A un mes del impacto de Iota, habitantes del Caribe Norte están "abandonados a su suerte", denuncia organismo

Familias del Caribe Norte, afectadas por Eta e Iota denuncian politización de la ayuda de emergencia. Otras comunidades fueron abandonados a su suerte, denuncia organismo de derechos humanos.

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  • diciembre 16, 2020
  • 06:42 AM

La reconstrucción de la Costa Caribe Norte de Nicaragua avanza lentamente tras la devastación provocada por los huracanes Eta e Iota que en noviembre impactaron la zona en categoría 4 con apenas trece días de diferencia.

La mayoría de las calles de Bilwi ya están limpias, pero las familias siguen sin reconstruir sus viviendas, cuenta Limbord Bucardo, líder comunitario del barrio Poza Azul, en esta ciudad.

"Todavía hay familias que viven en albergues comunitarios, ya que no tienen capacidad económica para reconstruir sus casas", asegura.

Juana Bilbano, del Centro por la Justicia y Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua (Cejudhcan), informó que la alcaldía municipal de Bilwi inició la desinfección de los pozos con la ayuda del gobierno de Alemania, pero faltan barrios que atender.

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Asegura que las aglomeraciones en Bilwi para recibir las 10 láminas de zinc que entrega el Sistema Nacional para la Prevención, Mitigación y Atención de Desastres (Sinapred) han disminuido, porque la ayuda que llega de particulares se trasladó a los barrios más afectados y de esa manera están resolviendo.

AMARRADOS A UN ÁRBOL

Los recuerdos del paso de estos fenómenos naturales están frescos en la mente de doña Azucena Urbina, quien habita en el barrio Galilea. Habla muy poco español, ya que su lengua original es el miskito, pero cuenta que con Eta, el primer huracán en azotar la zona, su familia se refugió en un albergue cercano. Los vientos le arrancaron el techo, y apenas estaban haciendo las reparaciones cuando llegó Iota y arrasó con todo.

La familia buscó refugio en un colegio cercano que servía de albergue, pero estaba saturado y se regresaron a su casa. Se metieron en el bajarete y así pasaron las primeras horas, pero luego al ver que los vientos se intensificaban optaron por amarrarse a un árbol de mango para poder sobrevivir.

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“Ya Dios nos ayudó para pasar estos tiempos”, dice Urbina quien enfrentó ambos fenómenos acompañada por su esposo, hijos y sobrinos.

TRISTE NAVIDAD

Esta familia consiguió que las autoridades les diera 15 láminas de zinc, pero ahora necesitan clavos, madera y otros productos para reconstruir el techo, relata el líder comunitario Limbord Bucardo.

Mientras en el Pacífico esperan la Navidad y Año Nuevo, en este lado del país no hay clima para celebraciones. Prima la tristeza, porque las necesidades los rebasan.

“En el fondo hay mucha tristeza, porque la gente que han perdido sus viviendas aún no han podido recuperarlas en su mayoría”, comparte.

En las comunidades más alejadas la realidad es peor y hasta desconocida. Ahí los pobladores buscan la manera de reponerse solos a la tragedia. Por ejemplo, en la zona de Río Coco, las autoridades del gobierno no llegan, “por su lejanía y como siempre los excluyen”, dice Juana Bilbano, del Centro por la Justicia y Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua (Cejudhcan).

Este organismo realizó un recorrido por la zona y los comunitarios de Río Coco Arriba les informaron que una parte de las familias recibió semillas de frijoles para la siembra del subciclo de apante. En el caso de Río Coco Abajo se desconoce su situación.

SIGUEN QUEJAS POR AYUDA PARTIDARIZADA

El pasado 30 de noviembre, las autoridades del régimen de Daniel Ortega informaron que han trasladado a las zonas afectadas por los huracanes más de medio millón de láminas de zinc, pero una de las quejas de los pobladores afectados es que en muchos casos la entrega de hace de manera partidaria.  

Bilbano comprobó que en las comunidades de Río Coco, la población está descontenta con las autoridades, porque a una parte de la población les entregaron entre seis y siete láminas, pero a otras hasta 15.

“La gente siempre habla que son personas que no le afectaron (los vientos) sus viviendas y les dan 15, entonces no es cierto lo que ellos están valorando, siempre le entregan a gente que ellos tienen afinidad”, indica Bilbano, quien agrega que situación similar enfrentan pobladores de Haulover y Wawa Bar, donde están utilizando la madera de los cocoteros para levantar sus viviendas.

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Otra irregularidad que comprobaron en este recorrido es que muchas veces las autoridades no concluyen la entrega de zinc, como sucedió en la comunidad de comunidad Krukira, la cual está compuesta por 450 casas, y solo atendieron a 150 viviendas.

Cuando Bilbano preguntó por qué no les entregaban el zinc a todos, ya que tenían una rastra cargada, le respondieron que se iban, pero que regresarían nuevamente con otro cargamento.

INCERTIDUMBRE

Haulover, fue la zona donde impactaron los dos huracanes, pero Iota, partió en dos esta comunidad donde no quedó nada en pie, todo desapareció.

“Una incertidumbre (de los pobladores) es que no saben dónde van a construir su comunidad nuevamente. Donde estaba no tiene condiciones y ellos están consiente de eso”, manifiesta la líder comunitaria.

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En esta zona la iglesia católica, y la iglesia evangélica Verbo están llevando comida a los pobladores. La destrucción también es evidente en la Laguna de Kukalaya, pero debido a su lejanía y el costo del transporte, no reciben ayuda ni visitas, “por lo tanto no es visible su situación”. A ellos el Cejudhcan les llevó comida y están en proceso de apoyar la desinfección de los pozos.

Una de las peticiones que recibió el Cejudhcan de parte de los comunitarios del litoral sur, es que necesitan herramientas para construir sus viviendas y materiales de pesca para generar ingresos económicos.

“Ellos quieren trabajar. Les urge apoyo, además de plástico, porque no pudieron conseguir suficiente zinc”, expuso Bilbano.

Recientemente, los embajadores de Estados Unidos y Alemania visitaron las zonas afectadas por los dos huracanes, quienes se mostraron conmovidos ante la devastación. También funcionarios del Programa Mundial de Alimentos, Unicef y de Plan Internacional, pero a pesar de la destrucción el gran ausente es Daniel Ortega, que ha enviado a sus ministras de Salud.

NO CEDER A CHANTAJES

La administración de Ortega cuantificó los daños por los huracanes en 742. 6 millones de dólares. Reportó daños en escuelas valorados en 41.3 millones de dólares, afectaciones en la red de salud pública cuyo valor asciende a 12.6 millones de dólares. Además, informaron que al menos unas 3 millones de personas estuvieron expuestas a los fenómenos naturales.

Los sectores opositores al régimen de Ortega han pedido a la comunidad internacional vigilar el uso de la ayuda financiera que entreguen al gobierno de Ortega, ya que temen que puede ser utilizada con fines partidarios.

“Las instituciones tanto públicas como privadas que van a administrar estos fondos deben hacerlo con gran responsabilidad y no ceder a los chantajes del régimen, porque la dictadura va a querer hacer un uso político de esos recursos”, señaló Félix Maradiaga, miembro de la Unidad Nacional Azul y Blanco.

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