William González: “Tengo miedo de despertarme y no tener en la cabeza los recuerdos de Nicaragua”

El valor de su poesía, dice, es retratar en papel el sufrimiento que experimentó como niño inmigrante, acentuado por la soledad que soportó mientras su madre salía a trabajar limpiando casas de los más adinerados de Madrid.

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  • mayo 29, 2023
  • 07:44 AM

Inmigración, marginalidad, explotación laboral y asfixiante soledad. De eso habla la poesía que le ha merecido el Premio Hiperión 2023, uno de los más prestigiosos de España, al joven escritor nicaragüense William Alexander González. No es más que el relato de su vida, pero el autor de esas letras no es el muchacho de 23 años que es ahora, sino el pequeño de 11, recién aterrizado en Madrid, cuya sensibilidad le permitió rápidamente captar la durísima realidad de los Inmigrantes de segunda, el título que dio a su laureada obra.  

El galardón lo recogerá este septiembre, pero las loas -insiste- deben ser para el pequeño que salió del popular barrio San Luis de Managua y que, carcomido por la nostalgia, terminó encontrando en la literatura un escape al dolor. Insiste en que retratar en papel el sufrimiento que experimentó como niño inmigrante, acentuado por la soledad que soportó mientras su madre salía a trabajar limpiando casas de los más adinerados de Madrid es el valor de su poesía.

Honesta, genuina, sin pretensiones y centrada en temas que importan a muy pocos, así describe el autor los tres títulos que ha publicado: Los nadies, Inmigrantes de segunda y Me duele respirar; los dos primeros contienen escritos que guardó por doce años en un cajón debajo su cama, y que muestran el duelo de la migración que tambien marca a un niño.

“No creo que mi obra haya sido premiada solo por mí y, aclaro, que no trato de ser la voz de ellos (los inmigrantes), sé que es muy dificil, yo solo relato mi vida. A mí me duele ver que mi madre tiene los huesos y una mujer de 80 años, teniendo 55, por haber tenido tres trabajos, por haberse matado recorriendo todo Madrid de arriba abajo limpiando casas para pagarme el colegio, el instituto y luego los gastos de la universidad”, reflexiona el joven en una soleada mañana de la primavera que casi acaba en España, en la que se permitió hacer una pausa en la agenda que divide entre los compromisos literarios y sus clases como estudiante de Licenciatura en Periodismo. 

Tras su salto al podio literario, a González no le faltan invitaciones a eventos, foros y encuentros. Un mundo que no termina de fascinarle. Rehuye de los halagos y de toda la atención que su pluma provoca. Su polo a tierra, dice, son las manos de su madre, tan maltratadas por la lejía (cloro) que se utiliza en los trabajos de limpieza que se le han borrado las huellas dactilares.

"Yo creo que mi poesía es verdadera, no tengo que adornar al lenguaje, ni bajarte a Zeus, yo siempre voy a estar al lado de las personas marginadas, de las invisibles", enfatiza.

¿Cómo surge tu conexión con la literatura, entiendo que no viene de familia?

No, no viene de familia, yo nací en una familia súper humilde, en Managua y prácticamente la literatura no me interesaba. Todo empieza en el barrio San Luis Sur (Managua) cuando descubro un viejo armario amarillento en la casa, donde hay un montón de libros de poesía. Había libros de Ernesto Cardenal, de Rubén Darío y empecé a leer Azul, pero no me enteraba de nada. Ese fue mi primer contacto con la literatura como tal, a los 7 años. Luego se afianza a los 11, cuando llego aquí a España.

¿Qué te hizo buscar los libros?  

La soledad. Mi madre trabajaba desde las 6 de la mañana hasta las 10 de la noche y pasaba en casa solo, rodeado de libros. Tenía dos opciones o bajarme a la calle y buscar malos pasos o quedarme en casa leyendo libros y tratando de escribir cosas, elegí la segunda. Era el estímulo para paliar la soledad de un niño inmigrante, que acababa de llegar a España. Estamos hablando de 2010-2011, cuando el número de nicaragüenses en Madrid era menos de cien y de mi edad prácticamente no había ninguno.

El duelo que afrontan los niños inmigrantes y el impacto que tiene el desarraigo es algo de lo que no se habla….

En septiembre recojo el Premio Hiperión en Casa de América y mi discurso habla de eso: siempre se piensa en inmigrantes como personas ya adultas, ¿y qué pasa con los niños que dejan su patria? Yo era un niño de 10 años y también sentía dolor.

Es que a un niño también le duelen las cosas, sí que es verdad que yo he tenido la suerte de tener la literatura como refugio. El primer poema que abre Los Nadies, ahí ves a un niño de 11 añitos prácticamente llorando sobre todo lo que había pasado y dejado en Nicaragua.

Llama la atención la influencia que tiene Nicaragua en tu obra, pues has pasado la mitad de tu vida en España y es aquí donde te has desarrollado como escritor 

Sí, es un tema que ha sido objeto de mucha crítica, pero es que si yo no hubiese nacido Nicaragua yo no estaría sentado aquí contigo. Yo traigo de Nicaragua lo más que es la tradición poética y unos nombres detrás potentísimos a nivel literario que también habían triunfado en España. Yo digo que me siento español y nicaragüense a partes iguales en literatura. Me he nutrido de las dos y el hecho de recordar tanto a Nicaragua es lo que para mí como decía (Rainer María) Rilke mi patria es mi infancia. A veces incluso tengo miedo de despertarme un día y no tener en la cabeza esas fonoteca de recuerdos. Me da mucho miedo, porque lo único que tengo de Nicaragua son vivencias y a partir de esas experiencias construyo unos poemas que están cargados de nostalgia.

Hablemos de los premios, que has dicho que no te embelesan, pero que al final son un reconocimiento a tu talento y te han catapultado a la escena literaria…

Los premios son una consecuencia de todo el trabajo realizado  desde los 11 añitos. Yo pienso que cuando a mí se me da un premio no se está premiando al William de 23 años, sino al niño de 11 añitos que estaba solo en su habitación mientras su madre se iba a trabajar, a limpiar casas, escaleras y chalets por las zonas más ricas de Madrid.

Se está premiando el sufrimiento de ese niño. No lo que soy ahora, que ya tengo más camino literario recorrido, en el sentido de haber leído más, haber estudiado más. El tema de los premios es un poco complicado, porque yo ni soy acumulador ni cazador de premios. Es más, yo escribo sin parar desde los 10 años y todo lo que había escrito lo tenía debajo de mi cama en un cajón. Si a mí Manuel Francisco Reina no me hubiese dicho que me presentase al concurso no tendría ninguno, porque nunca lo he buscado.

Cómo definís tu trabajo...

Yo creo que mi poesía habla por sí sola. Jesús Monarris, que es jurado del Premio Hiperión y dueño de la editorial, me dijo ‘es que estábamos pensando en autores jóvenes que hablasen de todos estos temas y no nos salían ningún nombre.  

O sea, ¿a quién le importan las empleadas de hogar latinoamericanas?, mi madre que ha perdido las huellas dactilares por la lejía. ¿A quién le importan los niños inmigrantes o los periodistas exiliados que trabajan en la clandestinidad? A nadie. Siempre trato de quitarme importancia. No creo que mi obra haya sido premiada solo por mí, no trato de ser la voz de ellos, sé que es muy dificil, yo solo relato mi vida y a mí me duele ver que mi madre tiene los huesos de una mujer de 80 años teniendo 55 por haber tenido tres trabajos, por haberse matado recorriendo todo Madrid de arriba abajo limpiando casas para pagarme a mí el colegio, el instituto y luego gastos de la universidad.

El caso de Me duele respirar es distinto, porque el titulo de la obra te ha hecho objeto de crítica porque muchos creen que aborda un hecho que no viviste

El eje del libro que es el dolor de los exiliados que llegaron a partir de 2018 a España. Es resultado de un trabajo de investigación al que le dediqué mucho tiempo y que contiene datos inéditos y relatos de personas que no se conocían. Es un libro que está teniendo una acogida brutal en Estados Unidos y se llegó a posicionar ante los 20 más vendidos de poesía en Amazon. Sin embargo, por Me duele respirar recibí amenazas, incluso hacia a mi familia.

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