“Quiero irme, pero no quiero dejar a mi mamá”: jóvenes nicaragüenses atrapados entre el deber familiar y el deseo de huir de un país sin futuro

Como ella, el 63% de los nicaragüenses afirma que dejaría el país si tuviera la oportunidad, reflejo de una sociedad asfixiada por la pobreza, la represión y la falta de futuro bajo el régimen de Ortega y Murillo

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Despacho 505
  • Managua, Nicaragua
  • mayo 16, 2025
  • 07:58 AM

Mayra tiene 22 años y vive en Ticuantepe, una zona rural del departamento de Managua. Como muchas jóvenes nicaragüenses, terminó la secundaria con ilusión de mejorar su vida, pero pronto se dio cuenta de que, en su país, estudiar no garantiza oportunidades. Desde entonces, vive en una encrucijada: migrar en busca de una vida mejor o quedarse para no abandonar a su madre y a sus dos hermanos pequeños, de seis y doce años.

“Me pone triste y afligida irme y dejar a mi mamá sola. Ella se la lucha conmigo para que mis hermanos y yo tengamos comida y, al menos, cumplamos una escolaridad básica. Pero ganas de salir a buscar oportunidades fuera del país no me faltan”, cuenta Mayra a DESPACHO 505, mientras acomoda los implementos de manicure que usa para ganarse la vida.

Tras concluir el bachillerato en 2022, no encontró trabajo formal. La falta de experiencia laboral y la escasez de empleos en su comunidad la empujaron a capacitarse en oficios. Tomó cursos de manicura y pedicura, y ahora ofrece sus servicios a domicilio. Lo que gana, sin embargo, apenas alcanza para cubrir lo básico: comida, ropa y útiles escolares para sus hermanos. La idea de emigrar a Costa Rica o Estados Unidos sigue presente, pero no cuenta con los recursos suficientes.

“He buscado cómo recoger dinero para aunque sea irme a Costa Rica o Estados Unidos, cuando hubo oportunidad con el parole. Pero lo poco que gano apenas me da para sostenernos aquí”, explica.

Mayra no descarta irse. De hecho, lo considera casi inevitable. Pero dice que tomará la decisión “cuando Dios lo permita”. Mientras tanto, vive el dilema cotidiano de miles de jóvenes nicaragüenses: buscar un futuro lejos del país o quedarse para resistir junto a los suyos. “No puedo renegar de la voluntad del Señor. No es fácil tomar una decisión y dejar de un lado a la familia, pero ¿cómo puede uno pensar en estar en Nicaragua si no hay oportunidades, todo está caro, y el tema político está peor?”, reflexiona.

Una crisis sin salida bajo un régimen sin respuestas

La historia de Mayra es apenas una de las miles que se repiten en todos los rincones del país. La migración no es un fenómeno nuevo en Nicaragua, pero en los últimos años se ha intensificado. Y no se trata solamente de buscar mejores ingresos, sino de escapar de un sistema que ha sofocado las posibilidades de crecimiento, libertad y estabilidad para la mayoría.

Juan Carlos, un maestro de educación secundaria en Managua, también ha contemplado seriamente la migración. Tiene una familia de cuatro integrantes y asegura que su salario de docente no cubre ni las necesidades básicas. En octubre de 2024 intentó acceder al programa de parole humanitario impulsado por Estados Unidos, a través de un conocido que reside en Miami, pero su solicitud nunca fue respondida.

“Un conocido en Estados Unidos metió la solicitud de parole para recibirme en Miami, pero nunca dieron respuesta. Es algo que esperaba con mucho deseo porque he pensado que afuera hay mejores oportunidades. Eso es lo que quiero para mi familia: un mejor futuro”, comenta.

Aunque reconoce que migrar implica incertidumbre y sacrificios, no descarta intentarlo de nuevo si se abre una nueva posibilidad. “Aunque la situación en Estados Unidos esté complicada, yo espero que se abran más opciones. En la mínima oportunidad que se abra, yo busco cómo irme”, dice.

63% de los nicaragüenses quieren irse

Las experiencias de Mayra y Juan Carlos no son casos aislados. Reflejan una realidad nacional marcada por el desencanto, la pobreza y la represión. Así lo confirma la más reciente encuesta del organismo Hagamos Democracia, realizada entre el 11 y 17 de abril de 2025. El estudio, que consultó a 400 personas en 40 municipios del país, revela que el 63.09% de los nicaragüenses se iría del país si tuviera la oportunidad.

Aunque representa una disminución de 6.56 puntos en comparación con septiembre de 2024, la cifra sigue siendo alarmante. La encuesta también revela las motivaciones detrás de este deseo de huir: un 61% lo haría por razones económicas, un 33% por la desesperanza frente a la crisis política, y un 6% por persecución directa. La interdependencia entre la crisis económica y la política es clara: no se puede hablar de una sin la otra.

Bajo el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, Nicaragua no ofrece estabilidad. La persecución a voces disidentes, la eliminación de las libertades cívicas, la falta de acceso a empleos dignos y la inflación descontrolada han sumido a la población en un estado de constante incertidumbre. Los programas sociales son insuficientes, el mercado laboral está saturado y la educación, cada vez más politizada, deja a los jóvenes sin herramientas reales para competir o prosperar.

Además, las constantes violaciones a los derechos humanos y el cierre del espacio democrático han terminado por apagar el ánimo de quienes aún esperaban cambios desde dentro. En este contexto, la migración no se ve como una opción, sino como una necesidad urgente.

La juventud sin país

Para jóvenes como Mayra, el futuro dentro de Nicaragua parece una promesa rota. La carga de cuidar a la familia, la responsabilidad de generar ingresos y la frustración ante un país sin oportunidades las obliga a posponer —o renunciar— a sus propios sueños. No se trata únicamente de mejorar sus condiciones económicas, sino de recuperar dignidad, esperanza y libertad.

“Si tuviera con qué, me iría. Aquí no hay futuro, no hay manera de salir adelante sin contactos o sin dinero. Pero también me duele dejar a mi mamá. Ella ha dado todo por nosotros, y me duele solo pensar en dejarla sola con mis hermanos”, dice Mayra.

Mientras tanto, sigue tocando puertas, ofreciendo servicios, y esperando que alguna oportunidad —divina o terrenal— le permita romper el círculo de pobreza y abandono que vive en su país.

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