marzo 21, 2020
En plena alerta mundial por la pandemia del coronavirus, regresé a Nicaragua, la capital del absurdo latinoamericano en estos días; con precarias condiciones médicas y un gobierno invocando al “amor” y ofreciendo abrazos para hacer frente a la enfermedad. El caso extremo de mi país, es similar al de otros en la región donde la posición de sus líderes políticos contrasta con el sentimiento de fragilidad de sus conciudadanos.