La doctora Vilma Núñez de Escorcia es una de las poquísimas críticas al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo que permanecen en Nicaragua. Con 83 años de edad su voz resuena alto y contundente frente a los atropellos de la que considera la peor dictadura de la historia del país.

La presidenta del confiscado Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), conversa con DESPACHO 505 vía Skype desde Managua, aunque bien pudo ser por medio de cualquier otra plataforma de comunicación virtual en las que ha encontrado una alternativa para ejercer el derecho a la libre expresión que los Ortega Murillo niegan a todos los nicaragüenses desde el año 2018, cuando ordenaron a la Policía exterminar a fuerza de las balas las manifestaciones civiles en demanda de derechos legítimos, según conclusiones de organismos de derechos humanos internacionales.

Doña Vilma, como se le dice, durante más de una hora de charla, repasa la parte de su historia ligada al FSLN, y se autocritica no haber hecho algo más ante los primeros síntomas autoritarios de Ortega en los 80, durante el primer Gobierno sandinista.

«Yo fui parte de la Revolución nicaragüense, de la revolución traicionada, precisamente, por Daniel Ortega. Lo que pasa es que esa traición no se veía, ni se perfilaba en ese momento. Sin embargo, yo tengo una posición autocrítica de mi permanencia dentro de las filas revolucionarias, porque mi permanencia o mi llegada al Frente Sandinista y mi participación en la revolución se inscribe dentro de una lucha más amplia», explica.

«Me pregunto en qué fallamos, por qué nos callamos o por qué no hicimos eco de las denuncias y de las noticias que circulaban, por qué fuimos tan ciegos para creer que todo era culpa del imperialismo norteamericano que era el discurso que se nos vendía y en el cual creímos».

Se refiere a su papel como militante del Frente Sandinista, magistrada y vicepresidenta de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) en la década de los ochenta; y hasta postulante a la candidatura presidencial como rival de Ortega en unas primarias sandinistas, entonces señaladas de amañadas.

De nada se arrepiente. Al igual que muchos guerrilleros creyó en la Revolución como la oportunidad para devolver a Nicaragua la democracia que había sido arrebatada por la dinastía somocista en 1934. No obstante, remarca, todos los sandinistas «que fuimos traicionados tenemos que ser suficientemente autocríticos».

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Aclara, también, que nunca fue cercana al círculo de poder. Sobre Rosario Murillo recuerda un par de episodios que delataban su ambición de poder: en 1991 cuando la Asamblea Sandinista la rechazó como militante y Murillo optó por rentar una oficina en el segundo piso del Olof Palme, donde se realizaba el Congreso Sandinista, para organizar su propia estructura, paralela al Frente Sandinista.

Luego, fue cuando se presentó al Cenidh en 1998 para solicitarle que no defendiera a su hija Zoilamérica Narváez Murillo, quien acusaba a Daniel Ortega de violación. «Dijo que Zoilamérica era una mitómana y una serie de cosas que a mí me dejaban muy conmovida de escuchar de una madre tales denuestos en contra de una hija», explicó.

Doña Vilma, usted puede ser considerada la última defensora que denuncia abiertamente las violaciones a los derechos humanos que comete la dictadura de Ortega y Murillo. ¿Qué cree que ha detenido al régimen a apresarla, tomando en cuenta que hay presos políticos casi de su edad en El Chipote?

Me haces la pregunta más difícil y peligrosa de responder. En primer lugar, te quisiera decir que no considero que soy la última. Hay todavía, y digo todavía, porque prácticamente Daniel está jugando con tierra arrasada, hay muchas defensoras y defensores de derechos humanos que siguen luchando con sus propias estrategias, midiendo sus propios temores y sus propios riesgos internamente. Entonces, no me digas eso, porque no quiero ser, ni quiero sentirme como la última defensora que queda, sería muy triste para Nicaragua, pero aquí estoy y en este momento yo he acuñado una frase de que estamos en una situación en donde todo nos expone y nada nos protege, cualquier cálculo, cualquier especulación que yo te pueda decir puede ser precisamente una exposición al peligro.

¿Siente miedo o teme por su vida?

Claro. Yo tengo miedo. Te mentiría y dejaría de ser auténtica con ustedes, con la gente en general, decir: ‘no, yo no tengo miedo’. Además, sería mucho riesgo. Yo sí tengo miedo y vivo con miedo. Sembrar el miedo, sembrar el terror, es el arma más generalizada e invisible que ha usado Daniel Ortega para silenciar las luchas, las aspiraciones de la gente de Nicaragua. Entonces, sí tengo miedo y, definitivamente, ese miedo me lleva a temer por mi vida.

¿Y esta situación ha afectado su salud?

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Yo pienso que definitivamente aquí hay una agresión emocional muy fuerte, de vivir en alerta, de vivir pensando y calculando cómo tenés que moverte, aunque yo procuro hacer mi vida y no estar encerrada en mi casa. Pero de la agresión psicológica, el daño emocional que le ha causado Daniel Ortega y Rosario Murillo a la gente de Nicaragua no hay alguien que se pueda salvar. Yo creo que todos de una u otra forma estamos con alguna afectación.

Daniel Ortega mandó decir a la ONU que a usted la protege la Policía, pero lo desmintió, ¿estaría pretendiendo Ortega aparentar que respeta la integridad de la defensora más reputada y crítica que tiene?

Fíjate que ese informe se hizo viral en las redes, con motivo del segundo examen que Nicaragua tendría que rendir en el año 2019 y no se hizo, sino que hasta ahora por la pandemia, porque el Gobierno no llegó. Esa afirmación apareció en ese informe que elaboraron en el 2019, pero no lo han hecho solo allí; tiene un historia que representa una maniobra del régimen.

Yo tengo medidas cautelares otorgadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) desde el año 2008, un año después que Daniel Ortega llegó al poder. En ese momento, aparte de todos los insultos y todas las campañas difamación de un grupo del Frente Sandinista, un miembro de la alcaldía de Telica, agredieron mi casa de habitación en León. La mancharon totalmente de rojo y negro, amenazando prácticamente de muertes. Fue una agresión muy fuerte, entonces yo hice lo que tenía que hacer: poner la denuncia en la Policía. Simularon investigar; mentira que la Policía iba a hacer algo, nunca hicieron nada, entonces pusimos la denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, porque para mí era una señal de agresión muy fuerte y de riego muy fuerte. Fue así que la Comisión otorgó medidas cautelares.

El Ministerio de Relaciones Exteriores se desprendió de su responsabilidad de cumplir con la recomendación de la Comisión Interamericana y le pasó el caso a la Procuraduría de Derechos Humanos, ahí llamaron a la Policía y fingieron que iban hacer un protocolo de protección donde me proponían que tenía que andar cuidándome un policía todo el tiempo. Jamás. Eso tiene que hacerse, con una medida de protección de acuerdo con el que la va a recibir, a mí no me pueden imponer a un policía, por eso empezaron a decir: Ya la estamos protegiendo, tenemos un protocolo, pero ella no la quiere aceptar; pero esa afirmación es falsa o engañosa, la traen repitiendo desde el año 2008.

Doña Vilma, ¿ha pensado alguna vez la posibilidad de exiliarse?

No. Categóricamente no. En los momentos más difíciles, que fue cuando nos quitaron ilegalmente, arbitraria la personería jurídica, cuando ya no nos dejaron entrar más a nuestras oficinas, la persecución de todo el equipo del Cenidh fue muy grande, y mis colegas abogados, la mayoría decidió irse para salvar su vida, entonces hubo una colega, otra defensora, que está en Nicaragua, me convencían y me exigían, unidas con otras amigas defensoras de que nos fuéramos, que me iban a matar. Hubo una presión de que me fuera y definitivamente se molestaron y les dije no. No me puedo ir, no me debo de ir.

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Es que yo no me veía en un plan de desarraigarme y no me movía únicamente la lucha, porque la lucha también la están haciendo los compañeros afuera, a mí me movía mi arraigo nacional. ¿Por qué me van a sacar, porque eso es como sacarte? ¿Por qué me voy a tener que irme para otro lado?

Me sentía como que yo estaba renunciando a mí misma, entonces fui asimilando que no debía de ceder a esas propuestas con el afán de protegerme. Hubiera sido prácticamente mi destrucción emocional.

Esta situación, es una sensación de impotencia, de frustración. No poder ni siquiera acceder a presentar personalmente un recurso, no poder ejercer una defensa, no poder actualizar mis documentos como abogada litigante que fui y que soy, entonces todas esas cosas te frustran y te limitan como defensoras de derechos humanos, pero por suerte hay otra serie de mecanismos que se han desarrollado con el avance del desarrollo jurídico de los derechos humanos y es usar los recursos que la Ley establecen que se llama la defensa no formal. El principal instrumento de la defensa no formal es la denuncia pública, por eso es que vos decís que no me tiembla la voz, claro que sí, pero aquí estamos y aquí le estoy dando esta entrevista, con toda la transparencia y el respeto que te mereces como periodista.

Te quiero decir, y quiero hacer un reconocimiento al periodismo independiente, a través de esta entrevista con DESPACHO 505. Prácticamente el periodismo es el pilar fundamental en la denuncia pública como mecanismo de defensa no formal de los derechos humanos. Nosotros nos vamos a callar en el momento en que ustedes se callen, esperamos que no sea nunca, hasta que logremos el cambio.

Algunos defensores de derechos humanos han señalado que Daniel Ortega ha superado a Cuba y Venezuela en cuanto a violación de derechos humanos, ¿qué opina usted de eso?

Pienso que la situación de Cuba y la situación de Venezuela, tienen algunas diferencias y lógicamente la dictadura de Daniel Ortega tienen también sus diferencias; sin embargo, así como medio en broma y usando una metáfora decimos, en lo que respecta a Cuba, salió más adelantado el alumno (Ortega) que el maestro.

Yo encuentro un paralelismo entre cómo estos revolucionarios engañan a su gente y se acomodan después a sus propias ideologías. En Cuba, yo no sé si fue creación, creatividad o imaginación de la perversidad de su propia dirigencia que creó los métodos más cruentos, horribles que he conocido (de torturas) o se los copió a la Unión Soviética de (Iósif) Stalin.

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Hay métodos copiados o aprendidos y tuvimos la oportunidad, cuando empezaba la represión en 2018, testimonios de muchachos que capturaron, los pelonearon y los lanzaron desnudo a las carreteras, a los montes. Nos relataron cómo los torturaron. Los hacían desfilar desnudos entre dos filas, a un lado una cantidad de gente que dada las instrucciones y que ellos pensaban que eran extranjeros, que creían que eran cubanos que estaban enseñando, y al otro una fila de policías nuevos de Nicaragua aprendiendo los métodos que los cubanos enseñaban.

Ortega ha confiscado a todos los organismos nacionales de derechos humanos y los defensores fueron obligados al exilio, ¿qué les espera a los nicaragüenses, a los que se les reprimen sus derechos?

Pienso que al pueblo de Nicaragua, no solamente a los defensores de derechos humanos, han querido destruir. Se nos ha violentado el derecho de asociación, nuestro derecho a defender derechos y a expresarnos. Han privado a la gente de la posibilidad de contar con el acompañamiento y asesoramiento de defensores y defensoras que pudieran hacerle más llevadera las represiones y las situaciones que están viviendo.

Sin embargo, mantenemos una comunicación con gran cantidad de personas, con una limitante, (que te dicen) solo quiero que me lo guarde (el testimonio) para cuando se pueda saber. No puedo hablar porque me matan. No puedo hablar porque me pasa tal cosa. No puedo hablar porque me quitan el trabajo. Prácticamente la dictadura Ortega-Murillo ha llevado al extremo máximo que puede llegar un dictador. No solamente violar los derechos humanos, sino impedir una defensa de los mismos y eso es lo que representa la destrucción de las organizaciones de derechos humanos.

¿Cómo ha logrado resistir el Cenidh a la ilegalización y la confiscación?

Con la lógica y el convencimiento de que una organización de derechos humanos no la constituye ni las instalaciones, ni los instrumentos de trabajo. Nos hacen falta tener un lugar donde reunirnos con seguridad. Donde llegue la gente a sentirse acompañada.

Nos hacen falta muchos instrumentos de trabajo. Una bibliografía, la documentación que recoge la historia de lo que ha sido una situación de derechos humanos en diferentes gobiernos. Nosotros teníamos una historia recogida en dosieres anuales de 30 años, desde 1990 que se fundó el Cenidh hasta la fecha. Todo eso lo destruyeron, o se lo robaron. Todas esas cosas se las llevó aquella noche que se metieron como ladrones, la Policía. Entonces a fuerza de voluntad, a fuerza de compromiso, a fuerza de compadecerse frente a una persona que te llama llorando, que la ves desamparada y sobre todo aquellas personas que todavía creen en vos, y que siguen creyendo en vos, a pesar de todas las campañas y de todas las calumnias; y de todo de lo que somos víctimas.

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¿Ha pensado en la jubilación, en renunciar a seguir luchando prácticamente sin recursos contra una dictadura que cada día fortalece su aparato represivo y a la que no se le ve fin? ¿Qué tendría que pasar para que usted se retire?

Yo ya estoy jubilada, pero yo voy a seguir hasta que pueda físicamente y esta situación física comprende dos cosas: una que físicamente, por razones de salud o de actitud que no pueda hacerlo; y otra es hasta que Daniel Ortega y la Rosario Murillo me dejen, porque en un momento determinado nosotros nos propusimos: no nos callarán y entonces eso tiene un límite, porque este hombre (Ortega) que es dueño total y absoluto de todo lo que pasa en el país, puede mandar a hacer lo que le dé la gana en cualquier momento.

Además, solo matándome, porque si me echa presa, espero que no, yo seguiré el ejemplo tremendo que nos están dando desde las cárceles de El Chipote y las cárceles del Sistema Penitenciario: Dora María Téllez, Suyén Barahona, Ana Margarita Vigil, Tamara Dávila y Violeta Granera. No me van a callar, aunque me echen presa. Tendrán que matarme

Doña Vilma, para terminar la entrevista, ¿cómo ve a Ortega saliendo del poder: derrotado, muerto o heredándoselo a sus hijos

Esa visión me parece imposible en estos momentos. Yo en este momento lo que veo es que (Ortega) es una fiera enjaulada dispuesta a seguir controlando el poder hasta perpetuarse en el mismo.