Ortega mirará de lejos la última Asamblea de la OEA por las mismas razones que Somoza la odió hasta su caída
La OEA le dijo a Somoza que debía irse y prestó una de sus sillas para que el fallecido Miguel D’Escoto Brockman convenciera a 17 países miembros que lo declararon régimen inviable en 1979. Pero Ortega y Murillo, lo olvidan y han salido del organismo.


- June 20, 2023
- 04:19 AM
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La enemistad que Daniel Ortega tiene con la Organización de Estados Americanos, (OEA) es algo que este dictador comparte con la historia de Anastasio Somoza Debayle, a quien él sucedió como cruel represor y a quien también lo une otra intención que alguna vez tuvo: morir en el poder.
Somoza Debayle también tronó contra la OEA. Lamentó “su comportamiento hacia él” cuando el organismo hemisférico le dijo que su régimen ya era insostenible y que debía irse, tal y como terminó sucediendo en julio de 1979.
Entonces, Ortega, flaco y barbado, con pistola colgada al pecho y vestido de uniforme militar, aunque limpio y sin olor a montaña, empezaba a salir en los titulares junto a otros guerrilleros de verdad que entraron a Managua con sus fusiles todavía humeantes y felices por ganarle la batalla a una estirpe que por 40 años ensangrentó Nicaragua.
Sin la OEA, ese Ortega y aquel Frente Sandinista, no habrían ganado y Somoza Debayle habría cumplido su deseo de envejecer, morir y heredar al poder a uno de sus hijos; Anastasio Somoza Portocarrero, “El chigüín”, a quien todos en el país daban por hecho como el elegido. Pero ahora, ahí está Ortega, 43 años después en guerra con la OEA porque él hace lo mismo que el último Somoza.
EL GRITO A SOMOZA DESDE LA SILLA DESPRECIADA DE LA OEA
Desde el 2018, Ortega ha violado derechos humanos en Nicaragua, secuestrado, asesinado a opositores, "truqueado" elecciones para ganarlas y hasta entrena a su “chigüín”, Laureano Ortega Murillo, para sucederle en el poder, si es que Rosario Murillo, su esposa, se lo permite. El organismo y sus países miembros, le han dicho con otras palabras, lo que tampoco Somoza Debayle quiso oír: debe irse.
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La OEA ayudó al sandinismo de 1979, aunque ahora reniegan de ella. Desde una de sus sillas, prestada además por Panamá, uno de los personajes que la pareja exalta, el fallecido padre Miguel D'Escoto Brockmann, tronó contra la dictadura de Somoza y logró una histórica resolución que determinaría el destino de aquel represor y claro, el de la guerrilla que lo sacó a balas.

El mismo Somoza se quejaría después de la OEA. La criticó en sus memorias que publicó en 1980 en un libro titulado “Nicaragua Traicionada”. “Pero Somoza fue más respetuoso de la OEA que Ortega, incluso en el exilio y consciente de las paladas que el organismo le echó para apoyar su salida y regresar al país a la democracia”, recalca un analista político a DESPACHO 505.
Mencionó por ejemplo, que en el capítulo que le dedicó y que llamó “El engaño de la OEA”, el dictador asesinado en una calle de Paraguay siete meses después de su publicación y 13, después de su salida violenta del país, dijo que las denuncias del organismo lo dejaron sin salida para defenderse de la revuelta popular que encabezó aquel Frente Sandinista.
Relató que la resolución de la OEA, en la víspera de su caída, le había cerrado “todas las puertas” para la compra de armas y municiones para repeler la guerrilla. “No había una fuente milagrosa disponible para nosotros”, se lamentó aquel dictador, cuyo cuerpo fue levantado con 25 orificios de bala y quemado por la explosión de un lanzacohetes RPG-2, en una calle de la avenida Generalísimo Franco en Paraguay, el 17 de septiembre de 1980.
Pero antes de eso, en medio del estruendo de las balas, Nicaragua supo, la madrugada del 23 de junio de 1979, de una resolución contundente contra Somoza Debayle en la OEA. Aquel dictador, aislado como está hoy Ortega, insistía solo como lo hace él ahora, que debía continuar en el poder. Cuando amaneció ese día, Somoza Debayle estuvo consciente que su caída era inminente y en el país, la gente tenía claro que no habría marcha atrás.
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A través de la silla que Panamá cedió a un propuesto gobierno provisional sandinista de entonces, el canciller designado Miguel D’Escoto Brockman, fallecido en 2017, expuso la situación ante el foro multinacional. Al final, 17 países firmaron una declaración que remataba los roces que el dictador Anastasio Somoza tenía con la OEA. La resolución selló su final.
ORTEGA-MURILLO Y "LOS MORDISCOS" A LA MANO AMIGA
Ese día de 1979, 17 países, menos de los que han votado al menos siete resoluciones entre 2018 y 2021 contra el régimen Ortega-Murillo, le dijeron al dictador Somoza: basta, se tiene que ir. Y se fue.

“Pero es que Ortega, no estaba dispuesto a esperar que le dijeran lo mismo que oyó decir Somoza”, dice el analista político consultado para este tema y quien por temor a la represión del régimen pide hablar con identidad protegida. “Él, Ortega, se adelantó, antes que se lo dijeran, se fue del organismo con todo y lo que eso implica”, añade.
Rosario Murillo se recuperaba de uno de sus partos frecuentes en Costa Rica, cuando leyó lo de la resolución de la OEA. Fue un buen día para ella viviendo en el exilio. Pero es que, además, no hubo sandinista que no se sintiera feliz con la victoria de esa causa en el organismo. Pero después de 40 años, a Ortega y a Murillo, les pareció “un instrumento diabólico”, al que había que asaltar con las armas, derribar su bandera y su escudo y exigirles salir del país.
Vieron al organismo con tanto desprecio que Murillo anunció la construcción de un museo en sus instalaciones, al que, en medio de la rabieta, dijeron que llamarían de la infamia, pero que terminó convertido en la "Casa de la Soberanía Padre Miguel D'Escoto Brockmann", un centro de estudios donado a la estatal Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, (UNAN), en febrero pasado.
AUSENTES, PERO ALUDIDOS
Esta semana, la vida política de Washington esta agitada. Mañana la OEA arranca oficialmente su Quincuagésimo tercer período ordinario de sesiones de su Asamblea General y aunque el régimen de Ortega estará ausente, solo será hasta noviembre de este año que habrá cumplido su plazo de salida, por lo que sus desmanes, el secuestro a la democracia y la crisis bajo la que gobierna desde hace cinco años al país, es parte de la agenda de la organización multilateral.
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“Aunque la dictadura diga que no estará aquí, nosotros si estamos aquí y vamos a denunciarla, a exigir el respeto a los derechos humanos de los nicaragüenses y el retorno a la democracia”, dice Max Jerez, el expreso político y líder estudiantil desterrado por el régimen y quien anunció que en foros paralelos a los de Asamblea General, denunciará a la dictadura Ortega-Murillo, él y otro bloque de opositores.

Desde junio de 2018, dos meses después de las protestas que pusieron en jaque al régimen Ortega-Murillo, la OEA ha emitido hasta octubre de 2021, al menos ocho acciones diplomáticas las que iniciaron con la conformación del Mecanismo Especial de Seguimiento para Nicaragua (Meseni), el 24 de junio de hace cinco años, hasta las resoluciones en la que los votos del hemisferio pidieron que Ortega regresara la democracia al país.
Mucho ha pasado desde entonces. Ante la OEA para citar un evento, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, (CIDH), responsabilizó al gobierno Ortega-Murillo de ser responsable de la muerte de 355 personas en las que utilizó policías y parapolicías.
ORTEGA "HUYE GOLPEADO" DE LA OEA
Aunque algunos opositores no miraban en las resoluciones de la OEA efectos materiales sobre el dictador, el analista cree que dentro de lo que el organismo pudo hacer, lo hizo. Mencionó que hay dos eventos que golpearon al régimen desde la OEA y del que difícilmente se recuperará, aunque esta semana siga de lejos las reuniones de su Asamblea General y salga de ahí una resolución en su contra “más bien matizada” por la influencia de Brasil en la región.
“Nadie olvida que la OEA declaró a Ortega ilegítimo, no reconoce su reelección mucho antes de las votaciones del 2021 y fue en ese mismo foro que su mismo embajador, lo denunció como un dictador que violaba sistemáticamente los derechos humanos de sus ciudadanos”, recordó.

El 12 de noviembre, en la 51ª Asamblea General (AG) de la OEA, 25 estados miembros declararon ilegítimas las elecciones presidenciales que Ortega organizó en Nicaragua ese mes. La AG trasladó al Consejo Permanente la responsabilidad de evaluar la crisis y presentar una eventual aplicación de la Carta Democrática Interamericana que significaría "emprender iniciativas diplomáticas" para restaurar la democracia en el país o suspender al Estado de Nicaragua.
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Pero Ortega no esperó. Seis después del anuncio en la OEA, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua anunció el inicio del proceso de salida de la organización mediante carta escrita. Lo que no esperó es que el 22 de marzo, tres meses después, su embajador ante el organismo Arturo McFields, lo denunciara ante el mismo foro por las prácticas de su régimen contra la oposición. “Denunciar la dictadura de mi país no es fácil, pero seguir guardando silencio y defender lo indefendible es imposible”, dijo durante una reunión virtual del Consejo Permanente de la OEA.
La noticia en Nicaragua fue ciclónica. Ortega mandó a reaccionar a su canciller y desconocer al embajador McFields, quien estaba en el cargo desde octubre de 2021. El embajador también se refirió a la Administración Ortega como una “dictadura”, algo que, en ese recinto, solo se oyó de opositores declarados.
Un mes después, en abril de 2022, Ortega ordenó asaltar con policías la sede del organismo en Managua, algo que ni Somoza se había atrevido hacer, incluso ni después de aquella madrugada que los 17 países de la OEA recomendaron en su resolución el “reemplazo inmediato y definitivo del régimen somocista”.