La excarcelada política Samantha Jirón en las afueras del Hotel Westin, en Virginia, Estados Unidos. Foto: Uriel Velásquez - DESPACHO 505.

Samantha Jirón soñaba hacer dos cosas el día que saliera de la cárcel: desayunar con su mamá e ir a la Laguna de Apoyo para dormir juntas la primera noche en libertad. No hizo ninguna de las dos. De repente, sin entender bien qué era lo que estaba pasando, se vio en un avión rumbo a los Estados Unidos.  

“Todavía estoy como en un estado de shock por todo lo que está ocurriendo. Jamás en mi vida me hubiera imaginado que me iban a echar de mi propio país”, dice a DESPACHO 505 desde Washington adonde fue enviada por la dictadura de Daniel Ortega junto a otros 221 presos políticos.  

Esta joven de 23 años es parte de la Alianza Universitaria Nicaragüense (AUN), una organización estudiantil crítica con el régimen.  

Fue detenida el 9 de noviembre de 2021 en Managua por personas vestidas de civil que la llevaron a la Dirección de Auxilio Judicial, conocida como El Chipote.  

Después fue acusada de “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional” y “propagación de noticias falsas”. Fue sentenciada a ocho años de prisión y al pago de una multa de 30 mil córdobas y la pérdida perpetua de sus derechos ciudadanos. 

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La dictadura también la declaró apátrida al quitarle la nacionalidad nicaragüense y borrarla del Registro Civil de las Personas. Por eso, Samantha ha sido una de las primeras personas excarceladas en solicitar la nacionalidad española ante el Consulado de España en Washington DC tras el ofrecimiento expedito del gobierno de Pedro Sánchez.  

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En esta entrevista habla sobre su experiencia la cárcel de mujeres La Esperanza, cómo vivió el proceso de excarcelación y sus planes a futuro.  

¿Cómo podrías resumir tu experiencia en prisión de un año y tres meses? 

Lo más duro para mí fue el aislamiento. Estuve tres meses aislada en una celda empernada. Cuando recibíamos visitas no había privacidad y no podías hablar de ciertas cosas con la familia. El castigo de no saber qué está pasando afuera es duro. Psicológicamente afecta.  

Después nos pasaron a unos pabellones donde había presas comunes, llegaban las amenazas, el hecho de ofendernos por el simple hecho de ser presas políticas y algunas presas nos admitían que las propias autoridades del penal las mandaban.  

Las presas comunes tenían derecho a trabajar dentro del penal para reducir su condena, nosotras no. Las presas comunes tenían acceso a recreación, bailes, manualidades, ajedrez, juegos, y nosotras no. Las presas comunes podían ir a misa y nosotras no.  

Estábamos encerradas y salíamos al patio sol por un tiempo reducido, pero después nos quitaron ese derecho. La manera en que nos trataban para las visitas, para ir al comisariato, las visitas, siempre eran con un oficial al lado.  

¿Cómo viviste el proceso de excarcelación? 

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Fue traumático porque no se nos informó nada. Nos llegaron a sacar a las 10 de la noche y me asusté mucho por la manera en que se estaban dando las cosas. Cuando nos llevaron al aeropuerto pensé que nos iban a liberar, pero nunca se me pasó por la mente que veníamos para acá (Estados Unidos). Aun así, teníamos miedo porque nos podían mandar para Cuba o Venezuela.  

La excarcelada política Samantha Jirón en las afueras del Hotel Westin, en Virginia, Estados Unidos. Foto: Uriel Velásquez – DESPACHO 505.

¿Estos primeros días de destierro en Estados Unidos cómo los has vivido y qué planes tenés ahora? 

Ya solicité la nacionalidad española, pero falta mucho qué pensar. Ahora estoy buscando la manera de integrarme porque aun solicitando la nacionalidad española, podemos quedarnos en Estados Unidos. También quiero ir y continuar con mis estudios. Quiero asimilar bien lo que está pasando, respirar, y ya luego tomar decisiones. 

¿Cómo valoras el hecho de que el régimen te haya quitado la nacionalidad nicaragüense? 

Es una grave violación a nuestros derechos humanos. No nos podían desterrar, es algo sin precedentes en nuestro país. Todavía estoy como en un estado de shock por todo lo que está ocurriendo. Jamás en mi vida me hubiera imaginado que me iban a echar de mi propio país. Ahora formo parte de un grupo de personas que no tienen nombre, que no tienen nada en su país, que no existen.