ELa carencia de oferta educativa y laboral, especialmente en las áreas rurales, orilla a muchos jóvenes a migrar o participar en actividades del crimen organizado y expone a más embarazos adolescentes.

La organización reúne a sobrevivientes de países como Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, entre otros.

Los expertos consideran que las niñas aprovechan mejor los estudios que los niños. Sin embargo, hay una serie de bloqueos que impiden que continúen con su educación: embarazos, roles de género y violencia machista.

Este tema es importante "por el avance enorme que está teniendo la tecnología", aunque "lamentablemente las brechas de género están en crecimiento".

La familia de la niña exige sanciones más severas. Además, las indagaciones policiales determinaron que el menor abusaba sexualmente de su hermano.  

Desde 2017, aproximadamente 37 niñas han sido asesinadas en Nicaragua. Defensoras de derechos de las mujeres critican rol pasivo de las instituciones del Estado

La experta del organismo interamericano llama al Estado a tomar medidas especiales orientadas a proteger a niñas, niños y adolescentes e impulsar políticas públicas orientadas a romper el círculo de pobreza. “La inclusión de los crímenes por razón de género dentro del Código Penal podría contribuir a garantizar su conocimiento y estudio obligatorio en la formación académica de los operadores de justicia”, valora.

Unicef identifica 19 prácticas nocivas (que van desde el planchado de senos hasta las pruebas de virginidad) que se consideran violaciones de los derechos humanos.

Gough llamó la atención sobre los huracanes que vivió el año pasado Centroamérica, que dejaron arrasadas escuelas, centros de salud y cultivos, así como los que afronta en la actualidad El Caribe y que vienen a añadir una mayor incertidumbre a países como Haití, que sufre las consecuencias del último terremoto.

En las costas de San Rafael del Sur, un grupo de niñas y adolescentes ha aprendido que su futuro no tiene que ser convertirse en ama de casa o “juntarse” con un hombre adulto por una “costumbre” impuesta por la pobreza y el machismo. Saben que no es normal la violencia ni el acoso, que el género no les impone límites y ellas mismas se encargan de que las demás chavalas lo aprendan y rompan el ciclo del abuso y la violencia.