El obispo Auxiliar de Managua, monseñor Silvio Báez, llamó este domingo a la Iglesia a evitar que el pueblo se vuelva miedoso y pasivo ante la injusticia y no dejar de elevar la voz por quienes son víctimas del poder.
El mensaje de Báez, quien se encuentra en el exilio, se da en un contexto de críticas internas a los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, que han guardado silencio ante los ataques de la dictadura de Daniel Ortega.
En Nicaragua, la dictadura está procesando a monseñor Rolando Álvarez, preso desde el 19 de agosto del año pasado. Otros sacerdotes también han sido detenidos y procesados por delitos de “traición a la patria” y “propagación de noticias falsas”.
Monseñor Silvio Báez ha sido el único obispo nicaragüense que ha demandado abiertamente que sean liberados.
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“La Iglesia debe preservar y cuidar a la gente evitando que el pueblo se vuelva miedoso, pesimista ante la adversidad y pasivo ante la injusticia. No podemos volvernos `insípidos`, la Iglesia no puede ser ´insípida´”, dijo Báez en su homilía dominical.
INSISTE EN NO CALLAR ANTE LAS INJUSTICIAS
Según el prelado, los cristianos se vuelven insípidos si dejan que el miedo los haga vivir de espaldas a la realidad, si callan la verdad en una sociedad dominada por la mentira, si permiten que el pesimismo vaya carcomiendo la esperanza del pueblo.
Los cristianos —continuó— se vuelven insípidos si permiten que las ideologías prevalezcan sobre la fe y si colaboran con nuestra indiferencia “para que se siga imponiendo una normalidad forzada impuesta por las armas y el miedo”.
En ese sentido, apeló a convertirse en “luz del mundo” a través de las “buenas obras” y ser como la sal que da sabor a la vida y la sociedad.
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“Los cristianos nos volvemos ´sal´ de la tierra en la sociedad cuando nos liberamos del miedo, optamos por la honestidad y renunciamos a la complicidad con los corruptos”, dijo.
La Iglesia, que también son los creyentes, se convierten en “sal” de la tierra “si nos mantenemos libres frente a los ídolos del poder o del dinero, que corrompen y producen marginación”.
“En una sociedad dominada por el canibalismo, la irracionalidad violenta y la crueldad del poder, somos “sal de la tierra” cuando somos auténticos e incorruptibles, cuando introducimos compasión y bondad, cuando lloramos con quien llora, sembramos esperanza y somos factores de unidad y no de desintegración”, concluyó.
