un Ortega adentrado a la tercera edad, mismo bigote tupido, pero menos pelos en la cabeza. Sin gafas, camisa celeste y chaqueta azul, se empieza a mover lento por el peso de los años. Ella insiste en retocar la banda azuliblanco con la punta de los dedos, como alguien que ha notado una arruga y quiere alisarla.

 Un “clic” congela la imagen y llueven las interpretaciones. “Ella quiere recordarle a él que ahora ella también manda”, dice el analista al ver la foto. Murillo se estrena ese día como vicepresidenta y toma protagonismo desde los primeros minutos de ese 10 de enero 2017. “Y desde entonces no ha parado”, dice Hassan.    

Murillo es ahora la voz del régimen. A ella le toca decir lo contrario de lo que Ortega hace. Habla de amor en medio de que ha ordenado balas para quienes se manifestaron en calles y barrios. Habla del derecho a ser libre, pero su Gobierno tiene a 170 presos políticos al 31 de diciembre reciente, según el Mecanismo para el Reconocimiento de Personas Presas Políticas conformado por organizaciones de derechos humanos y de familiares de personas detenidas.  

En dos años de rebelión cívica, de abril de 2018 hasta abril de 2020 estos organismos llegaron a registrar más de 5 mil detenciones y tampoco han parado hasta hoy. La última redada que Ortega ordenó fue contra siete aspirantes presidenciales y más de un centenar de opositores entre ellos periodistas, activistas de derechos humanos y de organizaciones feministas. 

“Este es un Ortega que asume el poder también bajo demanda de libertad de decenas de nicaragüenses que están en sus cárceles”, dice a DESPACHO 505 Sophia Lacayo, una activista opositora de origen nicaragüense que radica en Miami.

Mientras Ortega se unge para otro quinquenio en el poder, Lacayo se ha reunido este domingo con Amnistía Internacional en una iniciativa para que el Congreso norteamericano considere a los detenidos políticos, como presos de conciencia. 

Al respecto, Cantón recuerda que Ortega asumirá su cuestionado mandato “bajo serias denuncias de violación de derechos humanos”.  “Ortega ha ido contra los estándares internacionales, sigue a los periodistas y manda a la cárcel a los adversarios políticos. Lo que pasa en Nicaragua ha escalado a niveles de mucha preocupación”, dice Cantón.   

 EL SEÑOR DEL ÉXODO 

La pandemia por COVID-19 retornó al país a centenares de nicaragüenses, que huían de la falta de empleo y una muerte segura en países que antes del virus les facilitaron trabajo, techo y comida. Llegaron de Panamá, Costa Rica y España a mediados de 2020 y en medio de los contagios vieron con horror la represión y sufrieron los estragos de la crisis política social, que los obligó nuevamente a salir. 

Datos conservadores señalan que, desde mayo de 2021, unos 100 mil nicaragüenses se vieron obligados a dejar a sus familias y buscar otro país para vivir.  “Que estas familias tengan que dejar hijos y hogar es culpa del dictador, hay un descontento generalizado, son familias enteras que están huyendo”, dijo Lacayo. 

Expertos en temas de migración alertaron en diciembre último que al menos el 2% de la población nicaragüense habría emigrado en todo el año pasado. Aseguraron que la mayoría huye de la falta de oportunidades, pero que la persecución política y la represión desatada por el régimen apresuraron la decisión de irse del país. “Ortega gobernará un país sin gente talentosa y trabajadora, es un país desangrado de su propia gente”, sentencia Molina por su lado. 

“Era irse o quedarse a esperar que te echen preso, que te secuestren o que te maten”, dice un exiliado que espera poder trabajar y enviar dinero para sacar a su familia. Salió del país antes de Navidad y asegura que ha pasado días duros, pero en libertad. Dos hijos en una comunidad de León y su esposa, esperan unírsele a mediados del año, “cuando logre asentarse”, aseguran. 

Pero ese sufrimiento no parece perturbarle a Ortega, ni a Murillo. Para ellos son más remesas que lo sacarán de apuros en las estadísticas de 2022 cuando cuenten los logros de un cuarto mandato que al concluir, le dará al comandante presidente, un record de 25 años en la silla presidencial, algo que Somoza sólo pudo soñar.