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“Era el exilio o mi libertad”, relata extrabajadora estatal refugiada en España

Tras siete meses en España, Carmen, una extrabajadora estatal de Nicaragua, todavía se pregunta si estaría mejor encarcelada en “El Chipote” que en Europa pasando calamidades.

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  • enero 21, 2019
  • 05:50 AM

Carmen fue forzada al exilio por llevar medicina y atender heridos durante los ataques a la Upoli. Sufrió persecución cuando fue señalada de terrorista y golpista. Hace siete meses llegó a España, desde donde espera ver caer a Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Tras siete meses en España, Carmen, una extrabajadora estatal de Nicaragua, todavía se pregunta si estaría mejor encarcelada en “El Chipote” que en Europa pasando calamidades, atormentándose a diario por estar lejos de su familia y pagando con el exilio haber colaborado en el estallido social contra Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Cuando iniciaron las protestas en Nicaragua, el 18 de abril, Carmen trabajaba en una empresa semiestatal y se lamentaba a diario no poder participar en ellas. Uno de sus hermanos y algunos amigos se atrincheraron en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) y sintió la necesidad de apoyarlos.

La Upoli fue una de las cuatro universidades de Managua donde estudiantes se atrincheraron como forma de protesta y era considerada el bastión de la resistencia estudiantil.

Carmen es una bioanalista de 25 años y había trabajado durante tres años en el Hospital Solidaridad. Inició una colecta de víveres y medicinas para los estudiantes que se atrincheraron en la Upoli. Le colaboraban sus compañeros de trabajo y amigos del hospital.

Hizo varias entregas y en sus días libres se sumaba como voluntaria en el puesto médico improvisado que se instaló en la Upoli para atender a quienes resultaban heridos durante los ataques de paramilitares y oficiales de la Policía.

La Upoli era considerada el bastión de la resistencia estudiantil durante las protestas en Nicaragua / Uriel Velásquez

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La represión a las protestas ciudadanas le causaba rabia y decidió desahogarse haciendo pintas de protesta en su colonia, cercana a la Upoli. Tiempo después fue identificada por los simpatizantes del Frente Sandinista y empezaron las amenazas en su contra. La acusaban de terrorista, golpista y hasta de querer incendiar el Hospital Solidaridad.

“César Mendoza, director del hospital, y Fidel Gómez, responsable de recursos humanos; comenzaron a investigarme y amenazaban a mis excompañeros de trabajo, a quienes incluso despidieron por haber apoyado en las colectas. Hicieron una campaña a nivel de las clínicas previsionales del INSS divulgando mi fotografía y diciendo que yo quería quemar el (hospital) Solidaridad, lo cual es totalmente falso”, relata la joven.

La persecución la obligó a dejar el trabajo y por varios días tuvo que refugiarse en una “casa de seguridad”, mientras preparó su salida del país.

Carmen cuenta que el 17 de junio encerraron por tres horas a una amiga que trabajaba para el Hospital Solidaridad “y le dijeron que si no decía dónde estaba yo, sus hijos iban a pagar las consecuencias”.

“Fue un operativo de venganza porque su gente estaba ayudando a los chavalos de la Upoli. Me querían presa a toda costa”, dice.

COMENZÓ DE CERO

El 21 de junio salió de Nicaragua y llegó a España con la intención de solicitar asilo político, un proceso que suele tardar entre dos y tres años, pero que le garantiza estancia legal en el país. Estuvo 15 días en un hotel y luego ingresó a un programa de acogida a migrantes.

"A veces prefiero haber enfrentado esos cargos que me inventaban, estar presa en El Chipote, como me amenazaron, pero estar en Nicaragua y no sentirme sola”.

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Los primeros días fueron los más difíciles. A parte de la preocupación por saber dónde viviría y cómo haría para establecerse, estaba la carga emocional de llegar a un país que no conocía y donde tendría que empezar de cero.

“Me la he jugado sola. La verdad es que ha sido duro, toda la vida lo único que he hecho es estudiar y trabajar. Al llegar acá uno tiene que empezar de cero, porque te das cuenta que aquí no sos nada. Me sentí como mutilada. Es una situación complicada en la que te tenés que hacer de hierro. A veces ni siquiera hay qué comer en el día, sobre todo al comienzo”, confía.

Ahora, siete meses después de su llegada, trabaja y ha conseguido un poco de estabilidad, pero Carmen todavía se atormenta por estar pagando con el exilio haber defendido una lucha que considera justa.

“A veces prefiero haber enfrentado esos cargos que me inventaban, estar presa en El Chipote, como me amenazaron, pero estar en Nicaragua y no sentirme sola”, expresa al recordar los días previos a su salida del país, cuando era una perseguida política.

El exilio no la ha alejado de la lucha cívica, se suma a las marchas de la diáspora nicaragüense en España, denuncia constantemente las violaciones de derechos humanos que se siguen cometiendo en Nicaragua. Anhela el día en que Ortega y Murillo entreguen el poder.

“Yo no me vine porque quise, tampoco vine a pasear, vine a España porque me obligaron, porque era el exilio o mi libertad. Quiero volver a Nicaragua, extraño mi vida allá, pero estoy clara que voy a volver hasta que caiga la dictadura y por eso sigo en la lucha”, finaliza.

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