Galería | El rastro de la devastación de Eta en Karata
Es una de las comunidades más afectadas por el huracán. Las 97 viviendas que la componen fueron destruidas mientras que decenas de árboles frutales están derribados.


- noviembre 09, 2020
- 06:53 AM
- Despacho 505
- Copyright Despacho 505
Hasta hace más de una semana, Karata era una comunidad del litoral Sur de Puerto Cabeza, Caribe Norte, con patios verdes, casas de colores intensos y mansas playas que en décadas pasadas sirvieron de refugio a barcos y navegantes que huían de huracanes y tormentas. Hasta hace una semana era un oasis de paz que alojaba a 97 humildes viviendas cuyos inquilinos se alimentaban de los árboles frutales, como el mango, y la pesca.
Ahora es una comunidad desolada. El potente huracán Eta, que impactó esta tierra en categoría cuatro, el pasado martes, derribó todo a su paso. Las imágenes de aguas diáfanas y las postales de ensueño ahora han cambiado a destrucción: techos y pedazos de madera por aquí y por allá, animales muertos en los campos, pangas fuera del mar y árboles en el piso.
La naturaleza se ensañó con una de las comunidades más antiguas del Caribe Norte. Para inicios de 1700 aquí ya vivían miskitos y afrodescendientes quienes la habían convertido en su epicentro religioso. La destrucción ha borrado esa aura de belleza que por años la hacía atractiva, a pesar de ser una zona altamente empobrecida y con pobladores viviendo en hacinamiento.
La fuerza de Eta provocó un crecimiento del nivel del agua de una laguna que lleva el mismo nombre. “La comunidad está destruida, irreconocible”, dice un poblador. No hay agua, ni energía, ni alimentos. La poca ayuda que han recibido ha sido la de una iglesia Morava que entregó artículos de higiene personal, hamacas y colchones. Decir que no tenían no dormir, no exageración.
Pese a todo, los ciudadanos de Karata tienen el ímpetu para reconstruirla. “Hay optimismo, no se ve desvalida, hay ganas de superarse”, agrega. Piensan salir de esta con sus propios medios. Ante el apoyo oficial, desde hace dos días han empezado a limpiar la comunidad y solo piden una motosierra que les permita quitar los árboles caídos.
Ellos mismos, adelantándose a las autoridades, han ideado un plan de reubicación. Moverán a los pobladores que vivían cerca del mar y la laguna por si otro desastre natural tocas las puertas. Esperan que los refugiados que aún aguardan en el colegio, la clínica y la casa pastoral de la comunidad pronto puedan tener sus casas de tambo desde donde podían ver las aguas mansas del Caribe.












