El drama de 80 familias misquitas desplazadas por colonos armados, pasan hambre e intemperie

Se trata de unas 280 personas entre niños, mujeres y ancianos que están bajo la lluvia o el sol pasando hambre en las márgenes de Río Coco. Los colonos les dieron de plazo un día para irse de sus casas o les cortaban la cabeza.

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  • mayo 02, 2022
  • 11:44 PM

El pasado 28 de abril, entre nieblas, doña Leonora García y su esposo Jalinton White Baptis llegaron a la comunidad de Sang Sang, en las orillas del Río Coco y hasta entonces sintieron el escalofrío del miedo, la angustia del hambre y la desesperación de no saber qué hacer para alimentar a los niños, mujeres y ancianos de las familias que llevaban con ellos.

Acababan de ser desplazados de sus tierras bajo amenazas de muerte por un grupo de colonos armados que los conminó con un tajante advertencia: “tienen un día para irse de aquí o se mueren todos”.

El drama que siguen viviendo las comunidades indígenas misquitas de Río Coco, en la región Autónoma de la Costa Caribe Norte, fue relatado por tres de las familias “refugiados” en Sang Sang y que claman ayuda a las autoridades regionales y nacionales, pero no son escuchados.

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White Baptis relató a DESPACHO 505 que los colonos llegaron a su parcela cuando se encontraba “asoleando frijoles” y le dijeron a gritos, blandiendo sus armas de guerra, que se apurara con la asoleada y se fuera del lugar, de lo contrario “sufrirán graves consecuencias vos y tu familia”.

CON ARMAMENTO MILITAR

Doña Leonora, su esposa, estaba en la parcela arrancando frijoles para la comida y los colonos encapuchados le advirtieron que se fuera del lugar. 

White Baptis relató que “cuando entraron a la parcela contamos 10 integrantes de los colonos, con armas de fuego. Sé que no eran escopetas de cacería ni rifle 22, eran armas que usan los militares".

"Todos ellos tenían pasamontañas, a excepción del que me dirigió la palabra que se lo había quitado para beber agua, un hombre alto, delgado y de piel blanca, corte del pelo bajo y una gorra negra”, relata White Baptis.

Los ranchos abandonados por los misuitos, forzados por los colonos armados. Foto: Cortesía Prilaka.

Las localidades indígenas atacadas en estos días son: Suntilin,  Kika Lamni, Ispail Bikan y Misin Main, todas pertenecientes a la comunidad de  Sang Sang en el municipio de Waspam, Río Coco.

Los pobladores en esta zona se dedican a la agricultura de subsistencia, la ganadería, la caza de animales silvestres y la güirisería (minería) artesanal.

PRILAKA DENUNCIA DESALOJO

La organización comunitaria Prilaka ha dado la voz de alerta sobre los desalojos forzosos provocados por colonos armados que ha dejado a decenas de familias sin su hogar.

“Las familias miskitas, incluidos niños y niñas, mujeres y ancianos, no han tenido otra opción que abandonar, contra su voluntad, sus fincas, sus bienes, sus animales de patio, sus cultivos, adquiridos con el sacrificio de muchos años y ahora están pasando hambre y a la intemperie”, denuncia Juan Carlos Ocampo, activista de la organización.

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El indígena Jalinton White Baptis contó que los colonos han construido carriles a 10 hectáreas de su propiedad y ya han ocupado grandes extensiones de tierra hasta topar con el cerro Haulover.

“En este sitio los colonos ya se establecieron, realizan parcelas de granos básicos y no dejan vivir a los misquitos”, explicó el indígena desplazado. Su familia está compuesta por 9 niños entre 5 a 17 años.

Además hay entre los desplazados 15 niñas de entre 2 y 16 años; 5 mujeres entre 23 a 65 años y 5 hombres en edades de entre 25 a 67 años. Todos están pasando serias necesidades lejos de sus hogares donde tenían más de 15 años de vivir.

Familias misquitas refugiadas en Sang Sang. Foto: Cortesía Prilaka.

COSECHAS Y CULTIVOS ABANDONADOS

White Baptis relata que por las amenazas de los colonos tuvo que dejar 40 quintales de frijoles ya cosechados y en su parcela un área de 0.75 hectáreas de frijoles cultivados. Tres cuartos de hectáreas de maíz, 20 gallinas y un sembradío de yuca, enseres de cocina, herramientas agrícolas, y ropa.

Ahora están desamparados. “No tenemos  cómo subsistir aquí. Permanecemos a la intemperie, una familia nos cedió un espacio en su patio y construimos un techo con plástico”, cuenta el campesino misquito quien agrega que algunas familias les han ayudado en la alimentación, pero ya no tenían nada qué comer.

Igual drama vive doña Melinda Francisco Moore que fue expulsada de sus tierras por los colonos desde el 23 de abril.

“Es la segunda vez que estamos refugiando en la comunidad Sang Sang, la primera vez fue cuando los colonos llegaron a la comunidad y asesinaron a dos comunitarios”, relata la señora que también tuvo que abandonar todo para ponerse a salvo junto a su familia.

“Vivimos con mucho temor debido a que siempre (los colonos) patrullan por nuestras áreas amenazando a todos. Han trazado sus carriles por mis parcelas, mis tacotales y en sitios cercanos a mi choza. Entre las líneas de los carriles ubican banderas del FSLN y pintan los árboles con colores rojo y negro”, cuenta la indígena

JUEZ LOS INVITÓ A IRSE

Melinda asegura que pidieron ayuda al juez de la zona, porque consideran que como autoridad debería ayudarlos, pero el juez “llegó y nos dijo que estamos fuertemente amenazados por los colonos y debíamos abandonar el sitio de inmediato”.

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“Entre mi familia tenemos 6 mujeres de entre 19 y 50 años, además hay niños y niñas de entre 2 y 17 años”, indica la señora que se pone al frente de la familia.

Esta familia se vio obligada a abandonar 5 casas en las que habitaban ella y sus hijas e hijos, no pudieron sacar nada. Sus 45 gallinas que criaban para asegurar su alimentación quedaron abandonadas junto , 7 vacas, 7 caballos, 8 cerdos, y toda su ropa.

Tenían 50 quintales de arroz, 40 quintales de frijoles, una hectárea de maíz sembrada y 4 hectáreas de musáceas. “Todo quedó botado y seguramente será arrasado por los colonos: No sabemos de qué vamos a vivir”, dice apesarada la señora.

AMENAZARON CON CORTARLES LA CABEZA

Justo Rosales Jiménez, tuvo que salir con lo que tenía puesto, apenas logró reunir a su familia, asegurarse de que iban todos y en medio de la noche del 28 de abril salió de su rancho para hacer una travesía de ocho horas a través de la montaña, caminando con niños y ancianos. Llegó a Sang Sang la mañana del 29.

Una semana antes, los colonos realizaron sus carriles por su propiedad y le dijeron que regresarían al día siguiente y le hicieron una terrible advertencia: “si los encontramos aquí, los pelamos a todos”.

Las humildes chozas de donde fueron desalojados los misquitos de Río Coco. Foto: Cortesía Prilaka.

Eran unos 20 colonos armados, según relata el indígena misquito y portaban fusiles de guerra AK-47.

“Nos quedamos sin palabras, las mujeres y los niños temblaban de terror y no podíamos esperar a ver si cumplirían sus amenazas, decidimos salir esa misma noche”, cuenta el jefe de la familia.

Uno de los integrantes de la banda de colonos les dijo que los perdonaban, porque no eran originarios de la comunidad de Wiwinak, sino “de inmediato nos cortaban la cabeza”.

LAMENTA PASIVIDAD DE AUTORIDADES

La familia de Rosales Jiménez está integrada por 7 niños de 2 a 16 años; 4 niñas de entre 2 y 12., además de 2 mujeres de 30 y 60 años y Una mujer adulta de 30 años, dos de 60 años, 4 hombres de entre 17 y  50.

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Don Justo lamenta que las autoridades no les ayuden a vivir en paz en sus tierras que por derecho ancestral les pertenecen. Las invasiones de los colonos los sumergen cada día al hambre e inseguridad.

Relata que no logró poner a salvo sus bienes entre los que cuenta 10 cabezas de ganado, 6 cerdos, 2 caballos, unas 50 gallinas, 50 quintales de frijoles, 25 quintales de maíz y 75 quintales de arroz en granza.

Pese a que había logrado almacenar alimentos para la seguridad de su familia, ahora están pasando necesidades en Sang Sang y ninguna autoridad regional o nacional atiende sus llamados. 

“Estamos albergados en una “champita” de plástico que improvisamos, no tenemos medios de subsistencia. La última opción que nos queda es volver a nuestras fincas y esperar que nos maten o nos enfrentemos a ellos (los colonos)”, advierte Jiménez.

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