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Cruzando el Atlántico con una máquina de coser

Mariela Silva viajó desde Nicaragua hasta España para salvaguardar su vida y la de su hermana. Sobre su nombre pesan amenazas de muertes y cargos por terrorismo.

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  • enero 09, 2019
  • 12:17 PM

Mariela Silva viajó desde Nicaragua hasta España para salvaguardar su vida y la de su hermana. Sobre su nombre pesan amenazas de muertes y cargos por terrorismo.

Mariela Silva llegó a Madrid en un vuelo procedente de Ciudad de Panamá, con su pasaporte y una máquina de coser envuelta en algunas piezas de ropa. Esos objetos, dice, se convirtieron en su prioridad desde que escapó a escondidas de Nagarote, León, el 26 de junio, tras un mortal ataque de fuerzas represoras afines al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega.

“El pasaporte es mi documento de viaje y con él debía andar por si me tocaba salir a cualquier país, y la máquina la tenía que llevar conmigo porque quería seguir diseñando, y no es lo mismo traerla a tener que comprar una, más cuando no tenés dinero”, señala.

Ella, una joven espigada de 27 años con ojos y sonrisa grandes, es diseñadora de modas. Estudió Derecho y Marketing, pero no concluyó las carreras universitarias porque decidió dedicar sus años a los bocetos de ropa y a la costura.

A su hoja de vida se le suma una faceta de modelo, y otra, este año, de líder de movimientos universitarios, que desde abril han hecho tambalear al gobierno de Ortega.

Desde el 18 de abril, Nicaragua está hundida en una crisis sociopolítica que ha dejado más de 512 muertos, según el último informe de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH).

Mariela Silva tuvo que huir de Nicaragua por temor a que el gobierno la arrestara para imputarles delitos.

La oposición a una reforma a la Seguridad Social desencadenó una ola de protestas cívicas que fueron reprimidas por la Policía Nacional. Tras los primeros muertos y la violencia, los nicaragüenses ahora exigen la renuncia de Ortega, el guerrillero sandinistas que ayudó a derrocar al dictador Anastasio Somoza, 1979.

OPERACIÓN ESCAPE

El 12 de junio, ciudadanos autoconvocados levantaron barricadas en el municipio de Nagarote, y otros municipios de Nicaragua, en protesta a la represión y a las muertes que ya acumulaba la crisis que inició en abril. Los ataques de parte de policías y paramilitares dejaron tres muertos en ese municipio.

A las seis de la mañana del 25 de junio, fuerzas paramilitares y policiales llegaron a Nagarote con la intención de desmontar las barricadas que jóvenes autoconvocados habían colocado en la carretera que une la capital de Nicaragua con el Occidente del país.

La operación que se llamó limpieza, se replicó en otras ciudades  nicaragüenses y aumentó el número de muertos debido a la represión de los paramilitares, que amparados por la Policía Nacional mataron y secuestraron.

Al escuchar los disparos, Mariela se dirigió al puesto médico improvisado que los protestantes acondicionaron en la iglesia católica del municipio. Era asistente de primeros auxilios y estuvo colaborando desde el 13 de junio, ese día tuvo su primer cara a cara con la muerte.

“En el puesto médico vi a un muerto por primera vez, pensé que el señor (Alberto Urroz) iba a sobrevivir, pero lo vi morir. Tenía una herida tan pequeña en la tetilla derecha. A pesar que teníamos especialistas y medicinas, no se pudo hacer nada”, recuerda.

Urroz, de 55 años, fue impactado de bala cuando salió de su casa a asomarse a la procesión del Santísimo, convocada por el  vicario de la iglesia Santiago Apóstol, Juan López, para calmar los enfrentamientos en ese municipio.

La tarde del 25 de junio, luego de desmontar las barricadas, las fuerzas represivas del régimen de Daniel Ortega emprendieron la persecución de jóvenes. Llegaron a la iglesia donde estaban los heridos y empezaron a disparar con armas de alto calibre. “No hubo respeto por la iglesia, jamás pensé que iban a atacar”, comenta.

Las fuerzas parapoliciales permanecieron asediando el templo hasta las tres de la tarde. A pesar de las advertencias, Mariela se quedó esa noche en Nagarote, por lo que salió al día siguiente en un vehículo particular que tuvo que sortear retenes de civiles armados y policías en Mateare y Ciudad Sandino.

“La noche antes de huir, mi casa estaba rodeada de paramilitares. Si hubiera abordado un bus para transportarme a Managua me habrían detenido”, cuenta. Llegó a la capital pasado el mediodía y se asentó en una casa de seguridad. 

Sin embargo, dos días después de llegar a Managua, recibió una llamada que la paralizó. “Hay una redada en donde vivís, andan policías y paramilitares buscando a jóvenes que han estado en la lucha”, le advirtió alguien a Mariela Silva, minutos antes de  dejar el supermercado en dirección a donde estaba residiendo.

Ese día, el 28 de junio, desistió de hacer compras y empezó a buscar casas de amigos para pasar la noche. “Cuando recibí la llamada pensé: me mataron”, relata Mariela. Después de ese incidente su mamá la convenció de salir de Nicaragua. En su país corría el riesgo de ser detenida o asesinada.

Como ella, miles de nicaragüenses emprendieron huida hacia Costa Rica, Panamá, España, Estados Unidos y Guatemala para proteger sus vidas. El flujo migratorio podría ser mayor en tanto el Presidente de Nicaragua no busque una salida a la crisis sociopolítica que ha afectado la economía, y continúe criminalizando las protestas ciudadanas.

Hasta inicio de agosto, la Organización de Naciones Unidas (ONU) registraba que cerca de 23,000 personas buscan asilo en Costa Rica. William Spindler, portavoz de Acnur, precisó en Ginebra que el número de solicitudes de refugio en Costa Rica “aumentó exponencialmente” tras el comienzo de la represión en Nicaragua.

DESTINO ESPAÑA

En el Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino, Mariela se enfrentó  con dos grandes miedos: que le impidieran salir del país o que le quitaran su máquina.

“Estaba nerviosa porque llevaba una máquina de coser, y no sabía que me podían decir. Además, mi pasaje era de ida y vuelta por un mes, entonces es ilógico que ande cargando una máquina. Decían que estaban revisando listas (para detener a jóvenes), y había muchos policías. Cuando subí al avión sentí un alivio”, recuerda.

Sin embargo, el alivio le duró el tiempo que ocupó para llegar a Madrid. Al pasar por las ventanillas del Aeropuerto Adolfo Suárez Barajas, un oficial vio sospechoso que llevara una máquina de coser. El interrogatorio duró siete minutos, pero para Mariela y su hermana Ashley, de 23 años, fueron una eternidad.

“Estaba confiada cuando aterrizamos, pensé que ya estaba a salvo, pero en migración me detuvieron, me interrogaron y me preguntaron por la máquina, que porqué la traía si venía solo por un mes. Me dijeron que la carta de invitación que traía era falsa, que me iban a regresar, todo eso me puso nerviosa”, dice. Finalmente, entró a España.

La carta a la que se refiere Mariela es una que la organización Pacem In Terris, con presencia en España y Nicaragua, le extendió para que su ingreso fuese más fácil. En ella se establecía que ambas venían como parte de un programa de intercambio. “Si no la hubiera traído, me habrían regresado a Nicaragua”, asegura.

SUEÑOS TRUNCADOS

Su primera incursión en eventos de moda fue en 2013 cuando le dieron la oportunidad de presentar una colección en la Semana de la Moda de Nicaragua. Ese año sintió  por primera vez la ovación y los aplauso del público. Así empezó a patentizar su marca Aurelio Couture.

“La línea de Aurelio Couture de Mariela Silva propone estilos frescos”, reseñó el canal de modas de la revista ¡HOLA! en una nota de cobertura del evento Nicaragua Diseña, del que es directora Camila Ortega, la hija del dictador que ha promovido el éxodo de miles de nicaragüenses.

Los atuendos de Mariela los exhibían importantes figuras de la farándula nicaragüense. “El diseño de moda es mi pasión”, me dijo una noche fría de España. Aún cuando en Europa tiene más oportunidades de crecer en esta industria, todos los días sueña con regresar a Nicaragua.

Por ahora, Mariela está en trámite de asilo político en España.

“Sueño con triunfar en Europa. Si allá (en Nicaragua) es difícil (diseñar), aquí lo es más, el textil es más caro, es una inversión más grande”, lamenta. Mientras gestiona su asilo y encuentra un trabajo, Mariela se ha propuesto estudiar cursos de moda.

CARGOS EN SU CONTRA

Un día de abril, Silva y un grupo de jóvenes tomaron cubetas de pintura azul y blanco y se dirigieron al mirador del municipio de Nagarote. Cambiaron los colores pasteles que la primera dama le ha impregnado a casi todos los monumentos del país, por los de la bandera nacional.

Eso le valió para que el alcalde de su municipio, Juan Gabriel Hernández, interpusiera una denuncia ante la Policía Nacional. Además de la acusación de terrorista, valoraba el “perjuicio”  a la municipalidad en 150,000 córdobas (US$4,830, aproximadamente).

“Según el alcalde, un  grupo de muchachos y yo hicimos vandalismo y secuestros. La acusación dice que el daño es por 150,000 córdobas por la destrucción de la Alcaldía y el mirador. El daño a mi comunidad es por quitar los colores de Rosario Murillo y pintar las gradas en azul y blanco”, denuncia.

A pesar de estar fuera de Nicaragua, dice que aún carga con el trauma de ver a policías y paramilitares disparando. El 30 de mayo, en la marcha del Día de las Madres, salió de Nagarote con una bandera azul y blanco en manos.

Dos buses transportaban a decenas de jóvenes sin saber que esa fecha registraría una de las masacres más sangrientas: 18 muertos a nivel nacional, según organismos de derechos humanos.

Ese día, Silva trataba de sacar de su mente dos escenarios funestos: regresar a Nagarote muerta o regresar con el cuerpo inerte de un amigo. No se quería imaginar llegando a la casa de una familia con una mala noticia. Lo que sí sabía con certeza es que la muerte ese día era una especie de ruleta rusa.

“Ese fue otro de los días más difíciles de mi vida. No sabíamos nada de tres compañeros, pero lograron llegar al bus. Cuando pasamos lista me sentí tranquila, aliviada”, expresa. Esa tarde fuerzas represoras del régimen atacaron el final de la marcha convocada por el movimiento Madres de Abril. Solo en Managua murieron a tiros 11 personas.

Las imágenes de una multitud corriendo para protegerse de las ráfagas de balas y de cuerpos de jóvenes transportados en motos, ensangrentados y con los ojos de la muerte en sus cabezas, difícilmente las podrá borrar de su mente.

-Pero, ¿ahora estás más segura acá en España?, pregunto.

-Uno nunca deja de correr riesgos, tengo miedo por mis amigos, por mis familiares. El simple hecho de estar hablando con vos, es un riesgo terrible.

En Nicaragua, el miedo a que nunca encontraran su cuerpo muerto, era más grande que el miedo a morir.

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