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Reporte 505

Se apagó la picardía de Otto, valuarte cultural de Nicaragua

El autor de Managua linda Managua falleció la tarde de ayer por problemas respiratorios. Deja un legado en la música, el teatro y la radio.

Otto de la Rocha deja un legado en la música, el teatro y la radio. Managua, su linda Managua lo llora, sin el chance de darle un adiós a uno de sus mejores hijos.

Nicaragua ha perdido a una gloria de la cultura. Otto de la Rocha, músico, compositor, actor, comediante, ha muerto a los 87 años, dejando un legado imborrable.  

Nació en Jinotega el 23 de agosto de 1933, pero a los 13 años decidió migrar a Managua. Desde entonces hizo de la capital su segunda tierra. En la década de 1980, le compuso una canción en la que resaltaba las bellezas naturales de la ciudad, pero en realidad se inspiró en una joven de la época: Managua, linda Managua.

Fue aquí donde triunfó y dio vida a icónicos personajes populares como Lencho Catarrán y Aniceto Prieto.

La noticia de su muerte ha causado llanto en todo el espectro cultural de Nicaragua. Luis Enrique Mejía Godoy cuenta que Otto de la Rocha era, además de un gran artista del teatro y la radio, compositor y recopilador de música regional nicaragüense.

“Su legado es muy grande, a la par de Camilo Zapata, Erwing Krüger, Tino López Guerra, Víctor Manuel Leiva y Jorge Isaac Carballo. Con él, se cierra un capítulo de la llamada música regional en Nicaragua”, señala desde el exilio el cantautor nicaragüense.

Otto de la Rocha cantaba desde los 8 años y a los 13 años ya había escrito sus primeras canciones. En una entrevista que concedió a El Nuevo Diario en 2013 dijo que viajó a Managua a buscar un mejor futuro ya que su madre y su abuela no podrían mantenerlo.

Lo primero que hizo al llegar a la capital fue buscar una radio: “Era chavalo, pero sabía cantar, así que traía mi guitarra y empecé a buscar una radio para que me oyeran, y así empecé en La Voz de la Victoria”, recordó en otra entrevista el artista.

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Mejía Godoy dice: “Aunque nació en Jinotega, muy jovencito se vino a Managua y la adoptó como su ciudad. La noche del 22 de diciembre, del terremoto de Managua, él estaba actuando en el Club Plaza, frente a la Vieja Catedral y sobrevivió de milagro”.

También vino a Managua a buscar a su padre para que le ayudara con los estudios. Él sólo cursó la primaria y la secundaria, pero toda su vida se arrepintió de no haber estudiado música, su gran pasión.

“Él no quiso ayudarme. ¿Qué tenía qué tenía que hacer yo? Si hubiese sido otro de esta época agarro el camino de la vagancia. El camino de la pandilla. Pero lo primero que hice yo fue buscar trabajo. Y lo hallé”, explicó en una entrevista con La Prensa.

Desde entonces, Otto de la Rocha, el artista que cuando niño era el número uno de su escuela en Jinotega, no dejó de trabajar ni soltó su guitarra.

En Managua estudió para oficinista y contador. Trabajó como ayudante de albañil y de carpintería, y paralelamente cantaba serenatas.

Otto Benjamín de la Rocha López se consagró como un compositor de bellas estampas regionales como La Pelo´e maíz, Una canción, Diluvio de amor, Plutarco Malpaisillo, La pipirindonga, El peón, Mi mama Primera Dama, entre muchas.

Le cantó a amor, al campo, a la idiosincrasia. “Yo amo Managua, por eso le hice una canción alegre.  Cuando vine a los 13 años Managua me abrió las puertas de su casa. Y de su corazón”, dijo en una ocasión.

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Aunque Otto se instaló en Managua, lo cierto es que nunca se desconectó de su Jinotega porque sus cuentos radiales los ambientó en esas zonas rurales, como su tierra natal donde desayunaba tortilla con cuajada y café negro, donde corría descalzo por las calles con vistas a las montañas brumosas.

“Amo mi pueblo porque me trae recuerdos muy lindos de mi infancia”, dijo en 2017.  “Tuve una infancia pobre, pero feliz. Yo quería ser un músico profesional, leer, escribir música, pero por la pobreza no lo hice”, contó hace dos años.

De la Rocha, a los 80 años sobrevivió a un cáncer de próstata que le hizo pasar días amargos en Cuba, donde fue tratado. Hasta sus últimos días le acompañó su tercera esposa Georgina Valdivia, La Lupita, la mujer con la que actuó por 38 años en los programas radiales.

Tiene 10 hijos. A los 17 años se casó “por lo civil, por la Iglesia y por caballo”, bromeó, al decir que tomó la decisión porque se sentía muy sólo. Su esposa falleció. Luego hubo una segunda vez, pero se divorció, y desde hace 38 años estuvo acompañado de la Lupita.

“Yo me quedo asombrada con la calidad de persona que es y me tocó compartir tantos años, pues cuando yo estaba chiquita escuchaba sus cuentos, Pacho Madrigal en ese entonces, y jamás me imaginé que estaría con él. Tampoco me arrepiento”, dijo la Lupita en una entrevista con El Nuevo Diario.

La única vez que La Lupita y Otto se separaron fue cuando partió a Cuba a tratarse el cáncer de próstata que padecía.

Su recorrido por la radio es basto.

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“Fue un gran humorista, escritor de sus propios libretos para sus programas de radio. Inicialmente estuvo con don Fabio Gadea Mantilla en Radio Corporación y al triunfo de la Revolución en Radio Sandino y en los últimos años en Radio Ya, donde creó sus propios programas con personas de su invención, como Aniceto Prieto y la Lupita (que representaba su esposa y compañera Georgina Valdivia). Luego Lencho Catarrán, contador de cuentos de camino y La Palomita mensajera de Aniceto Prieto”, rememora Mejía Godoy.

Con el triunfo de la Revolución en 1979 dejó La Corporación porque no comulgaba con las ideas políticas de Fabio Gadea Mantilla. Él sentía afinidad por el proyecto revolucionario que recién triunfó en la Managua de la década de los 80. Sus dos hijas fueron a la guerra y su morada se convirtió en casa de seguridad.

A su muerte tenía tres programas: Lencho Catarrán (nacido en 1982), que retrata un pueblo rural de Nicaragua con un puñado de personajes pintorescos; La paloma mensajera y la Paloma caliente. En 2017, recibió la Orden José Dolores Estrada de la Asamblea Nacional y el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) por su gran aporte a la cultura.

“Pienso seguir en la radio hasta que ya no pueda caminar y si acaso ya no puedo caminar vengo en silla de ruedas, mientras pueda hablar. Si hay que hacerlo, hay que hacerlo”, dijo entonces Otto, que en la vida real era más serio de lo que se pensaba.

Su obra musical y radial quedarán para la posteridad. Quedarán en sus programas de Lencho Catarrán y en los cuentos de Pancho Madrigal, al que compuso el tema musical.

La tarde de este lunes, la vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, informó que murió víctima de una enfermedad “que uno no espera”. “Otto fue tan valiente, tenía tantas ganas de vivir que ahí estaba acudiendo a sus citas médicas cumpliendo las terapias que tenía que cumplir para seguir cantando, seguir batallando para seguir luchando por la vida a como estamos todos”, dijo Murillo.

El Gobierno de Nicaragua emitirá una nota oficial de duelo por la partida del cantautor.

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“Sin duda alguna, es un patrimonio cultural de nuestro pueblo. Sin duda, una gran pérdida. Hoy lo lloro desde el exilio y en esta cuarentena desde Costa Rica”, lamenta Luis Enrique Mejía.

Otto de la Rocha ha muerto, pero Aniceto Prieto y Lencho Catarrán no. Siguen vivos. Esos serán inmortales. Y Managua, su linda Managua, lo llora en silencio, sin el chance de darle un adiós a uno de sus mejores hijos.

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