Personaje del Año

ROLANDO ÁLVAREZ

El obispo de la Diócesis de Matagalpa retrata el drama de la cruzada de Daniel Ortega contra la Iglesia Católica. Desde el púlpito se convirtió en la voz crítica que denunció con valentía las violaciones a los derechos humanos. El régimen lo silenció con la cárcel.

DESLICE PARA LEER MÀS

Era un ambiente de guerra en Sébaco, Matagalpa. Había piedras en todas las calles y a lo lejos se escuchaba el zumbido de las balas. Al caer la noche el 14 de mayo de 2018, monseñor Rolando Álvarez se desplazó hasta ahí, para salir en procesión con la custodia del Santísimo Sacramento en manos, como un acto de fe para que la represión desatada por policías y parapolicías amainara en ese pequeño municipio agrícola del Norte de Nicaragua, que estaba alzado en contra del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Emprendió el peregrinaje desde la iglesia con escasos feligreses, pero a su paso, hombres, mujeres y niños se hincaban y le seguían, como cuando Jesús llegó a Jerusalén y fue recibido con palmas en las manos. Habían pasado cuatro horas de intensos tiroteos en contra de ciudadanos que protestaban con bombas artesanales y piedras, y para la población la presencia de Álvarez fue lo más próximo a la paz. “Esto fue brutal”, dijeron opositores a los medios de comunicación.

La procesión de Jesús Sacramentado, como le llaman los católicos, duró más de dos horas en Sébaco y sin la llegada de Álvarez el número de heridos habría sido mayor. Según organismos de derechos humanos, esa tarde-noche resultaron con lesiones de bala nueve personas, todas opositoras al régimen. La población, por unas horas, pudo estar tranquila y Álvarez desde las barricadas pidió a Ortega que cesara el fuego. “¡Somos hermanos, por Dios!”, exhortó.

Para entonces, 45 personas habían perdido la vida en manos de policías y parapolicías leales a Ortega. Aquel incidente fue uno de los episodios más cruentos del régimen que líderes religiosos lograron contener por horas. En mayode 2018 la crisis apenas comenzaba, como también iniciaba para monseñor Álvarez una cruzada en defensa de los derechos humanos de los nicaragüenses y que Ortega quiso frenar en reiteradas ocasiones.

Desde ese momento, Álvarez no paró de pedir paz. Oró por ella. Rezó por los agresores y llamó a los que toman decisiones a reflexionar a la luz del evangelio, para cambiar el rumbo del país. Su voz empezó a destacar entre quienes denuncian los abusos del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Exigió el retorno del país a la democracia y la liberación de presos políticos que ahora suman 237, según el Mecanismo para el Reconocimiento de Personas Presas Políticas.

Cuatro años y cuatro meses más tarde, el 4 de agosto de 2022, se le volvió a ver otra vez empuñando el ostensorio del Santísimo, en una calle de Matagalpa, y retando a los agentes policiales. Ese día amaneció rodeado de policías que cercaron su residencia religiosa. Las siguientes horas de aquel agosto lo encerraron en ella, después de dos semanas de asedio constante. 15 días después, en la madrugada del 19 de agosto, asaltaron las instalaciones y se lo llevaron.

Rolando Álvarez (56 años), después del obispo auxiliar de Managua Silvio Báez, fue la voz más crítica contra el régimen. Denunció la represión y el aniquilamiento de los derechos políticos y civiles de los nicaragüenses; instó a la clase política a dejar a un lado sus intereses y procurar la unidad; y demandó a Ortega devolver al país al camino de la justicia y la democracia. La única forma que Ortega encontró para silenciarlo fue encarcelarlo y llevarlo a juicio, por delitos que no cometió.

Los nicaragüenses habían encontrado en él y en su Iglesia a un pastor que los defendía del tirano y un refugio espiritual, según las múltiples fuentes consultadas para este reporte. El ataque a Álvarez es el mayor contra la Iglesia jamás registrado en América, desde el siglo pasado, y se suma a otros perpetrados contra clérigos y misioneras. En Nicaragua, desde 2018, la iglesia Católica ha visto el exilio de sus sacerdotes, la profanación de sus templos, la sangre de sus líderes en ciudades bajo fuego, y la quema de imágenes centenarias, como la de la Sangre de Cristo en Managua.

I. EL OBISPO QUE SE CONVIRTIÓ EN PRESO POLÍTICO

El impactante arresto de monseñor Álvarez fue noticia en todo el mundo. En un acto arriesgado, el régimen hizo que se convirtiera en el primer obispo de la Iglesia Católica en ser apresado y enjuiciado en América. “Es la voz poderosa que acompaña a un pueblo que vive bajo un contexto de terror”, dice el defensor de derechos humanos Gonzalo Carrión, de la organización Nicaragua Nunca Más. Para Pablo Cuevas, otro defensor de derechos humanos, el obispo es la voz que la dictadura “no logra callar, aunque lo tenga prisionero”.

La cruz que monseñor Álvarez se echó al hombro, lo hace amanecer hoy un día más preso de la dictadura que gobierna a Nicaragua a sangre y fuego. Un juez obediente a Daniel Ortega legalizó su secuestro, hasta 117 días después de que policías asaltaron la Curia Arzobispal y se lo llevaron a las 3:20 de la madrugada, del 19 de agosto pasado. El 13 de diciembre fue acusado por cometer los supuestos delitos de “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional” y “propagar noticias falsas” en “perjuicio del Estado y la sociedad nicaragüense”.

Para el obispo de la Diócesis de Danlí, Honduras, monseñor José Antonio Canales, monseñor Álvarez está preso por decir verdades que Ortega y Murillo no pudieron aguantar. El religioso hondureño llamó a los carceleros del obispo nicaragüense, “los nuevos Herodes de Nicaragua”.

Por casualidad o premeditación, la dictadura fijó el inicio del juicio contra monseñor Rolando Álvarez para el 10 de enero próximo, el mismo día en el que hace 44 años fue asesinado Pedro Joaquin Chamorro Cardenal, el Mártir de las Libertades Públicas, y cuya muerte aceleró la caída de la dictadura de Anastasio Somoza. Aquella ejecución, que la historia le acuña a la dictadura de la época, irónicamente es la que Daniel Ortega y el sandinismo se jactan de haber erradicado con la revolución que triunfó en 1979.

Nadie a lo interno de la iglesia Católica duda de que el obispo Álvarez pudo salvarse de la prisión en la que se encuentra si hubiese cedido a irse del país. Están seguros de que el régimen quiso obligarlo al exilio, como lo hizo con el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, quien dejó el país el 10 de abril de 2019, por orientación del papa Francisco. Pero las fuentes consultadas están seguras también, de que fue decisión de Álvarez, quedarse a “sufrir con su pueblo”, aunque en ello se le fuera la vida.

“Es un nicaragüense valiente”, dice un sacerdote que lo conoce bien y habla con DESPACHO 505 con identidad reservada, por temor a la represión desatada contra ellos. No es un temor infundado, nueve sacerdotes están en las cárceles del régimen desde mayo pasado, y dos de ellos condenados.

El día que monseñor Álvarez fue llevado ante el juez -- como no le fue permitido su sotana y demás atuendos de sacerdote-- vistió de camisa azul, el color que la Iglesia considera “limpio y puro”. Las imágenes que el régimen ordenó difundir, lo mostraron sereno y firme. “Puede estar seguro que eso es algo que nadie olvidará”, dice un católico de Matagalpa que no se perdía ni una misa de domingo de las que celebraba monseñor en la Catedral de esa ciudad.

Martha Molina, la investigadora que ha recopilado y registrado una a una al menos 400 agresiones de la dictadura contra curas y religiosos desde el 2018, señala que Álvarez ha mostrado en manos de los represores, que no solo es valiente desde el púlpito. “Su postura es firme, no ha retrocedido en nada en lo que piensa hasta hoy ”, exalta. “Es un obispo muy valiente, otro nicaragüense que ha tenido el valor de alzar la voz a una dictadura en nuestro país y que paga caro por ese derecho”, agrega.

La molestia no es solo de afuera, adentro, los seguidores católicos del régimen se encuentran desconcertados y decepcionados con la acción, aunque no pueden expresarlo. “Claro, hay un daño ahí, una herida, ha sido un golpe duro a su fe”, advierte Molina.

Hay varias fotos, varios videos sueltos en redes, en los que aparece un Rolando Álvarez con escoba en mano barriendo un templo católico. Sus colaboradores lo han grabado bailando, jugando fútbol en sotana, bañándose en pantalones cortos y sin camisa en un río de montaña. Y hubo ocasiones en las que fue la misma gente del pueblo que visitó, la que le sacó una foto entre ellos y la divulgó.

Lo fotografiaron cuando viajaba en bus, cuando a pie cruzó montañas y, sus últimas imágenes, hace cuatro meses, cuando se le vio caminar entre policías y antimotines, desafiando a los represores de Nicaragua y exigiéndoles respeto a la fe que profesa.

¿Dónde está ahora? Es difícil saberlo. No fue posible conocerlo durante los 117 días antes que lo acusaran, menos ahora que el dictador lo sacó de la mira de los fanáticos vestidos de policías y lo sentó en la silla frente a los verdugos de su justicia.

La dictadura pasó de la irritación en su contra, a la furia desenfrenada. No le perdonaban que desde el púlpito haya sido el obispo que en el país gritara verdades, como dijo el obispo hondureño. Tampoco le perdonan que llamara a los creyentes católicos a pensar en los que sufren bajo la bota del dictador y sus armas. Ortega y Murillo no querían una voz incómoda.

II. LA VOZ DE UN PUEBLO

Las homilías de monseñor Álvarez incomodaron a la dictadura, al punto que para deshacerse de él lo siguieron, lo secuestraron y le inventaron delitos que jamás cometió. Desde el templo hablaba de derechos humanos, de democracia, de desempleo, de injusticia. Criticaba por igual tanto al régimen como a la oposición.

Aunque Ortega y Murillo se formaron en una organización que mucho hablaba de derechos en el pasado, en el poder hicieron lo contrario. Hoy son los responsables de la muerte de 355 opositores, según datos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y contra ellos está en marcha, desde el 31 de marzo, una investigación sobre delitos de lesa humanidad, aprobada por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ONU), por los eventos que le siguieron al levantamiento social de abril de 2018.

Ahora, el nombre del obispo se une al listado de los 237 presos políticos que el régimen se niega a liberar. “Callar a monseñor Álvarez con el secuestro, con una cárcel, muestra las consecuencias que sufre el que habla en Nicaragua, el que exige derechos, el que pide democracia”, advierte el defensor Gonzalo Carrión.

Para el activista, quien desde el exilio en Costa Rica dirige el organismo Nicaragua Nunca Más, el religioso representa también la resistencia del país ante un violador constante de los derechos humanos. “Es la voz que no cede, que sigue resistiendo, la voz del asesinado, de la de su familia que sufre esperando justicia, la voz del preso, del exiliado, la voz del que en el país debe callar las injusticias por miedo al represor, es la voz que no calla, pese a que lo tienen en la cárcel”, agrega.

“Es que aunque esté preso, sus reclamos de justicia, están ahí en todos lados”, agrega Cuevas, quien también desde el exilio dirige la Defensoría Nicaragüense de Derechos Humanos. “Dónde haya un nicaragüense que sufre por la opresión del dictador, ahí está monseñor”, anota.

El día que doña Juana*, feligrés, vio a Álvarez despojado de sus vestiduras de sacerdote, y frente a un tribunal de la dictadura, lloró. No puede creer que Ortega y sus fanáticos, hayan sido capaces de apresar a los sacerdotes y menos a un obispo. “Dios los perdone por eso”, expresa triste. “Eso no lo vimos ni con el otro, ni con el Somoza”, reclama airada.

En los pueblos del Norte de Nicaragua hay rechazo a la decisión del régimen, pero por temor nadie se manifiesta. En Nicaragua, ocho de cada 10 ciudadanos se identifican como católicos y decenas de feligreses miraban en Álvarez la única voz capaz de decir la verdad.

El periodista Israel González Espinoza, que cubría con frecuencia las actividades religiosas de los obispos para divulgarlas en plataformas católicas, dice que el clero definía a monseñor Álvarez “como un predicador de palabras y hechos”. “Su capacidad para comunicar y liderar jóvenes es envidiable, una de sus mayores fortalezas”, contó.

“Uno no puede estar de acuerdo con posiciones de la iglesia católica en algunos temas, pero hemos coincidido en la lucha con el obispo Álvarez, porque es el reflejo de la lucha de toda una sociedad contra la violencia en las comunidades, contra la violencia del mismo Estado, contra la opresión de las libertades”, agrega una feminista que pide anonimato por encontrarse aún en el país.

Poca o ninguna voz, guarda distancia de monseñor Álvarez y lo que vive en Nicaragua bajo la represión de la dictadura Ortega-Murillo. “Nuestra Iglesia reza por él todos los días”, dicen en la Diócesis de Liberia, en Costa Rica. El Consejo Episcopal Latinamericano (Celam), expresó su solidaridad con él cuando comenzaron a asediarlo, en mayo pasado, y alertó a la comunidad internacional del peligro que corría su integridad, cuando lo secuestraron tres meses después.

Ahora las iglesias de la región del Norte del país suelen estar vacías. Ya no hay en los templos voces proféticas que se atrevan a comentar la situación que vive el país. “Hay una desmoralización”, dicen expertos. Ortega decidió silenciar a la Iglesia como parte de su intento de controlar totalmente el país. Lo hizo a través de una guerra implacable como en 1980, cuando gobernó por primera vez.

EL CALVARIO DE MONSEÑOR ÁLVAREZ

La dictadura de Daniel Ortega se declaró en guerra con la iglesia Católica de Nicaragua desde el 19 de julio de 2018, pero en los últimos meses intensificó sus ataques encarcelando, desterrando y exiliando a sacerdotes. Estos son los hechos más relevantes que antecedieron al arresto de monseñor Rolando Álvarez.

30 de junio de 2021

El diputado sandinista, Moisés Absalón Pastora, dice que los púlpitos pasaron de ser estrados de evangelización para convertirse en “tribunas de discursos políticamente incendiarios”.

07 de octubre de 2021

Rosario Murillo enardecida dice que los líderes católicos no tienen derecho de alzar la voz. Aunque sin nombrarlo, llama al obispo Rolando Álvarez “alborotador sin moral”.

11 de agosto de 2021

El diputado sandinista Wilfredo Navarro llama a los sacerdotes “sotanudos políticos” y los acusa de cometer delito electoral durante sus homilías.

27 de marzo de 2022

Una patrulla de la Policía da persecución al vehículo en el que se transportaba monseñor Rolando Álvarez. Lo interceptan de “manera brusca”.

19 de mayo de 2022

El obispo Rolando Álvarez denuncia que policías llegaron a la puerta de la casa de sus familiares para acosarlos. Eran varias patrullas, dijo.

20 de mayo de 2022

Monseñor Rolando Álvarez se refugia en la iglesia de Santo Cristo de Las Colinas en Managua, tras hostigamiento y persecución por parte de la Policía Orteguista.

21 de mayo de 2022

El estatal Instituto Nicaragüense de Telecomunicaciones (Telcor) ordena cerrar el canal de televisión 51 de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN).

22 de mayo de 2022

La Policía sitia el perímetro de la parroquia de Las Colinas, en Managua, donde se refugia monseñor Rolando Álvarez.

23 de mayo de 2022

El obispo Álvarez, sale de la parroquia Santo Cristo de Managua y se traslada hasta Matagalpa para retomar su labor pastoral.

29 de junio de 2022

La dictadura eliminó la señal del Canal Católico San José en la ciudad de Estelí (Norte) y ordena el cierre del Canal Católico de la Diócesis de Matagalpa (Norte).

1 de agosto de 2022

Telcor ordena el cierre de ocho emisoras católicas del departamento de Matagalpa.

05 de agosto de 2022

Monseñor Álvarez amanece virtualmente apresado junto a sus colaboradores. A mediodía, Rosario Murillo Zambrana, amenaza con cárcel a monseñor.

06 de agosto de 2022

Monseñor Álvarez cumple su tercer día de retención. Celebra al mediodía una misa y se pronuncia sobre la investigación en su contra. “El miedo paraliza, la desesperanza autosepulta y el odio es la muerte del corazón”, asegura.

07 de agosto de 2022

Grupos de jóvenes que pertenecen a la catequesis de la iglesia Católica, exigen desde sus redes sociales la libertad de los religiosos y al menos siete colaboradores.

09 de agosto de 2022

La Policía del régimen refuerza el perímetro de seguridad que rodea el sitio donde se encuentra el jerarca católico. Dos buses con antimotines llegan desde Managua bajo el mando del comisionado Ramón Avellán.

12 de agosto de 2022

El Vaticano expresa su “preocupación” por la crisis entre el Gobierno de Daniel Ortega y la iglesia católica de Nicaragua, y pide a las partes buscar “caminos de entendimiento”.

13 de agosto de 2022

La Policía impide procesiones y prohíbe el Congreso Nacional Mariano, que en el que despedirían el final de la peregrinación de la imagen de la Virgen de Fátima.

15 de agosto de 2022

El Cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, dice confiar “en Dios y la Virgen María”, para que pronto se pueda solucionar la situación de encierro de monseñor Rolando Álvarez.

17 de agosto de 2022

Monseñor Álvarez y sus colaboradores empiezan a quedarse sin alimentos ni medicinas al cumplirse 14 días de encierro.

18 de agosto de 2022

A las 12:36 de la madrugada, monseñor Rolando Álvarez publica lo que sería un último tweet antes de su secuestro: “Preocupémonos por llevar el traje de fiesta en el Reino de Dios”.

19 de agosto de 2022

A las 3:20 de la madrugada la Policía ingresó por la fuerza al Palacio Episcopal de la Diócesis de Matagalpa y secuestró a su obispo, y a los sacerdotes, seminaristas y un laico que lo acompañaban.

14 de diciembre de 2022

El Ministerio Público anuncia acusación contra monseñor Rolando Álvarez, 117 después de su secuestro. El obispo es mostrado en fotografías ante una juez de Managua que ordena prisión domiciliaria y queda a la espera de juicio.

III. GUERRA CONTRA LA IGLESIA

Desde el 2018, la Iglesia enfrenta a un dictador irracional y violento, pese a que se ha confesado católico toda su vida. El 19 de julio de ese año, con las brasas de la Rebelión de Abril todavía rojizas, Ortega se lanzó contra los obispos. Los acusó de apoyar las protestas, de estar del lado de “los golpistas” y, a modo de denuncia, dijo ante sus seguidores que 42 días antes, el 7 de junio, los sacerdotes le propusieron adelantar los comicios generales de noviembre de 2021 al 31 de marzo de 2019, sin él como candidato, como una forma de superar el conflicto social.

Ortega se mostró como una víctima de quienes le pedían que dejara el poder y enumeró varias situaciones. Antes que los obispos, fue el empresario Carlos Pellas el que recomendó el adelanto de elecciones como solución a la crisis.

Pellas hasta dijo que en el sector privado había un consenso sobre el tema y que le tocaría a la mesa del Diálogo Nacional, en la que los obispos eran mediadores, definir la fecha. Pero el dictador apuntó únicamente al clero y ha ido tras ellos todo este tiempo. Se declaró enemigo de la iglesia en presencia del representante del Papa, el nuncio Waldemar Stanislaw Sommertag.

El diplomático de la Santa Sede, clave en las liberaciones de los primeros presos políticos de las protestas de abril, conoció la ira del dictador el 5 de marzo de este año. El dictador lo expulsó del país y aumentó la grieta con la Iglesia Católica.

De los ataques verbales en plaza pública, el régimen pasó a otro modo de represión contra los sacerdotes. Ordenó secuestrarlos en sus templos. Mandó a policías a rodear las parroquias y les impedía salir. Un ejemplo extremo del abuso fue contra el padre Edwin Román, que pasó secuestrado 9 días, en noviembre de 2019, en la parroquia San Miguel Arcángel, de Masaya. El sacerdote, sin acceso a atención ni medicinas, estuvo cerca de morir descompensado producto de la diabetes que sufre.

Desde abril de 2018 hasta mayo de este año, la investigadora Martha Molina recopiló unas 190 agresiones contra la iglesia Católica, sus obispos, sacerdotes, seminaristas, religiosas y laicos. Una actualización de casos, hasta octubre pasado, elevó a 396 los ataques. “Hablamos de sacrilegios, atentados, robos, amenazas, discursos de odio, encarcelamientos y destierros de sacerdotes producidos por la persecución gubernamental”, dijo Molina.

Entre los ataques, uno de los más dolorosos fue el de la quema de la Sangre de Cristo, en la Catedral de Managua, el 31 de julio de 2020. Si alguien pudo graficar fielmente lo que los católicos sintieron al ver arder la imagen, fue el obispo Álvarez: “Es una herida grave”, dijo.

Uno de los tesoros más preciados, con 382 años de historia y centenares de milagros atribuidos desde la fe católica, se volvía cenizas, hierro torcido y vidrios reventados. La dictadura culpó del incendio a gases y cambios de temperaturas en la capilla para librar a los fanáticos de la culpa, pero el clero sostiene que fue un “atentado terrorista”. El episodio, denunciado por el mismo Papa, representó una escalada más en los desencuentros entre la Iglesia y el régimen.

La guerra sostenida ha sido tan grave que el Departamento de Estado de Estados Unidos advirtió en junio de este año que en Nicaragua no había libertad religiosa y que el Estado perseguía, asediaba y hostigaba a la iglesia católica, según su informe sobre libertad religiosa internacional correspondiente a 2021. En el caso de Nicaragua, Estados Unidos indicó que “a lo largo del año, el presidente Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo hostigaron verbalmente a sacerdotes y obispos, tildándolos de terroristas en sotana, golpistas, y acusándolos de delinquir”.

Pero lo peor estaba por venir. Días después de hacer público el informe, la dictadura, arreció la represión y pasó de ofender, asediar y encerrar a los sacerdotes en los templos, a llevarlos a la cárcel. El sacerdote Manuel García, de la parroquia Jesús Nazareno, de Nandaime, fue detenido el 1 de junio y acusado de supuestos delitos de violencia y amenazas contra cinco fanáticos del régimen.

Y un mes después, el 13 de julio, monseñor Leonardo Urbina, párroco de la iglesia del Perpetuo Socorro, de Boaco, fue detenido por supuestamente abusar de una menor. Ambos fueron condenados, el primero a dos años y el segundo a 30. Los jerarcas señalan que los casos son montajes que buscan ensuciar la imagen de la Iglesia y sus sacerdotes. Los juicios han sido celebrados a puertas cerradas y a ninguno se les permitió defensa privada.

A esto hay que sumarle que al menos 55 sacerdotes se han exiliado por cuenta propia, y a otra treintena, se les ha prohibido retornar al país cuando salieron a misión o a visitar familiares que viven en el exterior. En agosto, el objetivo fue monseñor Álvarez y los sacerdotes que le colaboraban, lo que aumentó a nueve los religiosos en prisión, siete de los cuales esperan juicio por supuestamente cometer los mismos delitos que el obispo. Todo esto ha ocurrido ante la mirada paciente del cardenal Leopoldo Brenes y del papa Francisco.

IV. ÁLVAREZ, OLVIDADO POR SU PROPIA IGLESIA

A mediados del mes pasado, la Comisión de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional (USCIRF) expresó su preocupación por la “represión” del gobierno de Daniel Ortega contra la Iglesia Católica en Nicaragua.

“El régimen de Ortega muestra el más absoluto desdén por las organizaciones religiosas”, afirmó el congresista republicano Mario Diaz-Balart durante una audiencia virtual organizada por la USCIRF, una entidad independiente y bipartidista establecida por el Congreso de Estados Unidos para vigilar, analizar e informar sobre las amenazas a la libertad religiosa en el exterior.

El Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) ha declarado también su preocupación por los frecuentes ataques y el proceso contra el obispo Álvarez. Lo han hecho también organismos de derechos humanos y líderes políticos y religiosos de diferentes partes del mundo. Todos han lamentado la decisión del régimen de enjuiciar a un jerarca católico.

Pero extraña el silencio de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN). Pasaron de los comunicados “tibios”, como solidarizarse con el jerarca y llamar al dictador al diálogo, a callar por completo. “Para nosotros los cristianos, la fuerza está en la oración y ahí estamos con él”, dijo Brenes, vicepresidente de la CEN y arzobispo de Managua, un domingo después que presentaran la acusación contra el obispo Álvarez.

Pero extraña el silencio de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN). Pasaron de los comunicados “tibios”, como solidarizarse con el jerarca y llamar al dictador al diálogo, a callar por completo. “Para nosotros los cristianos, la fuerza está en la oración y ahí estamos con él”, dijo Brenes, vicepresidente de la CEN y arzobispo de Managua, un domingo después que presentaran la acusación contra el obispo Álvarez.

En tanto, desde el exterior, los religiosos exiliados exigen una postura más contundente sobre el tema. El obispo Silvio José Báez y el padre Edwing Román, dos de las voces más destacadas de la iglesia Católica fuera de Nicaragua, pidieron a la CEN hacer “algo por su hermano secuestrado”

El Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) ha demandado a los obispos romper el silencio también. El 20 diciembre pasado, el dictador, por su lado, renovó su odio contra el clero en un acto público en el que reveló que nunca le ha tenido respeto a los obispos nicaragüenses. Para justificar sus ataques, dijo que la “sotana no hace santo a nadie” y afirmó que los sacerdotes son caínes, fariseos y sepulcros blanqueados.

A Molina no le sorprende esta nueva embestida. La investigadora advierte que los ataques continuarán, porque el dictador no quiere una iglesia que mantenga su posición del lado de la gente, que exija libertad, democracia y derechos humanos. “El obispo Álvarez ha dicho en sus homilías que a nadie le sirve una iglesia que no sienta el dolor de los demás, y por eso lo acusan”, explica.

Nadie sabe lo que Álvarez puede pensar sobre el silencio de los obispos, pero está claro que el lugar donde está no es donde él quisiera, coinciden fuentes eclesiásticas. DESPACHO 505 envió a la Conferencia Episcopal de Nicaragua y a la Santa Sede preguntas sobre el proceso que el régimen ha abierto contra el obispo de Matagalpa, pero no hubo respuesta.

El 24 de agosto pasado, el Papa Francisco se refirió a la guerra de Ortega contra la Iglesia diciendo que expresaba su “convicción y deseo de que por medio de un diálogo abierto y sincero se pueden todavía encontrar la bases para una convivencia respetuosa y pacífica”.

No obstante, la respuesta no convence ni a feligreses ni clérigos, quienes tienen la sensación de que la jerarquía Católica le ha dado la espalda a uno de los obispos más populares en Nicaragua.

V. EL CAMINO AL SACERDOCIO DE MONSEÑOR ÁLVAREZ

Al menos la mitad de los 237 presos políticos del régimen, recuerdan a Daniel Ortega como el antiguo enemigo del que alguna vez tuvieron que huir. Pasó con Cristiana Chamorro y con Félix Maradiaga, por citar un par de ejemplos. Ambos se exiliaron en los años 80 por la persecución de un Ortega que gobernó Nicaragua con uniforme de guerra y pistola al cinto.

Algo parecido ocurrió con monseñor Álvarez. No es la primera vez que encara al poder y tampoco es la primera que tiene que defenderse del mismo agresor, como los demás lo hicieron. “Conocí la cárcel por oponerme a que muchos jóvenes fuéramos a morir. Me opuse al Servicio Militar de los 80”, confió en una entrevista que le hizo una periodista de la revista Magazine, del diario La Prensa, dos semanas antes del estallido de abril de 2018.

La resistencia del religioso a otra acción del mismo represor de hoy que dejó unos 30.000 nicaragüenses muertos en las montañas — según el documento Battle Deaths Dataset, 1946-2008, Versión 3.0, del Instituto de Búsqueda para la Paz de Oslo— le costó al religioso el exilio a Guatemala. Y no solo a él, sino que a su familia entera. Era eso, la cárcel definitiva o la misma muerte, contó él mismo a Magazine.

La periodista que lo entrevistó, recuerda que entre el Álvarez de antes del 19 abril del 2018 y el de después del estallido, no hay diferencia. “A él no lo cambiaron esos hechos, creo que terminaron de definir su camino, es un apasionado de su misión y tenía clara las dificultades de ese camino”, confía la periodista a DESPACHO 505.

Recuerda que pese a que Álvarez era miembro de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) — administraba las Diócesis de Matagalpa y Estelí, y era una voz que al menos 300,000 fieles de las ciudades del Norte seguían a través de las radios comunitarias que la dictadura les cerraría después — escogió un pueblo recóndito de Matagalpa para la entrevista. “Así conoce a nuestra gente y ve el trabajo que hacemos aquí”, recuerda que le dijo.

Desde niño, Rolando José Álvarez Lagos quiso ser sacerdote. Él nunca negó la influencia de sus padres para escoger ese camino. En cada entrevista los recordaba siempre “haciendo vida católica”. El obispo Álvarez nació en Managua, el 27 de noviembre de 1966.

Fue a su hermana, Vilma Álvarez, a quien el religioso vio siempre como una segunda madre. Fue ella la que le escogió el nombre: Rolando. El segundo, José, fue un acuerdo entre sus padres y una tía que vivía con ellos, por la devoción a San José, “cabeza de la Sagrada Familia”.

Su madre, Ángela Lagos, es originaria de Chinandega, militó en el Camino Neocatumenal y hacía atol para vender, mientras que su padre, Miguel Álvarez, un obrero de Managua, pertenecía a la comunidad Renovación Carismática, ambas expresiones de la Iglesia Católica. Su familia ha dicho que aunque el obispo usa sotana, es difícil separarlo del recuerdo del niño que creció con pantalones cortos, camiseta y botitas de cuero.

Recuerdan que el 4 de agosto del 2015, Álvarez, detuvo su camino en Río Blanco, se quitó la sotana y vestido de short tipo bermuda, sin camisa, se echó al río en Wanawás. Ahí la revista digital Mosaico congeló el momento en dos fotografías. La imagen era de un Rolando Álvarez feliz. “Es él, es el mismo muchacho”, dijeron sus familiares al ver la imagen.

Fue ordenado presbítero el 7 de diciembre de 1994, en la Catedral Metropolitana Inmaculada Concepción de María, de la Arquidiócesis de Managua, por el desaparecido cardenal Miguel Obando. Tenía 28 años. El muchacho de los pantalones cortos los dejó para siempre y adoptó la sotana, la que pensó nunca se quitaría hasta que la dictadura de Daniel Ortega ordenó el despojo para llevarlo a los tribunales.

Tras su ingreso al seminario, quedaron atrás tres novias de juventud, una idea que alguna vez tuvo de dirigir algún negocio y una carrera de administración de empresas a la que aspiraba y que nunca comenzó. La vida religiosa de monseñor Álvarez está ligada a muchos grandes nombres de su iglesia. Tuvo la oportunidad de ser ordenado sacerdote por el mismo papa Juan Pablo II, pero declinó al honor, porque quería ordenarse en su país y no causarle un desaire al cardenal Obando.

Al papa Benedicto XVI le tocó nombrarlo Obispo de Matagalpa, el 8 de marzo de 2011. Al mes siguiente, el 2 de abril, el cardenal Leopoldo Brenes, en su calidad de Arzobispo de Managua, cumplió la orden del Vaticano y lo ordenó obispo de la Iglesia Católica

De los varios cargos que antes tuvo monseñor Álvarez, un par de ellos explican su trabajo pastoral y su relación con los medios de prensa de la iglesia. Fue Prefecto de Disciplina en el Seminario Mayor Arquidiocesano La Purísima, Secretario de Medios de Comunicación de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, Secretario de Información y Prensa de la Curia Arzobispal de Managua y director de Radio Católica.

Ahora es un preso político.





*Monseñor Rolando Álvarez fue elegido Personaje del Año por el Comité Editorial de DESPACHO 5O5, compuesto por expertos en diferentes disciplinas e independientes a los criterios de la Edición General. *Nombre ficticio de la fuente para proteger su vida.

“¡Lo saben muy bien! Saben que si cometo errores lo reconozco, pero, mientras tanto, que acepten ellos (régimen Ortega Murillo) sus injusticias”. 1 de agosto, 2022
“¡Queremos que nos dejen en paz!”. 5 de agosto, 2022.
“Ya sabemos que la inseguridad de este país es precisamente la Policía, es decir, los que nos hacen sentirnos inseguros son ustedes hermanos policías”. 20 de mayo, 2022
“Estoy siendo investigado, bien, no sé de qué, pero, pues, ellos estarán haciendo sus propias conjeturas y, segundo, que formalmente han dicho que tenemos casa por cárcel”. 7 de agosto, 2022
“A la Iglesia nunca la han podido aniquilar. La Iglesia tiene procedencia divina, la Iglesia nace de Dios”. 4 de agosto, 2022
“Miedo y de rodillas solo ante Dios”. 22 de agosto, 2022
“Que no se le tenga miedo al voto del pueblo, que no se le tenga miedo a la decisión nuestra de los nicaragüenses”. 9 de febrero, 2020
“Los poderosos quisieran que la Iglesia fuera como los perros mudos, que la Iglesia no hablara, no denunciara la injusticia, más aún, quisieran que la Iglesia les haga de cortesanos, que la Iglesia sea su cortejo cuando la Iglesia no está para satisfacer los caprichos de nadie. Solamente está para defender al pueblo por una sencilla razón: porque la Iglesia es pueblo”. 22 de agosto, 2021
“En Nicaragua no puede haber un pensamiento único”. 10 de octubre, 2021
“La historia enseña que los reinos fundados sobre el poder de las armas, la intimidación, la amenaza, el chantaje, la coacción, son realmente frágiles y débiles. Y antes o después terminan quebrándose”. 21 de noviembre, 2021
“En nombre de Dios les digo: esta lucha es eminentemente espiritual. Es con la fuerza de la oración que venceremos”. 17 de julio, 2018
“Hay quienes se prestan a los juegos, intereses de fuerzas de poder perdiendo toda dignidad política” 8 de agosto, 2021
“Una auténtica democracia es el fruto de los valores como el respeto a la dignidad de la persona, los derechos humanos, la institucionalidad, la separación e independencia de los poderes del Estado”. 24 de octubre, 2021
“Nicaragua se desangra, en el sufrimiento de los privados de libertad, en la desintegración familiar, en los enfermos por la pandemia; por la extrema pobreza, el desempleo, por la injusticia con el campesinado”. 4 de julio, 2021
“Nos han cerrado todas nuestras radios. Pero la Palabra de Dios, no la callarán”. 1 de agosto, 2022.
“Preocupémonos por llevar el traje de fiesta en el Reino de Dios”. 19 de agosto, 2022
“En estos momentos de crisis, muerte, llanto y vapuleos por lo que atraviesa nuestro país, el pueblo sencillo ante el desamparo que lo hace sentir indefenso espera la cercanía del profeta, la cercanía de su Iglesia”. 12 de julio, 2018
“(Se necesita) la democratización del país, la institucionalidad, es decir, donde los poderes del Estado realmente sean independientes, conformados con personas honorables y notables”. 6 de mayo, 2018
“Nos duele la muerte. Nos duele un muerto más. Nos duele hasta el alma, la muerte del jovencito, del niño, Matt Andrés Romero. Nuestras oraciones por su familia. Seguimos insistiendo: ni un muerto más por favor”. 25 de septiembre, 2018
“Nicaragua se desangra, en el sufrimiento de los privados de libertad, en la desintegración familiar, en los enfermos por la pandemia; por la extrema pobreza, el desempleo, por la injusticia con el campesinado”. 4 de julio, 2021
“No hay paz verdadera sin justicia”. 22 de julio, 2018
“El pueblo de Nicaragua ya no tiene miedo, aquí en Nicaragua se perdió el miedo. Se acabó el miedo. Ya no hay miedo. 28 de octubre, 2019
“Todos los nicaragüenses estamos llamados a unirnos en torno a los grandes elementos que constituyen una nación: la paz, justicia, estabilidad, progreso, la democracia institucionalizada y por supuesto la justicia social”. 27 de julio, 2019
“Hace un año nuestro país sufrió una de las más profundas heridas de su historia”. 18 de abril, 2019
“Dios tiene y tendrá la última Palabra en Nicaragua”. 10 de agosto, 2019
“Los buenos políticos buscan la unidad, unen y piensan en unir para el bien común. No buscan dividir, no dividen, ni piensan en dividir. Sería inadmisible”. 9 de octubre, 2019
“El buen político vive para servir y no se sirve para vivir”. 7 de octubre de 2019.
“Esta Navidad la celebraremos, claro, con el dolor de miles de cientos de miles de familias que no van a poder estar juntos, porque uno de sus miembros o anda prófugo, escondido o está refugiado, asilado, exiliado, temeroso”. 21 de diciembre, 2019
“Los nicaragüenses somos responsables de nuestro presente y tenemos que aprender de los errores del pasado para poder construir un mejor futuro”. 18 de julio, 2019
“Ni pactos, ni repactos. Necesitamos una Nueva Nicaragua, construida por todos”. 15 de febrero, 2020
“No es el tiempo de las fotos, no es el tiempo de estar queriendo convencer al pueblo de candidaturas presidenciales, de hecho, el pueblo sabe, que no estamos para eso; tomamos distancia de ellos”. 9 de febrero de 2020
“Nicaragua carga con otra cruz. Dos cruces que se unen en una sola y se vuelve la cruz más pesada. A la crisis social, política, económica que ya se vivía, a la crisis jurídica que ya se vivía, ahora se une la crisis sanitaria”. 29 de junio de 2020
“Los poderes públicos que en cumplimiento de las disposiciones legales privan de la libertad personal a un ser humano, poniendo como entre paréntesis un periodo, deben saber que ellos no son señores del tiempo del preso, más aún, cuando las reformas a las leyes, hacen que inocentes paguen condenas injustas, sentencias injustas o viciadas por la corrupción de los sistemas judiciales”. 24 de septiembre, 2021
“Nicaragua vive otro éxodo con un pueblo que busca un mejor futuro porque se les han cerrado las puertas en su propia patria”. 3 de octubre, 2021
“Cualquier auténtica unidad sólo se construye en el consenso franco, sincero, abierto, honesto y transparente”. 5 de febrero, 2021
“Seguimos felicitando a los que se verificaron. Seguimos respetando a los que no lo hicieron. Y seguimos apostando, obviamente, por la democracia. Quien no apuesta a la democracia, que lo diga”. 30 de julio, 2021
“Los nicaragüenses necesitamos que (los políticos) hablen claro, que den la cara y que no pretendan darnos atol con el dedo”. 7 de noviembre, 2021
“Estar del lado del bien, es estar del lado correcto de la historia”. 25 de julio, 2022
“No hagan con los fieles lo que quieren hacer conmigo, lo que quieran hacer conmigo, no lo hagan con los fieles, no con el santo pueblo de Dios, se los digo con toda claridad y sencillez”. 22 de agosto, 2022
“En nombre de ellos (niños muertos en 2018) les decimos (a los responsables) rectifiquen, piensen, reflexionen, cambien de rumbo, piensen en sus hijos y en sus nietos”. 24 de junio, 2018
“¿Por qué ante esta situación extrema y radicalmente dramática seguir adelante con el diálogo nacional? (Los obispos) estamos convencidos que si no fuera así (seguir con el diálogo) tendríamos que asistir no digo a una montaña de muertos, porque ya existe esa montaña de mortandad, sino a montañas de muertos”. 17 de junio, 2018